Las cinco protagonistas de Mustang
Mustang, ópera prima de Deniz Gamze Ergüven, nos introduce de manera asombrosa y con enorme sensibilidad en la realidad que crean entre sí estas "vírgenes suicidas" turcas haciendo parecer que ésta siempre ha sido una historia del país otomano.
Sin duda, hay una versión de las sociedades musulmanas que interesa más en Occidente y es aquella que incide en esos males que se esgrimen como diferencia sustancial en materia de derechos humanos entre un mundo y otro. En este sentido, Mustang, adaptación libérrima de la directora Deniz Gamze Ergüven de Las vírgenes suicidas (la novela de Jeffrey Eugenides y la película de Sofia Coppola) se inscribe perfectamente en ese cine de denuncia que favorecen los circuitos independientes. Ganadora de la Espiga de Plata en la pasada Seminci, del premio a la mejor primera película en los últimos premios del cine europeo, del Goya a la mejor película europea y de tres Césars franceses, incluido el de mejor debut, Mustang llega a las pantallas cargada de premios haciendo bueno aquello que decían los cineastas turcos en la mesa redonda.
Pero que la película nos hable de la situación de la mujer en las sociedades musulmanas y lo haga en tono crítico no quita méritos, y en este caso suma valor a un filme muy bien rodado e interpretado en el que la cineasta, de origen turco pero criada en París, nos introduce de manera asombrosa y con enorme sensibilidad en la realidad que crean entre sí esas "vírgenes suicidas" del país otomano. Conocemos la historia. En la versión original de Eugenides, cinco hermanas son encerradas en casa por sus padres, fanáticos religiosos y superprotectores, después de que una de ella intente suicidarse. Aisladas y exhaustas, las hermanas crean un universo propio de sensualidad y libertad que se enfrenta a la mediocridad castradora de sus padres. Poco a poco, la tragedia se va haciendo enorme y al final las cinco hermanas se suicidan.
En Mustang los fanáticos no son los padres, entre otras porque son huérfanas y las crían sus tíos, son todos, los propios familiares de las desdichadas jóvenes y sus estúpidos vecinos que aplauden un castigo inhumano. La cineasta logra dotar de personalidad propia a cada una de las hermanas (más o menos rebeldes, más o menos inteligentes) para plasmar con conmovedora poesía esa realidad paralela que construyen para aislarse de su propio aislamiento y para volar con su imaginación más lejos de lo que les permite las estrecheces de una sociedad donde reina la tiranía de la idiotez. No solo eso, el filme logra crear un convincente y poliédrico retrato de la figura del malvado, ese tío que quiere a las niñas pero no es capaz de enfrentarse a los mandatos de un entorno que decide su futuro como sumisas esposas desde el momento en el que nacen.
En Mustang, Gamze Ergüven refleja dos sociedades contrapuestas. La belleza y vitalidad de esos jóvenes frente a la demencia de un entorno que detesta la belleza porque actúa como un espejo que refleja su propia mediocridad. Además, para los hombres, el mundo privado de las mujeres es siempre un misterio fascinante que esta película logra descifrar con desarmante belleza. Hay poesía y hay verdad en este bello filme que conmueve y deje poso en el recuerdo.