San Mendes en el rodaje de Spectre

Nada es lo mismo para James Bond. Los tiempos han cambiado, ahora los drones hacen las tareas de espionaje internacional, y en Spectre su futuro pende de un hilo. Dirigida por Sam Mendes, con quien ha hablado El Cultural, la nueva entrega del agente 007 y la última que protagoniza Daniel Craig plantea la batalla contra la vigilancia social.

James Bond nunca muere. Ni siquiera cuando lo matan, como en la penúltima película, Skyfall (2012), donde Daniel Craig interpretaba al agente secreto como si fuera un zombi. En Spectre, el título número 24 protagonizado por el mito, repite detrás de la cámara un director de prestigio como Sam Mendes (Reading, 1965), el autor de American Beauty (1999), por la que ganó el Oscar al mejor director, Camino a la perdición (2002) o Revolutionary Road (2008) aunque esta vez no se trata (o no tanto) de presentar a un Bond crepuscular, cascado por los años, traumatizado por su infancia y ojeroso, sino de regresar a los placeres y gozos de una saga que lleva décadas enamorando al mundo entero gracias a su explosiva combinación entre escenas de acción espectaculares, escenarios exóticos, mujeres guapas, coches fantásticos y malvados de postín.



Sin olvidar al propio Bond, claro está, uno de los personajes más célebres del mundo y a quien Craig ha devuelto a sus raíces de tipo duro y de pocas palabras. En Spectre, el espía con licencia para matar debe enfrentarse por una parte a una misteriosa organización liderada por Christoph Waltz así como a su propio gobierno, que pretende sustituir a los agentes 00 por un sistema de vigilancia masivo llamado "Nueve ojos" y que recuerda mucho a lo que nos contó Edward Snowden que ya estaba sucediendo.



"Quería hacer algo distinto. Rodamos Skyfall en digital, y ésta en 35 mm. Spectre es más divertida y misteriosa pero también quería continuar el viaje emocional de la primera película. Allí nos situábamos en un contexto post Julian Assange, hablábamos de cibercrimen y de hackers. Esta es post Edward Snowden: vigilancia masiva, la pérdida de derechos civiles o el hecho de que ahora los del MI6 no son necesariamente los buenos chicos. He tratado de conectar lo clásico con lo contemporáneo. Llevarlo todo adelante en términos cinematográficos y emocionales, pero también disfrutar con la iconografía y la mitología de Bond", nos explica el director durante una visita a Madrid con la voz afónica. No solo eso, Spectre es menos dramática y más "bondiana" que Skyfall: "A Daniel Crag le apetecía explorar esa parte más traviesa del personaje. Hay una intensidad y dinamismo en ésta que no había en la anterior. En Skyfall casi lo matan al principio y se pasa la película tratando de volver a la vida. Aquí se siente más seguro y va por delante de todos. Es un Bond más listo que juega mejor".



En Spectre acuden muchos de los fantasmas y miedos que definen lo contemporáneo. Bond se enfrenta a un mundo que lo considera pasado de moda y donde muchos ponen en cuestión la continuidad de unos agentes "pintorescos" en una realidad en la que los drones y los avances tecnológicos han hecho su trabajo innecesario. "Somos tratados como si fuéramos culpables hasta que probemos que somos inocentes. Esto es un cambio significativo. Hay un equilibrio muy delicado. No hay un bien y un mal tan claros. Por supuesto la vigilancia es necesaria, pero la vigilancia masiva es un crimen. Vivimos en un momento peligroso de la democracia. La gente que tiene verdadero poder no ha sido elegida, esto es un puro hecho. En la película se plantea de una manera muy directa: ‘¿Qué te da el derecho a la privacidad?'. Yo considero que es un derecho humano básico pero quizá hay gente que piensa que es mejor sacrificarlo a cambio de seguridad. Lo que quiero con la película es plantear el debate. Cuando ese programa de ‘Nueve ojos' se proclama a sí mismo como un ‘poder global' no podemos sino preocuparnos. La lección más dura de esta película es que quizá Bond ya no trabaja para los buenos".



Un espía apolítico

Daniel Craig interpreta a James Bond

Pareciera que surge Spectre de las mismas paranoias colectivas que determinaron la evolución de la saga durante la Guerra Fría. "Siempre ha habido sospechas con los políticos -añade Mendes-. De hecho, Bond siempre ha representado un cierta distancia con el poder porque siempre ha sido un personaje escéptico a pesar de su patriotismo. La clave de Bond es que no se mete en política, es un servidor público, y trata de mantener su propia ética dentro de un panorama confuso donde los límites son cada vez más borrosos. ¿Quiénes son los buenos y quiénes son los malos? Ya no está tan claro como hace 20 ó 40 años, y en este contexto él trata de mantenerse fiel a sus principios. Todo esto nos lleva a otras preguntas interesantes como qué es lo correcto o qué significa hoy ser británico".



Otro conflicto que se plantea en Spectre es la eterna dialéctica entre lo nuevo y lo viejo, como si el mundo hubiera llegado a ese punto en el que desaparece el factor humano porque creemos que la tecnología puede resolverlo todo. "Una licencia para matar también es una licencia para no matar", asegura Mendes. Y añade: "En Skyfall el personaje de Q (el de los gadgets, ahora experto informático, interpretado por Ben Wishaw) le dice a Bond que puede hacer más daño en una mañana en su casa en pijama que él en todas sus misiones. Bond le pregunta para qué sirve entonces y Q le contesta que ‘el gatillo debe ser apretado algunas veces', a lo que el agente responde: ‘O no debe ser apretado'. ¿Cómo puedes saber desde tu casa en pijama cuando debes apretar el gatillo? Muy probablemente, un dron será mucho peor que Bond".



Con sus películas, Mendes también ha tratado de dar una nueva vuelta de tuerca a un personaje que ha ido del "macho alfa" de Connery al humor de Roger Moore hasta llegar a la intensidad de Daniel Craig. Y la forma que ha encontrado es volver a las esencias: "El Bond de Flemming es un antihéroe: bebe demasiado, fuma demasiado, se acuesta con demasiadas mujeres, desobedece la autoridad, no se gusta mucho a sí mismo... A mí me hubiera encantado que en la película pudiera fumar, pero eso ahora mismo es imposible. Al mismo tiempo, también es dinámico, es una persona que resuelve situaciones". El director sí ha sentido la presión de enfrentarse a todo un mito: "No tengo muy claro cuál va a ser mi contribución al personaje. Dentro de 20 años podrá decirse si lo hice avanzar en la dirección correcta o me equivoqué. Cuando tratas con un mito que significa tanto para tanta gente sientes una gran responsabilidad. El desastre llega cuando tu único criterio es el éxito. Sobre Bond todo el mundo tiene una opinión y cada una es distinta, el único criterio es que debes seguir tu propio instinto". Y concluye: "Es una cuestión de por dónde empiezas. Si partes de todos los elementos externos, las secuencias de acción, los lugares glamourosos, no van a encajar, no hay un centro en la película y no va a ninguna parte. Debes empezar por la historia, por el trayecto emocional del personaje, y a partir de allí añadir los ingredientes".



@juansarda