Álex de la Iglesia
El cineasta sigue apostando por la comedia loca en Mi gran noche con un Raphael recuperado para el cine como un divo de la canción tiránico e insoportable. Metáfora en clave casi circense y disparatada de la realidad española actual.
Pregunta- Lleva la coralidad de anteriores títulos al extremo, ¿cada vez se siente más cómodo allí?
Respuesta- Hay una progresión en las últimas películas a partir de Balada hacia el exceso y la diversión. Quizá porque me siento atraído por el caos. Cuando vives la vida y tienes contacto con la gente parece que todo va bien y funciona. Nadie tiene en cuenta que puede morir ese mismo día o puede empezar una guerra. Ese caos es invisible y me apetece mostrarlo. Quiero que el espectador sienta el vértigo de que todo está ocurriendo a la vez. Veo el mundo como un edificio en ruinas que está a punto de desmoronarse constantemente. Hay unos que tiran para un lado y otros para otro y eso lo mantiene en pie. Es como en ese metro de Tokio en el que se meten cien mil japoneses y hay unos policías que los empujan, lo veo como que son ellos mismos después quienes incluso arrancan el metro con su fuerza.
P- ¿Hay una intención por hacer una galería de personajes patrio?
R- Es como un teatro de marionetas, un guiñol enorme. Los personajes no dejan de ser títeres, son como iconos o personajes de TBO, dibujados con una línea muy gruesa que marca las formas. Cada uno representa un extremo: ese adán que solo piensa en sexo, el que está en la cima y desprecia a todos los demás, las chicas que creen que con una bobada darán un gran pelotazo o ese Enrique Villén que ya se ha acostumbrado al caos y vende coca-colas en él.
P- Vuelve a repetir con muchos de sus actores, ¿le gusta esa idea del director y su troupé?
R- Me encanta eso de la pequeña compañía de teatro o de circo con tus pequeños monstruos con los que juegas. Me encanta esa Margaret Dumont de Los hermanos Marx, para mí Terele Pávez es mi Margaret Dumont.
P- La crisis aparece en todo su esplendor en Mi gran noche, ¿es su manera de abordarla?
R- Quiero reflejar ese punto que ha generado la crisis donde se ha convertido en la mejor excusa para que te puedan decir eso de "te puedo echar cuando quiera" y "vas a cobrar la mitad". No podemos evitar contar que estamos en crisis. Cuando ves Rufufú lo interesante es que quieren robar para comer, convertir la angustia en algo purificador y divertido. Eso me gusta mucho del cine, algo que me preocupa lo ves en una película y te puedes reír. Te encuentras después mejor.
P- En esos extras encerrados y asediados haciendo ver que están contentos, ¿quería una metáfora sobre la banalidad de la sociedad del espectáculo?
R- La metáfora es tan obvia que funciona. Eso ha ocurrido en TeleMadrid por ejemplo. Lo bueno es contralo desde el punto de vista de alguien que no entiende lo que pasa. Pepón Nieto es el protagonista porque es el que más sufre. Le dicen que sonría y que aplauda y no sabe por qué. Así es como me siento yo en la vida, en una situación que no entiendo pero tengo que asumir como mía. Y eso es profundamente doloroso porque sientes que no hay salida porque lo de afuera es peor. Estoy rodeado de un mundo ficticio de bailarinas y seres graciosos y ¿cuál es la alternativa a eso? La mala, la peor o la ridícula. Para mí la opción es dejarse llevar por el caos, no intentar arreglarlo, la salida está en la rueda del mecanismo.
Fotograma de Mi gran noche
P- En Crimen ferpecto, por ejemplo, ya abordaba ese "otro lado" de la perfección de los centros de consumo.R- En la publicidad la gente es maravillosa y se pone una rebeca gris para desayunar. Me pasa en los centros comerciales que siento: ¿por qué es tan bonito? Todo está bien y perfecto y luego te das cuenta de que es porque no vive nadie. En cuanto vive un ser humano en esa habitación preciosa ya se destruye. El mundo sería perfecto sin seres humanos. El mundo del mercadeo nos ha metido esa idea en la cabeza de que cuanto menos persona eres mejor es todo. Cuanto más sonríes, aplaudes y mejor te parece todo, más feliz eres. Cuando las cosas van mal y conviertes esa casa maravillosa en una cuadra es donde empieza la vida, pero eso está denostado. Eso está desde los griegos, ese mundo de las ideas en el que todo es maravilloso, y entonces eres feliz porque piensas que lo hay, pero no lo hay. En realidad todos creemos que todo va a acabar bien. Pero no hay una narrativa, ni siquiera terminará, se interrumpirá. No hay un orden y un concierto ni las cosas suceden como consecuencia de otras, suceden aletoriamente.
P- En la película vemos otro tema suyo como el de los celos y rivalidades en el mundo del espectáculo. ¿Somos muy envidiosos los españoles?
R- Yo creo que fuera es todavía peor. Tengo amigos que trabajan en Hollywood y la presión es tan brutal que la gente enloquece. Los Angeles es una ciudad neurasténica. Todos están allí con el cine en la cabeza y eso genera una histeria enorme. El mundo del espectáculo en España es como si fuera un pueblo, allí la gente palma de verdad. Es un mundo que es como un espejo deformado de la realidad. Si hay alguien engreído, eres muy engreído. Pero no es muy distinto del mundo de los médicos, la moda o la banca. Sencillamente nosotros tenemos más cobertura mediática, la gente los conoce más y eso también genera más esquizofrenia. Es el famoso chiste: Le dices a un actor, ¿Qué tal, te vi el otro día por la calle? Y te contesta ¿qué tal estaba? La gente cuando alaba o critica a los actores habla de ellos, qué bien estaba Blanca Suárez o Pepón Nieto. Cuando hablan de mi película dicen qué buena o qué mala la película, no yo. La vida del actor es muy dura, de repente le dices aquello de "no te veo" y es terrible porque trabajan con su personalidad, o tienen ego o no tiran adelante.
P- Usted tiene un León en Venecia y es un director conocido en medio mundo, ¿no siente a veces la tentación de hacer un drama "serio y profundo"?
R- Lucho denodadamente contra eso porque hay muchas ganas y no creo que lo hiciera mal. Me parece que es todo lo contrario de lo que piensa la gente, eso es ceder: es venga va, voy a ser serio, es lo que queréis. Creo que en el momento en el que me vuelva serio todo se acaba, significa dejar de creer en mí mismo y la fuerza que te empuja. Equivaldría a pararse. Ese cierto desprecio por los artistas que se toman demasiado a pecho a sí mismos me viene de la época de la universidad. Yo estudiaba filosofía y me iba a ver a mis amigos de Bellas artes. Nos reíamos a carcajadas de los pintores que iban de artistas. Hay gente que va de artista puro y lo respeto, ahí están Lynch o Dreyer, que se ponen profundos y lo son, pero no mucho más.
P- En todas sus películas aborda muchos temas serios, ¿tiene una intención de resultar frívolo?
R- Hay maneras de articular un texto sin que resulte pretencioso. Si lo que cuentas es importante nuca podrá ser aburrido. Quizá no hay texto más importante que El rey Lear o Macbeth y le gustan a mi madre y a cualquiera. Pensar que lo importante es aburrido es una gilipollez y lo contrario también.
P- ¿Cuál es su próximo poyecto?
R- Se llama El bar y no tiene nada que ver con Mi gran noche, es un drama casi teatral. Todo ocurre en un bar y los personajes están encerrados porque parece que alguien dispara desde fuera. No te voy a contar más.
@juansarda