Emmanuele Devos y Gabriel Byrne en El tiempo de los amantes
El tiempo de los amantes, película francesa de Jerome Bonell, narra uno de esos "breves encuentros" románticos entre desconocidos tan efímeros como trascendentales en la línea de Antes del amanecer.
En nuestro mundo moderno el tiempo es algo más que el lugar donde suceden las cosas. El tiempo es nuestro amo y nuestro explotador, es una especie de espada de Damocles que pesa sobre nuestras cabezas, más un enemigo a batir que la esencia del disfrute. Y como la pareja de la saga de Richard Linklater iniciada con Antes del amanecer, esta pareja que comienza con un seductor juego de miradas (ésta es una película en la que las miradas dicen lo importante y los personajes cosas interesantes) lucha contra la brevedad de su romance (ella tiene novio) buscando una intimidad, una verdadera "conexión humana" que los salve de la agonía y la desesperanza. Y como en todas las cosas realmente hermosas, la tristeza acecha detrás de cada gesto.
El tiempo de los amantes es todo lo francesa que puede ser una película con esa melancolía chic que podría resumirse en aquello de "jodido pero bien vestido" pero al mismo tiempo logra alcanzar algún tipo de verdad en las miradas, sobre todo en ellas, de unos actores que interiorizan de forma maravillosa sus personajes para construir una emotiva y a ratos deliciosa epopeya del eterno anhelo de algo tan sencillo como enamorarse.