James Franco y Randal Park en The Interview, de Seth Rogen y Evan Goldberg

La película del ciberrobo coreano, The Interview, decepciona pese al ruido de alrededor, un alarde de estruendo infértil. Todo muy lejos de la finura, tacto e inteligencia que una buena comedia, 'marxista' o no, exige en la pantalla.

En Sopa de ganso, los hermanos Marx imaginaban la posibilidad de un país lo suficiente absurdo para dar cobijo a la más irreflexiva de las repúblicas (¿o era monarquía?). Todo era tan demencial en Libertonia (o Freedonia en el original) que acababa por ser idéntico a cualquier país del mundo. Jamás pretendieron Groucho y compañía hacer nada parecido a una parodia. En el programa, digamos el ADN, de la grey ‘marxista' nunca figuró la confección de una mordaz crítica a nada. Simplemente, y esto sí figura en letras de molde en el ideario de la familia, la vida sola, sin más, ya es bastante inmisericorde consigo misma. Y de ahí, su inconsciente acierto; y de ahí, su incuestionable genialidad.



Pues bien, The Interview es exactamente lo mismo, pero al revés. Es decir, nada que ver. Deprime bastante ver que todo el jaleo montado alrededor de la película de Seth Rogen y Evan Goldberg se deba a un producto (dejémoslo en eso antes que comedia) tan blando e inapetente. Si durante los últimos meses ha estado aislado del mundo con el telediario como único contacto con la realidad, le diremos que no todo lo sucedido es la sanción de Ronaldo.



Haga memoria, se supone que el Gobierno de Corea del Sur reaccionó ante la posibilidad de la película con un furibundo ataque "cibernético-pirata" que básicamente dejó en cueros a Sony: todos sus archivos, desde el guión del próximo James Bond a cada película por estrenar, acabaron en la red al alcance de cualquiera. Cualquiera con una conexión a internet de ésas que tan "inocentemente" procuran las operadoras.



Pero ahí no acabó el disparate. Lo que hasta ese momento no dejaba de ser más que la comisión de un delito perseguido en todo el mundo menos en España y otros países en vías de desarrollo, pronto se convirtió en algo más. La multinacional cedió al chantaje (eso era) y, en previsión de males mayores, anunció poco después que suspendía el estreno. Momento de tensión. Hasta Obama salió a la palestra para defender la Libertad de Expresión y las enmiendas constitucionales a ella debidas. Eso y que si a Estados Unidos, primera potencia entre potencias, no la "chulea" nadie. Ése es el nivel.



Lógicamente, con semejante ruido de cornetas, es inevitable acudir a la proyección de The Interview como el que asiste a la lectura de la Declaración de los Derechos de los Homínidos: con traje oscuro, la mano en el pecho y en posición de firmes. Y, obviamente, no. Con un chándal de Alcampo habría bastado. Probablemente, ni siquiera sea culpa de la película. Ni de sus creadores. Ésta se limita simplemente a hilvanar unos cuantos chistes (desigualmente graciosos y uniformemente ruidosos) a vueltas con Kim Jong-un (de ahí todo lo anterior) y, de paso, con el esperpento de la televisión que vivimos (este otro aspecto está más logrado). Y, claro, se le exige demasiado a un disparate cuyo único propósito es el de disparatar. Ni menos ni menos aún.



Sea como sea, lo triste, a un lado el revuelo diplomático y el estruendo mediático, es descubrir una vez acabada la cinta que el verdadero Kim Jong-un es mucho más esperpéntico, cruel, patético y procaz que el sucedáneo de ficción ofrecido por Rogen y Goldberg, intepretado por Randal Park, quien suponemos andará ahora con guardaespaldas. El objetivo de una buena parodia no debería ser nunca el ruido. Los hermanos Marx se limitaban en Sopa de ganso a imaginarse un mundo en el que la gente se espiaba, se declaraba la guerra y, llegado el caso, hasta se mataba. Tan absurdo. Pues eso.