El rey de la Habana de Agustí Villaronga

Hablamos con los directores de la nutrida representación española en el Festival de San Sebastián

Renueva, amplía y fortalece el Festival de San Sebasitán su compromiso con el cine español. Inaugura esta 63 edición Regresión, de Alejandro Amenábar, a quien entrevistamos en estas páginas. Pero atento tanto a su tradición más reciente como a los nuevos caminos que trata de explorar el cine patrio, y sin perder de vista la energía internacional de las coproducciones, serán nada menos que siete largometrajes con participación española los que compitan por la Concha de Oro. Cuatro de ellos dirigidos por cineastas españolas -Cesc Gay (Truman), Agustí Villaronga (El rey de la Habana), Marc Recha (Un dia perfecte per volar) y Asier Altuna (Amama)- y los otros tres por autores de nacionalidad extranjera -el uruguayo Federico Veiroj (El apóstata), el argentino Pablo Agüero (Eva no duerme) y la francesa Lucile Hadzihalilovic (Evolution)-, las películas a concurso conforman un variado crisol de intenciones, formas y géneros. Además, fuera de concurso pero en la sección oficial, participarán los cineastas vascos Imanol Uribe (Lejos del mar) y Álex de la Iglesia (Mi gran noche) con sus nuevos trabajos.



El humor y la emoción

Truman de Cesc Gay

Truman bien puede ofrecerse como la destilación más refinada del cine de Cesc Gay. Retratista de Barcelona, escenario de sus ficciones tan pegadas a la realidad (En la ciudad, Ficció, etc.), es la primera vez que el director catalán rueda en Madrid. "Barcelona es una ciudad que la he filmado mucho y tenía ganas de salir -explica Gay-, y sobre todo cuando Ricardo [Darín] me dijo que hacía la película, lo cierto es que no me lo imaginé hablando en catalán. Me pareció más natural hacer la película en castellano". Darín y Javier Cámara son Julián y Tomás, dos viejos amigos que se reencuentran en circunstancias extremas: Julián es un actor que ha decidido ahorrarse el sufrimiento del cáncer y Tomás viaja desde Canadá, donde vive con su familia, para tratar de convencerle de lo contrario. "Imaginé la película como una especie de paseo que dura cuatro días entre dos amigos que hablan, se sinceran y van de un lugar a otro".



En una propuesta cuyo interés nunca decae, el autor de Una pistola en cada mano busca el equilibrio entre el humor y la emoción, sin caer además en falsos sentimentalismos. "No quería hacer un gran drama, así que me preocupé por frivolizar un poco la situación. Y en eso fueron cruciales Ricardo y Javier, que siempre ayudan a que este tipo de películas lleguen mejor al público. Porque no es una película fácil". Con Truman será la tercera vez que Gay acuda al Festival de San Sebastián: "En cierta manera, Zinemaldia me cambió la vida con Hotel Room, mi primera película. Unos años después fui a concurso con En la ciudad, y la experiencia fue muy gratificante y muy buena para la vida de la película. El festival es una fiesta".



Una fiesta en la que se las medirá con más películas de altura, como El rey de la Habana, del francotirador Agustí Villaronga. El autor de obras tan especiales como Tras el cristal (1986) y El mar (2000), que compitió ya por la Concha de Oro con la magnífica Pa negre (2010) -Concha de Plata a la actriz Nora Navas-, viaja al trópico para poner en escena la novela de Pedro Juan Gutiérrez que retrata la huida hacia ninguna parte por las calles de La Habana -evocada en un "duro rodaje" en la República Dominicana- de un adolescente que escapa de un correccional en los años noventa. "Es un filme salvaje y descarnado, que da una visión insólita de Cuba, de sus entornos marginales, observando sin prejuicios una sociedad en permanente crisis", sostiene el director. Desde su convicción y compromiso social, el filme está rodado con la inmediatez y crudeza que requiere el retrato de esas gentes y su universo -"no me hubiera parecido correcto acercarme a esa realidad con un lenguaje sofisticado"-, citando incluso a Los olvidados de Luis Buñuel.



El magnetismo sexual del protagonista, Rey (Maikol David), dispone el tono sensual que se apodera del film en sus primeros compases, de manera que el sudor del sexo, la sangre de la violencia y la suciedad de la miseria, adquieren una cualidad extraordinariamente física en el relato. La crónica de supervivencia de El Rey del Habana nos coloca frente al retrato, entre oscuro y luminoso, de un buscavidas -gigoló, seplturero, ladrón, traficante, stripper...- que simboliza gran parte de la idiosincrasia cultural y los efectos políticos de la Cuba del Periodo Especial, donde el machismo, la arrogancia y la inmoralidad rigen sus actos. Todo ello narrado desde el realismo sucio de la cochambre y la marginalidad.



Vertiente naturalista

Amama de Asier Altuna

Grandes amigos, Villaronga se medirá en la sección mayor de Zinemaldia con Marc Recha, quien presenta su sexto largomatraje, Un dia perfecte per volar. Con muy pocos elementos, apenas el campo y la costa, una cometa, un padre y un niño, navegando entre lo real y lo fabulado, el filme busca el aliento poético de una relación paterno-filial a través del relato oral, la historia de un gigante que el padre cuenta al hijo. "El reto era construir una historia con la complicidad que a lo largo de los años un niño y su padre han ido construyendo a través de la convivencia -cuenta el director-. Poder captar todo el universo invisible que el niño construye en su camino natural de aprendizaje, pero sin artificios, en directo y desde la sutileza". Así, Recha se propone capturar el mundo desde la mirada y la dimensión infantil, en un juego de espejos donde la fantasía del niño se mezcla con el mundo de los adultos.



"Ha sido un rodaje espontáneo -cuenta el director- para hacer una película fresca, sin intermediarios, desde la libertad pluridimensional y con la complicidad del equipo humano". Sergi López y Roc Recha, hijo del cineasta, protagonizan la cinta, cuya vertiente naturalista y autobiográfica se inscribe en una visión casi panteísta de la naturaleza: "Acompañamos al niño en su curiosidad por la naturaleza, el paisaje y los elementos que parecen mágicos". Un dia perfecte per volar avanza hacia un punto de fuga, un espacio para el imaginario y la fantasmagoría, que acaba mostrando mucho más que la mera apariencia, abriendo una nueva dimensión en el relato a partir de la propia intervención del cineasta en la película.



Amama de Asier Altuna viene a tomarle el relevo a la magnífica Loreak, que participó el año pasado, como representante del cine rodado en euskera con proyección internacional. "Creo que sobre todo hay una convicción institucional por parte del País Vasco de que hay que hacer cine, y los apoyos son claros -explica Altuna-. De esos esfuerzos empiezan a verse los fruto, porque permite que surja un cine con mirada propia". Amama narra la historia de una familia en un caserío, centrándose sobre todo en la difícil relación entre el padre, Tomás, y la hija menor, Amaia. "La incomunicación y la ruptura entre ambos simboliza esa clara brecha generacional entre un modo de vida rural que desaparece y otro de carácter urbano que lo sustituye -sostiene el director-. No lo concibo exactamente como una tragedia, porque creo que está bien romper con algunas tradiciones que no tienen ningún sentido hoy día, solo que al mismo tiempo hay que saber muy bien con qué enseñanzas quedarse".



Con cierto aire autobiográfico -"para mis padres el centro del mundo era el caserío, pero para mí y mis hermanos era la ciudad"-, Amama apuesta por la elocuencia de los silencios y las miradas, así como por el cuidado visual y el protagonismo de la naturaleza: "Tomás representa la tierra y es la conciencia del filme respecto a la naturaleza, mientras que la amama (abuela) simboliza los ancestros y la transmisión milenario del legado". Reflexiona el film en torno a la inducción matemática del pensador Jorge Oteiza, según la cual hace ochenta abuelas estábamos en el Neolítico: "No es algo exclusivo de la cultura vasca, no es que quiera "defender la etnia", pero sí quería reflexonar sobre el final de toda una forma de vida ancestral". Reconoce Altuna su deuda con la ópera prima de Julio Medem, que ejerce un podersoso influjo sobre las estilizadas imágenes del film: "Vacas me impactó extraordinariamente, sobre todo su cualidad sensorial y el juego cinematográfico que establece con el espectador".



El uruguayo Federico Veiroj parte de la anécdota para volcar en la pantalla un mundo tan personal como estimulante en su tercer largometraje tras los celebrados Acné y La vida últil. Rodada en Madrid, esculpe El apóstata alrededor de la figura de un amigo suyo, Álvaro Ogalla, a quien conocío durante los seis años que vivió en la capital. "La película está basada en episodios de su vida, sobre todo en los trámites que inició para apostatar en la Iglesia Católica -explica Veiroj-, porque mi motivación era construir una historia cuyo objetivo principal es utópico". El singular carisma de su protagonista, intepretado por el propio Ogalla -"aunque no sea un actor profesional, la necesidad de que el personaje tuviera la vivencia de la escenas se convirtió en algo imprescindible", sostiene el director-, configura la personalidad del film, navegando entre la fábula, la comedia y lo novelesco, pero sin caer nunca en la caricatura.



Veiroj hace hincapié en que aquello que realmente nutre la película es "la pulsión de deseo" en su quijotesco personaje, "que es algo muy atractivo para mí y también explioré en mis anteriores trabajos". En connivencia con la literatura de Benito Pérez Galdós y, sobre todo, con La prima Angélica de Carlos Saura, El apóstata hace casi explícita su deuda con el universo buñuelesco: "El filme de Saura es una obra maestra que me fascina por las relaciones que establece entre el presente, el pasado y la fantasía, un juego que también busco en mi película, y de Buñuel no tengo más que admitir que si no hubiese existido, yo no haría películas". Coproducida por Fernando Franco (La herida), montador también del filme, El apóstata es según su director una película "sobre cómo lidiamos con las herencias que recibimos y determinadas transmisiones culturales".



Planteada según su director como "un viaje hipnótico, un thriller onírico y político", Eva no duerme, también con participación española (financiera y artística, con la inserción de Imanol Arias en el reparto), es el cuarto largometraje del argentino Pablo Agüero, quien partició hace unos años en Zabaltegi con 77 Doronship (2009). El filme recupera el mito de Eva Perón para deconstruirlo y explicarlo, en la que es "la primera película sobre el cuerpo de Eva, pues no muestra a la mujer real ni juzga su figura política, sino que se pregunta por el nacimiento del mito y su significado para todo un pueblo". Estructurado en tres capítulos, el filme narra las turbulencias argentinas tras la muerte la primera dama y jefa espiritual de la nación, una vez que su cuerpo fue embalsamado. "Es una historia increíblemente mágica y cinematográfica: murió a la misma edad que Cristo, fue embalsamada con una técnica nueva, desapareció durante 25 años, provocando muerte y locura, y hasta cayó en manos del Vaticano... ¿cómo no filmar algo así?", se pregunta el cineasta.



Un relato de terror

Evolution de Lucile Hadzihalilovic

La francesa Lucile Hadzihalilovic también describe su filme Evolution como "una experiencia de carácter onírico", en el que describe las angustias y terrores de un niño en la pubertud bajo los códigos del género del terror. Rodada en Lanzarote y Barcelona coproducida entre Francia, Bélgica y España, la película también competirá por la Concha de Oro. A lo largo de seis años, Hadzijhalilovic, que fue premiada en el Festival de Estocolmo con Innocene, ha ido construyendo una producción difícil de financiar porque "lo fantástico y lo imaginario no goza de grandes respaldos en Francia", máxime cuando hay niños implicados en un relato de terror, centrado en un chico que vive con su madre en una isla. "Es una historia metafórica, que trata la idea del ser humano como especie, aunque no llega a ser una película de ciencia-ficción", añade la directora francesa, quien reconoce que los clásicos del cine español El espíritu de la colmena y ¿Quién puede matar a un niño? han ejercido cierto influjo en el imaginario de su película.



Ya fuera de concurso, regresará la acidez caricatureca y el humor astracanado de Alex de la Iglesia con Mi gran noche, que define como "la comedia total", y donde perpetúa su fascinación con Raphael en una farsa grotesca y musical protagonizada por el cantante, que da vida a un músico dispuesto a cualquier cosa por la fama y la audiencia televisiva. Imanol Uribe, por su parte, en Lejos de mar apela al drama y a su regreso al ciclo de filmes en torno al terrorismo que se detuvo en Días contados: "Ahora comienzan a darse las condiciones para poder asomarse a ese precipicio y reflexionar sobr el odio, la venganza, el arrepentimieno y la locura que generaron tantos años de violencia". También en "Proyecciones Especiales", Pere Joan Ventura propone un recorrido por la geografía de la indignación ciudadana en No estamos solos, un documental auspiciado por Pere Portabella y Gran Wyoming que registra el creciente número de manifestaciones desde el 15M, "aboliendo el miedo y la pasividad en España", hasta formar, según el director, "una constelación invisible de alianzas ciudadanas".



@carlosreviriego

Apuestas británicas a por la Concha

High-Rise de Ben Wheatley

El protagonismo del cine francés en la última edición de Cannes dio lugar a todo tipo de acusaciones sobre el chovinismo del certamen, que quizá podrían ser trasladables al 63 Festival de San Sebastián con su especial compromiso con el cine español. Pero obviamente, Zinemaldia, que reconocerá a Emily Watson con el Premio Donosti, no pierde de vista su carácter internacional, y aún después de las citas de Cannes, Venecia o Locarno, siempre encuentra el modo de articular una vigorosa sección a concurso. Este año no hay grandes nombres, pero sí al menos dos películas cargadas de expectativas. Ambas son británicas: la nueva construcción poética de Terrence Davies, Sunset Song, y el largometraje High-Rise de Ben Wheatley, explorador de la comedia macabra y el drama criminal (Kill List, Turistas, etc.). También del Reino Unido llega London Road, la película de clausura (fuera de concurso) dirigida por Rufus Norris. En competición por la Concha de Oro se verá este año apenas una producción norteamericana: Freeheld, de Peter Sollett, un drama protagonizado por Ellen Page y Julian Moore. Por primera vez en el certamen competirá una película de animación, la japonesa The Boy and the Beast, de Mamoru Hosoda, considerado el relevo de Hayao Miyazaki, y que junto a la china Back to North de Liu Hao serán las muestras de cine oriental a concurso. Francia estará presente en varios filmes en competencia, como la crónica familiar de los hermanos Larrieu 21 noches con Pattie, la cinta franco-belga Les Chevaliers blancs, de Joachim Lafosse, o el thriller de terror Les Demons, de Philipe Lesage. De Georgia llegará la crónica de supervivencia Moira, de Levan Tutberidze, mientras que el relato iniciático Sparrows, del islandés Runer Runarsson, completará las 17 películas a concurso. En la apreciada sección Zabaltegi se antojan especialmente recomendables varios títulos. Empezando por Comoara, del rumano Corneliu Porumboiu, así como Francofonia de Alexander Sokurov, Heart of a Dog de Laurie Anderson, o Jia Zhang-ke, un homen de Fenyang, el retrato que el brasileño Walter Salles hace del prestigioso cineasta chino, de quien se podrá ver su última película, celebrada en Cannes: Mountains May Depart. Más citas obligadas procedentes de otros festivales son The Assassin, de Hou Hsiao-hsien, la inmersión en la Shoah de Laszlo Nemes en Son of Saul, o la "película prohibida" Taxi Teherán, de Panahi. Otra apuesta será la ‘perla' de Pablo Trapero, El Clan. Además, el Nuevo Cine Independiente Japonés y la filmografía de los creadores de King Kong, Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack tendrán dos retrospectivas.