Noche, oscuridad, calor. Cine de verano en la plaza del pueblo. Una de tiros, de amores prohibidos, de aventuras míticas... De Jamón, Jamón a Lawrence de Arabia, escritores, artistas, cineastas, músicos, actores y directores teatrales recuerdan aquí aquella película que vieron en plena ola de calor.
El principal aliciente de ese cine que solo abría sus puertas en julio y agosto y que vivía de los veraneantes era que el portero hacía la vista gorda y podías ver películas para adultos: cine prohibido. O sea, sangre y tetas. Aunque la calidad de la proyección dejaba mucho que desear -uno podía contar con algún que otro corte, un pelo pegado en el celuloide y hasta una quemadura, por no hablar de los inevitables rayones-, la inversión merecía la pena. Recuerdo haber visto alguna de Bertolucci y, sobre todo, recuerdo Taxi Driver. Seguí bien el argumento, pero me intrigó que ciertas cosas sucedieran al revés. Primero el taxista intentaba asesinar a un político, después compraba las armas; o aparecía con un corte de pelo estilo mohicano y, al cabo del rato, lucía una cabellera convencional. Volví a verla años más tarde y resolví el misterio de Taxi Driver: la culpa no era de Scorsese sino del proyeccionista, que había trastocado el orden de algunos de los rollos.
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- A la intemperie, por J. J. Armas Marcelo
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- El incomodador, por Juan Sardá
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