Noche, oscuridad, calor. Cine de verano en la plaza del pueblo. Una de tiros, de amores prohibidos, de aventuras míticas... De Jamón, Jamón a Lawrence de Arabia, escritores, artistas, cineastas, músicos, actores y directores teatrales recuerdan aquí aquella película que vieron en plena ola de calor.

Recuerdo el cine: inmenso, situado en una calle ruidosa. Y recuerdo el verano -el de 1978-, porque mis padres se habían ido de viaje a Perpignan y me habían dejado con los abuelos. El cine estaba vacío y el acomodador hizo la vista gorda. Recuerdo la emoción, los ojos de Vanessa Redgrave mirando primero a cámara y después a Jane Fonda. Y vuelvo a ver a Lily (Lillian Hellman) vagando por Europa en busca de Julia, el peligro, el olor a guerra, el miedo, lo hipnótico de la mano de la abuela en la mía, como dos amigos espiando en secreto la vida adulta de dos mujeres excepcionales, y las ganas de que mi vida fuera así, de que me enseñaran a hacerla así -intensa, emocionante-, de querer tanto y tan bien. Recuerdo el olor de la calle al salir, la humedad sofocante de Barcelona, el brillo en los ojos de la abuela en el autobús de vuelta a casa y su media sonrisa. Es el mismo brillo que me humedece los ojos todos los veranos cuando, después de volver a ver el dvd de Julia, echo de menos el calor de su mano en la mía, apretando fuerte para no llorar.

 

Traductor de Katherine Mansfield, Willa Cather, Oscar Wilde, Gertrude Stein o Jeanette Winterson, Alejandro Palomas (Barcelona, 1967) se dio a conocer como novelista con Tanta vida, El secreto de los Hoffman (Finalista del Premio Ciudad de Torrevieja) y El alma del mundo (Finalista del Primavera de Novela). El año pasado publicó Una madre, de la que Ricardo Senabre destacó que se trataba de "un relato especialmente recomendable para lectores de buen paladar". Un hijo es su última novela.