Una imagen de Macbeth de Justin Kurzel
Justin Kurzel logra realizar una seductora versión del clásico de Shakespeare apoyado, sobre todo, en el gran talento de sus dos actores protagonistas, Michael Fassbender y Marion Cotillard, y en una atmósfera de una cierta irrealidad espectral que proporciona momentos de una gran fuerza visual.
La Macbeth original es una de las obras más intrigantes de Shakespeare con esas brujas que proclaman que "lo feo es bello y lo bello es feo" y su endemoniada trama plagada de asesinatos, deslealtades y venganzas con un protagonista que a medida que avanza en su poder es cada vez más desgraciado. En 1957, Kurosawa realizó una de las más famosas versiones del clásico, Trono de sangre, en la que se ponía el acento en el carácter débil de Macbeth y el foco de la maldad recaía sobre su esposa, la pérfida codiciosa que lo conduce al crimen para lograr una corona que nunca logra disfrutar y que de hecho acaba por destruirlo.
Como sucede con todos los clásicos que además son un icono, o incluso como en este caso, un standard narrativo, hay muchas maneras de aproximarse a Macbeth. En su nueva versión lo más llamativo es un reparto espectacular encabezado por Michael Fassbender y Marion Cotillard, sin duda dos de los mejores actores del panorama contemporáneo, quienes dan la talla en sus emblemáticos personajes, sobre todo un Fassbender crecido en la segunda parte y soberbio en la famosa secuencia en la que el rey dialoga con el fantasma de una de sus víctimas. Cotillard es una actriz estupenda pero a diferencia de Kurosawa, la película opta por no dar demasiado protagonismo a su influencia malévola para centrarse en los trastornos de su desdichado protagonista.
El director australiano Justin Kurzel se decanta por una visión realista con un tono entre lo telúrico y lo físico que nos traslada a esos misteriosos y perdidos parajes escoceses que tienen algo de extraterrestre y fantástico en una película sangrienta en la que los asesinatos de Macbeth adquieren una brutalidad física así como las batallas, que debían ser realmente temibles, se reflejan en toda su contundencia. Todo esto con una fotografía de filtros que a veces recuerda un poco a los efectos del iPhone.
A la crítica mundial en general le ha encantado este Macbeth y hay mucho que disfrutar en la película. Kurzel logra realizar una seductora versión del clásico apoyado, sobre todo, en el mucho talento de sus dos actores protagonistas y en una atmósfera de una cierta irrealidad espectral que proporciona momentos de una gran fuerza visual. Son estos tiempos distintos y tiene una cierta lógica que el cineasta prefiera no centrarse en el asunto de la "maldad femenina", concepto desfasado, para poner el foco sobre los remordimientos del protagonista y de su también desdichada esposa. Un tema, el de la mala conciencia, que posteriormente tratarían de forma magistral otros dos autores más contemporáneos como Edgar Allan Poe y Dostoievski.
Más que la historia de dominación que propone Kurosawa, Kurzel quiere traer el clásico al mundo contemporáneo para desarrollar una parábola sobre el poder y la moral que concluye que el fin no justifica los medios, una lectura que perfectamente se puede aplicar a nuestro mundo contemporáneo en el que las elites de poder están más cuestionadas que nunca. El resultado es una película vistosa, no magistral.
@juansarda