Noche, oscuridad, calor. Cine de verano en la plaza del pueblo. Una de tiros, de amores prohibidos, de aventuras míticas... De Jamón, Jamón a Lawrence de Arabia, escritores, artistas, cineastas, músicos, actores y directores teatrales recuerdan aquí aquella película que vieron en plena ola de calor.

La Dolce Vita de Fellini es sin duda, una de las películas que más me han marcado y que más asocio al verano. Noches calurosas romanas que luego tuve ocasión de experimentar. El baño de Anita Eckberg en la Fontana di Trevi, las terrazas de Vía Venetto, las chicas tomando el sol en las azoteas, mientras sobrevolaba un Cristo que pendía de un helicóptero. Todo el olor a decadencia humana, y de una cultura, y el retrato amplio y abierto sobre un conjunto de personajes. Sin duda una de mis películas favoritas.



Cuando hace nada Sorrentino esttenaba La Gran Belleza, me secuestró del mismo modo, me empujó con la misma rotundidad. Esas dos obras maestras son para mí, el estío de nuestra civilización occidental.

La carrera como director de Félix Sabroso (Las Palmas, 1961) no se puede entender de forma separada de la que fue su mujer Dunia Ayaso. Ambos comenzaron en una compañía de teatro y más tarde hicieron distintos cursos cinematográficos. Félix trabajó como guionista de televisión y Dunia realizaba vídeos industriales antes de debutar con Fea en 1994. En su filmografía común se encuentran películas como Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí (1997), El grito en el cielo (1998), Chuecatown (2007) o Los años desnudos. Clasificada S (2008) o La isla interior (2009), entre otras. Sus filmes nunca fueron éxitos de taquilla, pero consiguieron, en su mayoría, el favor de la crítica. Antes de fallecer en 2014, la directora canaria estaba trabajando en su nueva película, El tiempo entre los monstruos, film que finalmente Sabroso ha concluído en solitario este mismo año.