Noche, oscuridad, calor. Cine de verano en la plaza del pueblo. Una de tiros, de amores prohibidos, de aventuras míticas... De Jamón, Jamón a Lawrence de Arabia, escritores, artistas, cineastas, músicos, actores y directores teatrales recuerdan aquí aquella película que vieron en plena ola de calor.
Recuerdo un único cine de verano: en el pueblo de mi madre, Santaella, sesión doble, una película de El Gordo y el Flaco y un western. No sé qué edad tenía yo, pero sí recuerdo que no le presté atención a la pantalla. Para mí los veranos eran más bien seriales. Tanto en Andalucía como en Cataluña aquellas tardes de calor, de siesta, de somnolencia, significaban telenovelas. Los culebrones de la tarde.Durante el curso no los veía, pero en los meses de julio y agosto enseguida entraba en esos relatos llenos de hipérbole, besos furtivos y traiciones. Por supuesto, los veranos eran también de Verano azul. No me enamoré de Bea, me identificaba más bien con los conflictos de los benjamines. Del barco de Chanquete, en la memoria, siguen sin poder movernos: supongo que fue un secuestro del imaginario colectivo. Y que cuando nos hacen este tipo de preguntas volvemos a pagar una pequeña parte del rescate...