Noche, oscuridad, calor. Cine de verano en la plaza del pueblo. Una de tiros, de amores prohibidos, de aventuras míticas... De Jamón, Jamón a Lawrence de Arabia, escritores, artistas, cineastas, músicos, actores y directores teatrales recuerdan aquí aquella película que vieron en plena ola de calor.

Nunca he sido una entusiasta de los cines de verano, donde abundan los espectadores que, con la pobre excusa de hallarse al aire libre, charlan inmisericordes durante toda la proyección mientras distribuyen, con gran crujido de envoltorios, bocadillos, devoran montañas de palomitas y sorben refrescos gigantescos. Yo le debo, sin embargo, a una lejanísima sesión cinematográfica bajo un cielo nocturno de agosto en una pequeña localidad estival uno de los mayores estremecimientos de mi adolescencia.



Proyectaban la bellísima - y tan dolorosa - El jardín de los Finzi Contini, dirigida por el gran Vittorio De Sica, adaptación de la espléndida novela homónima del escritor italiano de origen judío Giorgio Bassani. Ambientada en Ferrara, entre 1938 y 1943, año en que la comunidad hebrea de la ciudad fue deportada a los campos de exterminio nazis, la película narra la juventud interrumpida de unos jóvenes estudiantes israelitas. Micól, la bella e "imprevisible" habitante del jardín, que no será un refugio, y Giorgio, enamorado de ella desde la infancia, ven cernirse sobre ellos y sus familias la tormenta y el tormento...



Salí de aquel pase tan conmocionada que jamás he olvidado la escena en que una impresionante Dominique Sanda acaricia el rostro de su abuela, en la escuela donde los nazis y los fascistas italianos apiñan a sus víctimas, antes de su terrible viaje. Ni la banda sonora, cuyos acordes seguían en mi memoria, lo descubrí cuando compré el DVD en Palermo, décadas después. Aquella noche me prometí leer esa novela en su idioma original y unos años más tarde me examiné de lengua italiana al final del bachillerato francés con Il giardino dei Finzi Contini.



Hay personajes que marcan vidas. Y el de la Micól Finzi Contini de Bassani y de De Sica sigue, seguirá conmoviendo la mía, en un mundo donde resurge, repugnante, el antisemitismo por doquier.

La escritora Juana Salabert (París, 1962) se dio a conocer como escritora con la novela Arde lo que será (1996), que quedó finalista del Premio Nadal. En 2001 recibió el Premio Biblioteca Breve de Novela por Velódromo de invierno y, en 2007, el Premio de Novela Fernando Quiñones con El bulevar del miedo. Otras obras publicadas son Mar de los espejos (1998), La noche ciega (2004) y La faz de la tierra (2011). Recientemente ha publicado La regla del oro, su primera incursión en el género noir.