Ciro Guerra
El director colombiano estrena El abrazo de la serpiente, nominada al Oscar a la mejor película extranjera, en la que explora las primeras colonizaciones en el Amazonas.
Pregunta.- El abrazo de la serpiente se inscribe en el género del cine de colonización pero cuenta más el punto de vista de los colonizados que de los colonizadores. ¿Era esta su intención?
Respuesta.- Queremos darle la vuelta a la historia y contarla desde otro punto de vista. Conocemos un solo lado y confrontamos esa versión para ponernos en la piel de otros personajes. La cultura de los pueblos indígenas se ha convertido en algo exótico y desconocido. Es una forma de ver el mundo que durante décadas ha sido despreciada e ignorada. En el momento actual, donde la gente está tan saturada de violencia, odio y xenofobia, es más necesario que nunca saber que ha habido otros modelos de sociedad, es más importante que nunca escuchar a estas culturas tradicionales. No el mensaje ecologista, que suele ser lo habitual, y es muy reduccionista. Es un camino espiritual para la paz del hombre.
P.- En el filme vemos con toda su crudeza una campaña de exterminio de unas comunidades. ¿Quería hacerles justicia?
R.- Partimos de la base de una concepción irrespetuosa histórica de estas comunidades. Se les consideraba subhumanos, dignos de lástima y abandonados de Dios cuyas almas tenían que ser rescatadas. Sin embargo, son dueños de un conocimiento, de una ciencia y una forma de entender el mundo que es completamente válida. Si nuestras culturas hubieran podido dialogar en vez de haberse tratado de imponer violentamente la una sobre la otra creo que ahora mismo tendríamos un mundo más cercano a la paz.
P.- ¿Perviven de alguna manera esas comunidades?
R.- Hay algunas que resisten, hubo muchas que desaparecieron porque fueron arrasadas o porque sus supervivientes renunciaron por completo a sus raíces. Más que un genocidio de personas, lo que hubo es una violencia cultural. Se impuso la idea de que una estaba por encima de la otra y se masacró esa tradición.
P.- Habla mucho de las implicaciones del filme en el presente, ¿no hemos superado ese episodio histórico?
R.- A mí lo que me interesaba no era hacer una película sobre el pasado sino sobre como el pasado dialoga con el hombre contemporáneo. Todavía tenemos mucho que aprender de esas culturas. El proceso de civilización se ha basado en eliminar y olvidar todo ese pasado pero los hombres lo llevamos dentro desde tiempos inmemoriales. Rescatar la historia es importante para el conocimiento propio y nuestra relación con el mundo.
P.- Vemos dos Amazonas, el peligroso y oscuro de los blancos y el lugar panteísta de los indios. ¿Es el río un organismo vivo y polisémico?
R.- Queremos acercar al espectador a un viaje a lo desconocido. El Amazonas no cabe ni en una película ni en mil. Vemos algo más grande y más complejo. Para la tradición occidental la jungla es agresiva y oscura, un lugar hostil que lleva a la locura. Los indios conciben la selva de una manera completamente distinta. Para ellos es un lugar de reposo, tranquilo, de respeto y reverencia. La violencia no está en la selva sino en el corazón de los hombres. A través del contacto y el diálogo es posible evitar el desastre. La tragedia sobreviene cuando se rompe el equilibrio. Lo mismo sucede con los pueblos. Las culturas indígenas son abiertas al diálogo y a las ideas ajenas porque están acostumbrados a convivir con cientos de culturas diferentes. La violencia surge cuando se rompe ese diálogo.
Imagen de la película El abrazo de la serpiente de Ciro Guerra
P.- ¿Por qué ha rodado la película en blanco y negro?R.- Nos basamos en los diarios de los primeros exploradores pero también en las imágenes fotográficas que tomaron. Son fotos muy primitivas, casi daguerrotipos. Nos muestran una Amazonia muy distinta a la que vemos actualmente, la del turismo y el comercio. Honestamente, no encontraba ningún tipo de película que expresara los colores de esa época o más concretamente, lo que significaban esos colores para las comunidades indígenas. Al utilizar el blanco y negro, activamos la imaginación del espectador y esa imaginación es más real de lo que pudiéramos presentar. Además, al ser los humanos y la naturaleza del mismo color lo vemos de una manera parecida a cómo lo perciben los indígenas, nosotros veríamos el verde de la jungla y el color de los humanos, ellos lo entienden más como un todo.
P.- Sin duda, uno de los aspectos más controvertidos es el terrible papel que adjudica a las misiones católicas. ¿Fue un brazo más de la barbarie?
R.- Esa parte del cura que abusa de los niños y del iluminado que parecen más locas o imaginadas son las más reales. Se basan en los testimonios directos de las comunidades indígenas y en los diarios de los exploradores. Existen matices, algunos curas tenían buena intención y ayudaron de alguna manera a los indígenas pero no se puede negar que la misión principal era negar su idioma y su cultura. Y hubo infinitos abusos. Durante años, las violaciones de niños por religiosos fue un tema tabú del que no se hablaba. Cuando proyectamos la película en la Amazonia muchas personas mayores vinieron a darnos las gracias por haberlo contado. Hoy, la mayoría de indígenas son evangélicos o católicos radicales. Casi no es posible encontrar rastro de creencias antiguas.
P.- Esa jungla colombiana la asociamos hoy a la actualidad del proceso de paz entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC. ¿Qué papel han jugado los indígenas?
R.- Para los colombianos, durante los últimos 30 años la Amazonia ha sido un lugar peligroso asociado a los cultivos ilícitos y las FARC u otros grupos ilegales que tenían el control. Las comunidades indígenas han padecido el conflicto colombiano que ven como una extensión de la violencia que siempre se ha ejercido contra ellos. Para ellos es una historia de explotación, primero fue la quina, luego el caucho, la coca y ahora la minería. Su relación con el mundo occidental es de extracción y explotación. Muchos indígenas terminaron reclutados por los distintos ejércitos en guerras que no les pertenecen o desplazados por la violencia.
@juansarda