Joshua Oppenheimer
Tras la impactante The Act of Killing, el estadounidense Joshua Oppenheimer vuelve al genocidio indonesio con La mirada del silencio, segunda entrega sobre aquel horror. Ahora pone su lupa en el caso concreto de una familia que ve cómo los verdugos no sólo no perdonan a sus víctimas sino que presumen de sus crímenes.
Son muchos los silencios que atenazan a esta historia y la obra de Oppenheimer es un grito contra la violencia muda de una represión criminal. En La mirada del silencio una familia descubre, viendo la película, la identidad del hombre que mató a uno de ellos. Su hermano, Adi, entonces un niño, hoy un adulto marcado por esa trágica desaparición, inicia una serie de entrevistas personales con los causantes de su infortunio para tratar de entender lo inconcebible. Al silencio de los muertos se suma ahora el silencio de sus supervivientes, que solo han dado la cara después del estreno del trabajo de Oppenheimer en un país en el que el genocidio fue tabú durante décadas. "Centrándonos en un solo caso evitamos hacer una película con multitud de supervivientes, lo cual habría dado lugar a una investigación o un informe sobre Indonesia muy superficial. Cuando seguimos a una sola familia podemos identificarnos con ellos, no es una cuestión de un país en concreto, es una situación emocional que nos afecta. Y esto es lo que el cine hace mejor, crear empatía". La idea de la posibilidad del perdón, por supuesto, sobrevuela el filme.
-Lo terrible es que los culpables no solo no han pagado sino que forman parte de la clase dirigente. En su caso no se les plantea la posibilidad del perdón, se les impone.
-Es más complicado. La madre no ha perdonado, sigue enfadada. En el caso de Adi, el hijo, es una mezcla entre desesperación y miedo. Cuando Adi me pidió en 2012 que se quería enfrentar con los genocidas me dijo que lo hacía porque era la única manera de sacar a su familia de la trampa en la que estaba metida. Hablar, dialogar y perdonar es una manera para él de superar el miedo que ha heredado de sus padres y evitar que lo sufran sus hijos. Es la única manera de seguir teniendo como vecinos a la gente que mató a su hermano.
-Esa incapacidad de los genocidas de admitir su culpa es escalofriante. ¿Tampoco son ellos capaces de perdonarse a sí mismos?
-Ese esfuerzo que hace Adi, separar al criminal del ser humano, ellos no son capaces de hacerlo consigo mismos. Pedir perdón por esos asesinatos significa asumir que su vida ha sido un fracaso. No podemos huir del pasado, de lo que hemos hecho.
La mirada del silencio es una reflexión sobre el perdón
-Viendo sus películas uno se pregunta qué se siente tratando con personas que han cometido crímenes tan horrendos.-Ojalá hubiera dejado este punto claro antes de estrenar la primera película. El hecho de que los filme no significa que simpatice con ellos. ¿Cómo puedo tratar con asesinos? La respuesta es que no son monstruos, son seres humanos. Nos gustaría dividir el mundo en buenos y malos pero no es tan fácil. Hay un mecanismo del mal por el que los monstruos se comportan como monstruos porque les da demasiado miedo abordarlo de otra manera. Tuve pesadillas durante meses. Al final, desde luego no les hago propaganda pero sí trato de ver su humanidad.
-¿Cree que los comunistas hubieran hecho lo mismo de estar en el poder?
-Entiendo la pregunta. Hemos visto atrocidades comunistas en Camboya o en la Rusia de Stalin. Los seres humanos tienden a hacer cualquier cosa cuando están en grupo y sienten que no habrá castigo. En este caso, ellos defienden el capitalismo basado en el individualismo. Su matanza tiene un acento más despersonalizado, se mata en nombre del yo, no del pueblo. Por otra parte, el conflicto en Indonesia no era tanto entre comunistas y capitalistas como entre un orden social heredado del colonialismo con una élite dominante y una población muy pobre. Con la bandera del anticomunismo, el régimen de Sukarto mató a todo aquel que retaba a un sistema injusto. Occidente tiene una responsabilidad, porque basa su opulencia en la miseria de estos países.
-El presidente Obama vivió en Indonesia entre los 6 y los 10 años años, meses después de las matanzas pero en sus memorias se muestra bastante parco...
-Obama sí dice que se marchan del país porque el ambiente está enrarecido y la madre siente que no es el lugar para criar a un niño. También habla de corrupción y de que algo "terrible ha sucedido" pero es cierto que no es muy contundente. De todos modos, el libro de Obama ha tenido un gran impacto en el país.
@juansarda