Fernando León de Aranoa
Fernando León de Aranoa (1968, Madrid) es uno de los cineastas más populares y prestigiosos de nuestro país pero quizá tiene una fama de "denso" que no se corresponde del todo con la realidad. Tanto aquel genial debut, Familia (1996), como Barrio (1998), con esa imagen de la moto acuática en una barriada, como incluso la célebre Los lunes al sol (2002) están recorridas por un fino sentido del humor que no quitan sino que aderezan su carga dramática. Un día perfecto tiene un contexto, el de los cooperantes internacionales en conflictos bélicos, muy reconocible en el cineasta comprometido que ha rodado documentales en Chiapas (Caminantes) o en Uganda (Invisibles). Benicio del Toro, Tim Robbins, Olga Kurylenko, Mélanie Thierry y el español Sergi López protagonizan este filme coral en el que los miembros de una ONG internacional destacados en un lugar no señalado pero parecido a Bosnia tratan de sacar un cadáver de un pozo que está contaminando el agua enfrentándose al sinsentido de la legislación internacional y de la propia guerra. Con diálogos ágiles y muchas veces muy divertidos, León de Aranoa construye una película poliédrica en la que de fondo late en todo momento el absurdo y el horror de la guerra.-Es un proyecto largamente preparado; el rodaje se llegó a posponer unos meses para que encajara en la agenda de Benicio del Toro.
-Fue curioso porque te sentías listo para rodar, tenías un guión y de repente hay un retraso por esta causa y cuando lo reemprendes te pones a cambiar cosas. A veces esa distancia no te la esperas y luego viene bien. Fue un paréntesis que aproveché para escribir mi novela Aquí yacen mis dragones (Seix Barral), que es algo que había empezado y tenía ganas de terminar. Esos meses fueron fantásticos para poder concentrarme en la escritura y luego reemprender la película con otra mirada.
-Lo más sorprendente de la película quizá es lo divertida que es. Por momentos parece una verdadera comedia.
-Me cuesta explicar cualquier película a través de un género y esta todavía más. Sí era importante que hubiera drama y humor. Para sobrevivir tiene que haber más comedia. Forma parte de la realidad. No es tanto una estrategia narrativa como una realidad que te encuentras en zonas de conflicto donde los cooperantes recurren constantemente al humor como forma de sobrellevar la locura a la que se enfrentan. Es una herramienta para ellos tan importante como esa cuerda que buscan sin cesar para sacar el cadáver del pozo.
-Existe también esa manera muy directa de comunicarse: son claros y contundentes en todo momento.
-Hay un momento de la película que lo dicen: "No estamos para discursos". Lo que importa es resolver los problemas, no pararte a pensar en ellos. La manera de aproximarse a todo es siempre muy directa, con muy pocos circunloquios, de una forma muy rápida.
-Hay personajes de muchos países distintos: estadounidenses, franceses, españoles, rusos... ¿Cómo se ha manejado con esos códigos de cada país para que se sintieran auténticos?
-Esto refleja lo que pasa entre los cooperantes que siempre se mezcla gente de países muy distintos. Eso genera sus propios conflictos y malentendidos porque el humor, por ejemplo, es algo que cambia mucho de cultura a cultura. Por otra parte, esa situación reflejaba un poco la del propio rodaje ya que éramos un equipo muy internacional. Como director, la principal dificultad era la coralidad, son actores con mucho talento y mucha fuerza juntos en el set y tienes que hacer que aquello funcione. Todos tienen buenas propuestas y sugerencias pero, claro, son diferentes. A veces creo que el director es el que lleva el mapa en una excursión y ha de servir de guía para que todo el mundo esté en el mismo plano, recordar de dónde venimos y adónde vamos.
-No hay "malo" en la película. No es un conflicto concreto ni hay un poder reconocible, ni siquiera en abstracto como las "grandes corporaciones", al que acusar. Aquí el "malo" es la propia naturaleza humana. Da la impresión de que eso pasó en Bosnia pero ahora pasa en Siria y volverá a pasar, como un bucle. ¿Es una película pesimista?
-Parece que algo de eso sí hay. Puede haber esa lectura pesimista de pensar que lo que cuenta la película sigue pasando y tiene pinta de que vaya a seguir. Pero también cuenta lo contrario, te muestra a gente que está dispuesta a jugarse la vida y hacer un gran sacrificio por ayudar a los demás. Con eso también quiero quedarme, cuando existen esas personas no podemos permitirnos ser pesimistas, hay gente capaz de hacer cosas fantásticas. Por otra parte, es un ejercicio muy sano no buscar el enemigo fuera. Vemos cómo al final la capacidad de ayudar o de estorbar y hacer la vida más difícil está en cada uno de nosotros. No queríamos señalar a nadie, no queríamos hacer una película de buenos y malos. El mayor enemigo es la irracionalidad porque en cualquier conflicto la primera víctima es la razón. Se sabe cómo empiezan y nunca cómo acaban, a partir de allí está todo permitido.
Benicio del Toro y Tim Robbins, en Un día perfecto
-¡Vaya pregunta más directa! Me gustaría que cambiaran las cosas. Quiero que haya nuevas posibilidades de que la gente pueda expresar sus problemas, lo que le pasa, y buscar nuevas soluciones. Eso está muy ligado a la aparición de Podemos.
-Sí parece claro que es un momento donde soplan aires de cambios.
-Hay procesos que hace años eran inimaginables. Muchos en el mundo miran hacia España para entender qué está sucediendo. El fenómeno de Podemos despierta un interés casi antopológico, es un síntoma de que no todo está escrito en piedra.
-¿Cómo marcha el documental?
-Es un trabajo de largo recorrido, hecho sin prisas. Quería explicar ese proceso desde el nacimiento, cuando no era un partido político. Me pregunté si alguien lo estaba contando, y como era que no y empezamos cuando arrancaba. Registramos ese primer momento irrepetible de la constitución. Seguimos documentando lo que sucede y el viaje nos lleva más allá de las elecciones. Quiero contar cómo se forma un partido y luego cómo compite por el poder, es un gran relato.
-Parece que las encuestas comienzan a marcar un declive en sus perspectivas electorales. Hay quien habla del "declive" de Podemos...
-Quiero retratar esa dinámica política y las encuestas forman parte de eso. Parece que vivimos en elecciones generales cada tres meses y se reciben con la misma ansiedad. Al fin y al cabo son encuestas. Como cineasta, es importante no dejarse llevar por las pasiones o el entusiasmo, hay una cierta distancia que siempre debes mantener.
-¿Cómo recuerdas esa época en la que te convertiste en el director del momento?
-Lo viví con una enorme inconsciencia y un gran divertimento. Me lo he pasado muy bien haciendo películas. Y con una gran inconsciencia. No sabía ni siquiera cómo funcionaba la industria o los medios. Nunca ha habido un cálculo de nada, aunque cada vez es más difícil, intento trabajar por enamoramiento. Quiero contar la historia que siento que quiero contar.
-¿Te has sentido prisionero en esa imagen de director contestatario o kumbayá en el que se te ha querido identificar?
-Siempre he tratado de hacer un poco lo que no se espera de mí. No me gusta responder a nada, no lo hago ni pienso en si es lo que se espera de mí o no. Hay gente que piensa en términos de una carrera. Yo me siento incapaz de hacerlo. Tengo un trabajo, no una carrera.
-Aparte de escribir su novela, han pasado ya cinco años desde Amador. ¿Ha tratado de esconderse?
-No tengo esa percepción. Quizá ha pasado más tiempo entre las películas pero yo las hago de una manera muy artesana. No estoy dentro de un maquinaria que te quita una parte del trabajo y los procesos son más largos.
-¿Y qué te interesa ahora mismo?
-Me interesa contar historias. Creo que la ficción es una manera fantástica de entender lo que sucede. Al final, es una cuestión de curiosidad. Si pierdes la curiosidad, la capacidad de extrañamiento, ya no tienes nada que aportar. Necesitas una cierta ingenuidad incluso para acercarte a ello.