Carlos Vermut (izquierda) y el resto de actores participantes

La lectura de Pulp Fiction a cargo de actores de la talla de Elena Anaya, José Coronado, José Sacristan o Sergio Peris-Mencheta resulta ser una propuesta tan seductora como novedosa.

El cartel prometía que solo sucedería "una noche" y la ocasión lo merecía. Algunos de los mejores actores de nuestro país como Elena Anaya, José Coronado, José Sacristán o Sergio Peris-Mencheta se imponían el reto de interpretar Pulp Fiction sin moverse de una silla en un escenario. Una propuesta innovadora y sorprendente dirigida por Carlos Vermut en el cine Capitol de Madrid y producida por La Tropa que ayer llenó hasta la bandera la sala provocando un visible entusiasmo y complicidad entre los actores y el público.



La propuesta es nueva y al principio costó situarse. Las estrellas del cine patrio estaban colocadas una al lado de la otra en el inmenso escenario del Capitol con un cartel delante que indicaba el nombre de su personaje. Detrás, la pantalla de cine ayudaba a la inmersión en la película reproduciendo imágenes de la escena que los actores estaban interpretando. Y Vermut, más allá de su papel como director, también hacía las veces de narrador e incluso dio la réplica a algunos actores haciendo de secundario.



El efecto comenzó siendo extraño, por momentos alcanzó lo fascinante y en otros no funcionaba tan bien. Algunos problemas técnicos con el sonido marcaron también la noche y aquí hay que poner de relieve las tablas, nunca mejor dicho, de los actores que salvaron los contratiempos con gracia. Coronado, haciendo de Jules Winnfield, el papel que bordó Samuel L. Jackson, estuvo inspirado y entregado en todo momento; Jorge Sanz, como icónico Vincent Vega (John Travolta) le puso retranca a su personaje y gracejo aunque por momentos parecía que se le descontrolaba; Elena Anaya (Mia Wallace, Uma Thurman), tan hermosa, estuvo mejor como seductora que como drogadicta y Sergio Peris-Mencheta (Butch Coolidge, Bruce Willis) demostró poderío escénico interpretando al boxeador díscolo y sobreponiéndose a los problemas de sonido con estilo.



Elena Anaya, Carlos Vermut y Jorge Sanz en un momento del espectáculo

En ocasiones parecía que asistiéramos a una sesión de doblaje de la película, y la lectura dramatizada del célebre guión de Quentin Tarantino por momentos no acababa de encontrar el tono entre la espontaneidad y el error de un ensayo y la excelencia de un producto del todo acabado. Es un formato curioso con posibilidades apasionantes en cuanto que permite ver algo que los espectadores comunes no ven y es cómo los actores trabajan sus personajes en esas sesiones de preparación de los rodajes. Fue una ocasión para captar la importancia de la voz y para utilizar la imaginación porque uno debía sumergirse en el agitado y convulso Los Angeles de la película viendo apenas unos intérpretes en una silla.



El público, numeroso y entusiasta, aplaudió a rabiar los aciertos (hubo momentos mágicos y la cosa fue ganando en intensidad hasta ese final en el que Coronado/Winnfield pudo lucirse en todo su esplendor) y se rio cuando hubo algún fallo (que tampoco hubo tantos). Es una propuesta tan seductora como interesante que recuerda algunos de los logros y grandezas de aquel Living Theatre de los años 40 en Nueva York y cuya continuidad promete grandes gestas. Pulp Fiction fue una elección quizá demasiado obvia para comenzar pero indiscutiblemente efectiva. Es quizá el momento de llevar sobre las tablas grandes clásicos del cine europeo y americano no tan conocidos y es posible que filmes con repartos menos numerosos creen un ambiente mas cálido.