Leonardo DiCaprio con su Oscar al mejor actor por El renacido

El filme de Tom McCarthy se lleva el premio a la mejor película mientras que DiCaprio consigue su primera estatuilla e Iñárritu hace historia al conseguir su segundo Oscar a mejor director consecutivo, algo que solo habían hecho antes que él John Ford y Joseph Leo Mankiewicz.

Un Oscar para Leonardo DiCaprio se había convertido en un clamor mundial. De una punta a otra del mundo, los fans reclamaban una estatuilla que se le resistía al actor de aquella épica Titanic, colaborador habitual de Martin Scorsese en los últimos años (Infiltrados, El Lobo de Wall Street). Y Leonardo DiCaprio por fin consiguió su Oscar por su interpretación del sufrido protagonista de El renacido, en la que, paradojas del destino, da vida a una suerte de héore postracial avant la lettre. Porque si DiCaprio fue la imagen más destacada de la noche, otros se quedaron cerca. Como la estampa de Alejandro González Iñárritu ganando, también por El renacido, su segundo Oscar consecutivo al mejor director, tras el que obtuvo el año pasado con Birdman. Y la del equipo de Spotlight celebrando el inesperado premio a la mejor película cuando parecía cantado que El renacido sería la gran triunfadora. Y estuvo Chris Rock, el presentador afroamericano, claro, que abrió la gala con un discurso demoledor en el que propuso que en el "in memoriam" se incluya a los negros asesinados a tiros por la policía, provocando una reacción de asombro en la concurrencia.



Lo dijo también Chris Rock en su discurso inaugural, en Hollywood sucede una cosa curiosa, no dan trabajo a los negros ¡pero son liberales! Y las películas ganadoras, a pesar de su "blanquidad", hacían gala de esos valores. Spotlight es una defensa casi se diría que a estas alturas vintage de los "viejos" valores del periodismo y casi sorprende a estas alturas ver un filme en el que el momento de máxima tensión llega cuando los periódicos son impresos y salen a la venta. Tinta, papel y titulares para honrar al equipo periodístico de The Boston Globe que se enfrentó a la jerarquía de la Iglesia Católica en Massachusetts para destapar no solo los casos de pederastia a los que se enfrentaba la diócesis de Boston, también la forma en que la jerarquía de la Iglesia intentó tapar los escándalos dando la espalda a las víctimas.



Oda a la purificación mediante el sufrimiento y versión "políticamente correcta" de la colonización de Estados Unidos por parte de los europeos (aquí los indios son los buenos y el malo es Tom Hardy), en el año en que Trump ha acusado a los mexicanos de ser una panda de vagos y violadores, no deja de ser extraordinario que un cineasta del otro lado de la frontera como González Iñárritu haya conseguido no una vez sino dos el premio como mejor director. El renacido es una película fantástica cuyo mensaje de las segundas oportunidades y la capacidad de sobreponerse a la adversidad encaja a la perfección con el imaginario de unos premios con una larguísima tradición de personajes luchadores que logran lo imposible cuando nadie lo esperaba. Esto es Hollywood.



Si Leonardo DiCaprio emerge literalmente de la tierra para resucitar y cobrarse su venganza, Brie Larson también regresa a la vida en La habitación, película recién estrenada en nuestro país que recrea, de manera libre, la odisea de aquella mujer austríaca secuestrada por su propio padre que vivió durante años en el sótano de la casa familiar junto a los sucesivos hijos que el padre engendraba en ella. Una historia terrible de abusos y violencia que Hollywood convierte en una oda a la supervivencia y donde Brie Larson se luce en un papel de un dramatismo extremo.



La sorpresa vino por parte de Alicia Vikander, actriz sueca de 28 años que obtuvo el Oscar a la mejor actriz secundaria por La chica danesa, la historia del primer transexual de la historia. El galardón respalda una fulgurante trayectoria internacional que comenzó con todo un clásico como Anna Karenina y culmina, de momento, con esta interpretación de sufrida esposa. Como mejor actor secundario ha sido galardonado Mark Rylance, quien da magnetismo y humanidad a su interpretación de un espía ruso infiltrado en Estados Unidos al que defiende Tom Hanks en El puente de los espías de Steven Spielberg.



Sin duda una de las mejores películas del año, El hijo de Saúl ha conquistado para Hungría el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. El debutante Laszlo Nemes nos introduce en este poderoso filme en un campo de concentración para que vivamos y sintamos junto al desdichado protagonista el horror del horror.



Una paradoja: aclamada por la crítica, Mad Max podía haber sido una digna ganadora, pero Hollywood sigue produciendo películas de superhéroes de manera serial y al mismo tiempo, salvo en contadísimas excepciones (El silencio de los corderos), jamás premia a películas de género. Sin embargo, esta fastuosa película de George Miller ha sido la más premiada en números totales con seis galardones para montaje, sonido o vestuario (arrebatándoselo a Paco Delgado, que sigue fulgurante, eso sí, con su segunda nominación).



Respecto a la gala, la paradoja de ese Hollywood liberal en las formas pero conservador en el fondo estuvo más viva que nunca. Chris Rock estuvo demoledor en sus intervenciones aunque al mismo tiempo hizo equlibrismos para justificar su propia presencia ("si no lo hago yo, lo hará otro") y tuvo momentos ingeniosos como cuando recaudó 65 mil dólares de los VIPS asistentes en galletas para las chicas scout. Contradicciones de una industria que ignora olímpicamente la mayoría de películas que produce y engrosan sus millonarias arcas y al mismo tiempo que reivindica su capacidad para el prestigio y no deja de dar la impresión de ser un selecto club de millonarios. Muy bien producidos, muy dorados, muy lujosos, los Oscar son un grandioso espectáculo tan lleno de contradicciones como fascinante.