Nosotros y yo, un experimento etnográfico

Nosotros y yo es la película más cercana al mundo exterior de cuantas ha rodado el cineasta francés, conocido sobre todo por sus exploraciones de universos interiores.

Los nosotros y el yo. Aunque suene conceptual, los artículos definidos tienen su justa indefinición. El trasvase castellano de The We and The I equivoca el hallazgo del título original. Nosotros y yo es, digamos, más figurativo, menos abstracto. La película es la más cercana al mundo exterior de cuantas ha rodado Michel Gondry, conocido sobre todo por sus exploraciones de universos interiores: Olvídate de mí (otro título desarticulado), La ciencia del sueño, La espuma de los días, etc. Aprendiz aventajado del bricolaje visual, el director francés entrega ahora un experimento etnográfico más cercano a Jean Rouch que a su adorado Georges Méliès, y que realizó a lo largo de dos años en colaboración con unos estudiantes del Bronx neoyorquino. "El nosotros" son los estudiantes y "el yo" es Gondry, si queremos, aunque el título revela en verdad algo más crucial: el viaje desde el comportamiento colectivo a la personalidad individual que acompaña el tránsito a la edad adulta.



¿Cómo se conjuga la personalidad adolescente? Nada tiene que ver cuando es en plural o en singlar. Toda la acción de Nosotros y yo transcurre en un autobús, en el último día de instituto, un trayecto en tiempo real en el que los estudiantes van mostrando sus diversos rostros y comportamientos, que varían en función de aquellos que les rodean. El autobús actúa como un espacio performativo en el que los treinta adolescentes exponen sus miedos y dudas a partir de un guión colaborativo abierto a la improvisación. El protagonismo se centra en la parte de atrás del vehículo, allí donde los matones instalan su cuartel general para espolear, insultar, fumar, ligar, pegar, humillar y burlarse del resto de la clase. El carisma de los intérpretes no profesionales representa la personificación física de los fluidos de la pubertad. No hay límite para la vejación.



El relato se aleja del enclaustramiento con algunos flashbacks escenificados y un vídeo viral onmipresente, que unos y otros se van enviando por Whassup hasta formar un ritual en torno al humor y la burla. Podemos entender el filme como un retrato de los mecanismos del bullying, costumbre escolar que siempre ha existido, pero que de un tiempo a esta parte se ha puesto de moda: existe Youtube y ya hay algo que mostrar. Gondry va más allá y se propone retratar y revelar los estupores de la generación de adolescentes digitales que, tomada por la inmediatez del espejo tecnológico, se sienten escrutados, juzgados, valorados. La magia se revela cuando, por fin solos, se sumergen en su verdadera identidad.



@carlosreviriego