Una imagen de Una historia de locura de Robert Gueguidian
El director francés presenta Una historia de locura, una bella película plagada de dilemas insolubles y de momentos desgarradores. Juan Cruz y José Corbacho derrochan mala leche y mejor cine en Incidencias.
En Una historia de locura Robert Guédiguian primero nos cuenta la historia del asesino armenio de un político turco que ordenó el terrible genocidio de esa minoría en los años 20, recién concluida la matanza. El pistolero fue absuelto. Muchos años después, a finales del siglo pasado, seguimos a una familia instalada en Marsella. Espoleado por la madre, el hijo veinteañero arde en deseos de unirse a las fuerzas armadas armenias para que el mundo conozca un genocidio silenciado por el gobierno otomano. Cuando decide pasar a la acción y comete su primer atentado, matando al embajador turco en París, al mismo tiempo cae gravemente herido un viandante que nada tiene que ver. El joven terrorista huye, el joven que pasaba por allí se queda paralítico y comienza una extraña relación con la familia de su verdugo.
Hay ecos en este filme de Las nieves del Kilimanjaro (2011), en la que un matrimonio víctima de un robo se convierte en el principal protector del criminal. Guéguidian sigue proponiendo la reconciliación como camino y explorando en la complejidad de una situación endemoniada en el que la línea entre víctimas y verdugos es confusa y compleja. El francés siempre parte de estructuras simples, sus películas son cuentos morales donde la razón de las partes siempre está muy clara y donde no está tan claro cuál tiene razón. Es una bella película, plagada de dilemas insolubles y de momentos desgarradores que revela una vez más la mirada profundamente humanista y necesaria del cineasta.
Incidencias de Juan Cruz y José Corbacho
Juan Cruz y José Corbacho obtuvieron un gran éxito con su primera película, Tapas (2005), y regresan a la comedia disparatada en Incidencias, presentada fuera de concurso en el certamen. Después de aquella Los amantes pasajeros, en la que Almodóvar encerraba a sus personajes en un avión, Corbacho y Cruz hacen lo propio en un AVE que se queda tirado a medio camino entre Madrid y Barcelona el día de fin de año para desesperación de sus pasajeros: un político corrupto y su aguerrida amante, una abogada borracha, un matrimonio de pijos idiotizados o un profesor de estética defensor de la supremacía de la cultura occidental.Incidencias avanza desde la comedia disparatada pura y dura (excelente gag de arranque protagonizado por los directores) hacia una especie de drama social con el racismo como telón de fondo. Dicen Corbacho y Cruz que en una situación así lo primero que se acaba es la comida, después el alcohol y finalmente las buenas formas. Hay mucha mala leche y mejor cine del que parece en una película que nos acaba confrontrando con nuestros prejuicios en la que lo peor es que lo que cuenta podría suceder perfectamente. Hay buenos golpes, una mirada certera a la mala educación con la que se trata a los empleados o ese resorte español de salir en seguida a decir que este país es una chapuza y cagarnos en todo. Es interesante la arrogancia del personaje del esteta Rubén Ochandiano, y los demás actores, entre ellos, Carlos Areces, Aida Folch o Lola Dueñas (qué fantástica es Lola Dueñas) y Héctor Alterio brillan a gran altura.
Una imagen de 45 años de Andrew Haigh
De repente, llega una carta de Suiza. Han encontrado el cadáver de una joven que murió en una cordillera de los Alpes cincuenta años atrás en un accidente en el que también estaba el marido, entonces novio de la chica fallecida. Y esa historia antigua y olvidada resucita literalmente de entre los muertos para interponerse en la celebración. El marido vuelve a fumar y da síntomas depresivos, ella sufre al ver que el único hombre de su vida sufre al pensar en otra mujer. Con las mismas armas que en Weekend, diálogos afilados y silencios expresivos, Haigh conduce una película sutil y hermosa sobre los secretos y mentiras inherentes a cualquier relación, incluso la más sólida. Por momentos, ese amor perdido hace recordar al cuento Los muertos de Joyce y la versión de John Huston, Dublinesses. Una buena película que sigue mostrando a Haigh como un sagaz observador de los anhelos y deseos más recónditos del alma humana.
Muy brevemente porque ya hablamos de ella, expresar mi admiración por Dheepan, película de Jaques Audiard ganadora de la Palma de Oro en Cannes que ha arrancado el certamen. Audiard sigue fiel a sus códigos del polar francés y el cine de género con un ojo en Hollywood para contar historias de interés humano que nos acercan a la intimidad de esos personajes desarraigados que le gustan. En este caso los protagonistas son una extraña familia de Sri Lanka (extraña porque no son familia, se hacen pasar y deben convivir juntos) que llegan a París soñando con un futuro mejor huyendo de la guerra. Van a parar a un barrio marginal de los suburbios (uno de esos famosos "banlieus" franceses) para encontrarse con un mundo de violencia y tráfico de drogas. Audiard nos cuenta la peripecia de estos tres refugiados sin sentimentalismos ni maniqueísmos dando belleza a cada uno de los planos y logrando que nos metamos en sus mismos huesos.