Noche, oscuridad, calor. Cine de verano en la plaza del pueblo. Una de tiros, de amores prohibidos, de aventuras míticas... De Jamón, Jamón a Lawrence de Arabia, escritores, artistas, cineastas, músicos, actores y directores teatrales recuerdan aquí aquella película que vieron en plena ola de calor.
Las lituanas son guapísimas, pero a mí me iba, como modelo juvenil, el actor de origen lituano Charles Bronson. No porque yo fuera mariquita (palabra de entonces), sino al contrario, por esa inyección de testosterona de los trece y catorce años, en los que un Magnum 44 parecía el apéndice natural de mi manecilla, que ya marcaba las doce en punto de la preadolescencia. Cualquiera de sus películas se sigue proyectando en mi cine de verano, su bigote cuando me empezaba a salir el bozo. Había una, Mr. Majestyk, en la que salían, reventadas a balazos, unas sandías. El frescor de estas, tan veraniego, combinaba con los filetes empanados del bocadillo. Era en Cullera, en el cine Playa o en el Neptuno, ni que decir tiene que por la noche. Por el día, bajo la sombrilla -esa otra pantalla, pero de colores-, novelas de Hermann Hesse o de Lovecraft.
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- El incomodador, por Juan Sardá
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