Escena de Pride, de Matthew Barchus
La cinematografía británica tiene una sólida tradición de cine realista, protagonizado por luchadores de la clase obrera que va desde el icónico Ken Loach a ese free cinema de los 60 protagonizado por directores como Tony Richardson o Lindsay Anderson que fijó un estándar de calidad reconociblemente british. El humor quizá no es la primera característica que algunos adjudicarían a ese cine social pero no han sido pocas las películas que se han acercado a esos ambientes desde un sentido de la vitalidad y la alegría: ahí están esas comedias recientes de Loach como La parte de los ángeles o clásicos de la socarronería como las películas de Stephen Frears Ábrete de orejas o Mi hermosa lavandería. Porque es un humor, claro está, en el que el drama hace acto de presencia.Pride, de Matthew Warchus, nos cuenta un episodio real con visos de inverosimilitud: la unión entre mineros y homosexuales en los años de plomo de Margaret Thatcher. El esquema es parecido al de Billy Elliot, ambientada en la misma época y en el contexto de esa misma lucha obrera, poner en colisión dos mundos muy distintos y ver qué pasa, en el caso de Billy Elliot la sensibilidad de la danza con la rudeza de los mineros y en el de Pride el exuberante mundo gay del Londres de Boy George y el pop con la misma rudeza. Y funciona.
Pride es una bonita película con un acertado retrato de personajes que consigue que su extraña premisa nos acabe conmoviendo planteando el conflicto de una manera universal, no se trata de la lucha de unos mineros que se van a quedar sin su forma tradicional de vivir o de homosexuales con lentejuelas batallando contra los prejuicios de una sociedad victoriana sino de la eterna guerra de los débiles contra los poderosos.
Con música de Queen, Sof Cell, Frankie Goes to Hollywood, la película retrata la época de forma convincente y logra mantener el tino adecuado entre un cierto ternurismo (los estragos del sida en pleno apogeo) y la dureza del fondo de la situación. Es cine para sentirse bien, y uno se siente bien.