Una imagen de Anacleto: agente secreto
El director Javier Ruiz Caldera se crece y entrega una película deliciosa de principio a fin en la que utiliza todos los elementos del esperpento hispánico.
Y además, Anacleto cuenta con dos excelentes interpretaciones. Imanol Arias hace de veterano agente, una máquina de matar al servicio de la seguridad nacional que se esconde en una masia catalana y se hace pasar por un charcutero especializado en fuets mientras sufre los recortes del Estado. Su hijo, Quim Gutiérrez, es un guardia de seguridad de no demasiadas luces que se pasa la vida en el sofá y vive una vida sin expectativas con una novia que está harta de que no sea ni capaz de sacarse el carnet de conducir. Todo cambia cuando Vázquez (genial Carlos Areces), el archienemigo de Anacleto, se escapa de la cárcel dispuesto a cobrarse venganza. A partir de aquí, el padre ausente, Anacleto, deberá hacerse cargo del hijo al que desatendió para salvarlo de las garras del asesino. La comicidad surgirá en el contraste entre la ingenuidad del hijo y la brutalidad del mundo del padre expresada a partir del que quizá es el gran logro del filme, la utilización del lenguaje. La sobreutilización de tópicos y lugares comunes hispánicos para describir situaciones extraordinarias da lugar a un hilarante contraste entre el habla popular y la realidad de los hechos.
Hay elementos de Indiana Jones y la última cruzada (1989), aquella película de la saga en la que Harrison Ford y Sean Connery interpretaban a un padre y a un hijo a la greña en medio de las balas de los nazis, en esta Anacleto en la que la amenaza de Vázquez propicia el reencuentro entre el hijo perdido y el padre ausente. También de Los tres días del cóndor (1975) en la que Robert Redford se enfrentaba a la muerte de sus compañeros de la CIA y se desesperaba por buscar a alguien leal. Detrás de los muchos chistes y frases ingeniosas de la película, hay una comedia que funciona porque los fundamentos dramáticos de la película funcionan y están en su sitio, hay química entre Gutiérrez y Arias y en medio del barroquismo cómico, incluso encuentran verdadera emoción y la trama es sencilla pero está bien resuelta como la ingeniosa solución al secuestro.
Juega Caldera más que nunca con los elementos propios del esperpento español no solo con ese lenguaje que reproduce nuestros modismos y latiguillos, también con la puesta en escena. El director se inspira sin duda no solo en el universo de Vázquez (esa señora del bingo) como en el universo de directores como Alex de la Iglesia, al que homenajea de manera explícita en una de las mejores secuencias de la película, esa en la que se reúne Rossy de Palma, Berto Romero y Alexandra Jimenez con padre e hijo y comienzan a contarse las verdades que sigue un maravilloso crescendo cómico hasta estallar en una de las escenas más graciosas del reciente cine español. Larga, larguísima vida a Anacleto. El final avanza una secuela, queremos verla.
@juansarda