Truffaut y Hitchcock durante sus conversaciones de 1962

A partir del famoso libro de conversaciones entre Truffaut y Hitchcock, con el que el francés reivindicó la genialidad del autor de Psicosis, los cinéfilos Kent Jones y Serge Toubiana elaboran un fascinante documental. Con acceso a los audios de las entrevistas y la participación de cineastas como Scorsese, Fincher y Assayas, Hitchcock/Truffaut, que se estrena el 1 de abril, es un magnífico ensayo de divulgación y análisis cinematográfico.

Toda la historia del libro de entrevistas Hitchcock / Truffaut, según anotaba el cineasta francés en el prólogo a su edición definitiva de 1983, estaba destinada a cambiar la mente del público y la crítica norteamericanos. En agosto de 1962, cuando se grabaron la mayor parte de las entrevistas en los estudios Universal, y que daría lugar al libro El cine según Hitchcock (1966), el británico ya era una figura venerada en Europa por los críticos de Cahiers du cinéma. Pero en Estados Unidos, donde el autor de Psicosis (1960) había rodado ya varias películas, su trabajo era examinado con desprecio, a partir de juicios evidentemente condicionados por la popularidad y fortuna que el "maestro del suspense" había acumulado con sus series para la pequeña pantalla Hitchcock presenta (1955) y Suspicion (1957). "A usted le gusta La ventana indiscreta porque, al no estar familiarizado con Nueva York, no conoce bien Greenwich Village", le dijo un periodista neoyorquino a Truffaut. El autor de Jules et Jim, la película que precisamente estaba promocionando en América, le contestó: "La ventana indiscreta no es una película sobre Greenwich Village, sino sencillamente una película sobre el cine, y yo sé lo que es el cine".



Es imposible eludir hoy, más de medio siglo después de aquellos míticos encuentros entre el maestro y el discípulo (o entre el dinosaurio y el bebé, como establecería Godard respecto a su relación con Fritz Lang), la trascendencia de Hitchcock, de Truffaut y de las conversaciones que mantuvieron no solo en la historia del cine, también en su historiografía. El cine se ha contado de muchas formas, pero cómo la contaron y la fabricaron estos dos genios en quimérica complicidad, admiración y respeto mutuo, es la forma que ha dominado el pensamiento de críticos, cineastas y espectadores hasta el día de hoy. De todo ello, de su corazón y sus alrededores, trata el iluminador y gozoso documental Hitchcock / Truffaut, que podríamos entender como una adaptación del libro de entrevistas, una especie de manual pedagógico, en ochenta minutos, que sintetiza las ideas y conquistas cinematográficas del autor de Vértigo (1958).



El núcleo de este documental, dirigido por Kent Jones, redactor-jefe de la revista Film Comment, y co-escrito con Serge Toubiana, actual director de la Cinemateca Francesa, son las cincuenta horas de conversación, a partir de un cuestionario de quinientas páginas, entre Hitchock y Truffaut. Los fragmentos de audio rubrican la vocación del filme de ofrecerse como "adaptación" del libro, al tiempo que actúan de fuerza centrífuga de las entrevistas que Jones realiza a cineastas como David Fincher, Martin Scorsese, Olivier Assayas, Wes Anderson, Richard Linklater o Kiyoshi Kurosawa en torno a la influencia del maestro en sus formas de entender el séptimo arte. Donde el filme realmente triunfa y atrapa su propósito es en su vocación didáctica, pues saca un extraordinario provecho de todos los testimonios -los de la entrevista original y los de los cineastas contemporáneos entrevistados- al confrontarlos con los fragmentos exactos de lo que comentan. Y es que, verdaderos estudiosos del corpus hitchcokiano, los directores de Malas calles (1973), Seven (1995) o Boyhood (2014) no se limitan a aplaudir al maestro, sino que ofrecen verdaderas lecciones de sintaxis cineamatográfica.



El cine inagotable

Qué duda cabe, la película de Jones es un regalo para la cinefilia, como lo fueron sus documentales previos sobre Elia Kazan y Val Lewton, pero también es una suerte de antorcha que críticos y cineastas se pasan de una generación a otra tratando de mantener viva la llama hitchcockiana. "Volver a La ventana indiscreta siempre es una nueva experiencia. Es una película inagotable -sostiene Jones-. Y eso no se puede decir de todos los cineastas. Es probablemente cierto para algunas películas de John Ford. En el caso de Howard Hawks, es un gran cineasta, pero hay que dejarlo en paz por un tiempo y luego regresar a él. Con Hitchcock no es así. He estado viendo sus películas continuamente". Las vemos en verdad todos nosotros aunque no sepamos que las estamos viendo, porque sus mecanismos están presentes en una serie televisiva o en una película ganadora en Cannes. A eso quizá ser referían Chabrol y Rohmer cuando en su obra seminal afirmaron que Hitchcock es el más grande inventor de formas del cine.



Es extraño que una película de esta naturaleza, que no oculta su destino televisivo, llegue a las salas de cine. Lo justifican la inmensa popularidad y relevancia de ambos cineastas. El condicionante de los derechos de imagen limita sin duda la proliferación de este tipo de documentales de historiografía y análisis cinematográfico -que son prácticamente ensayos audiovisuales-, pero hay multitud de precedentes ilustres. El propio Scorsese ha realizado varios. Volcó su erudición fílmica en Un viaje personal de Martin Scorsese a través del cine americano (1995) y de Mi viaje a Italia (2001), así como A Letter to Elia (2010), en torno al cine de Kazan. Todas ellas son piezas que en ocasiones revelan más sobre el propio Scorsese, y su forma de entender el cine, que sobre las películas y directores que analiza. Resulta fascinante descubrir qué tiene que decir el autor de Toro salvaje (1980) -y con qué pasión lo dice-, sobre los hitos del neorrealismo italiano y la enorme influencia que ejercieron en su filmografía. A su modo, La invención de Hugo (2011), la película familiar que hizo sobre George Méliès, es también una pieza de pedagogía historiográfica.



La necesidad de transmitir conocimiento es el nudo gordiano de estas piezas, y que en el caso de la película de Chris Marker Un día en la vida de Arsenei Arsenevich (2000), en torno al cine y la vida de Andrei Tarkovski, se ofrecen como emocionantes retratos de las pulsiones de grandes maestros. Es la obra maestra escondida en la carrera de Marker, capaz de encerrar el cine tarkovskiano entre dos árboles y dos niños, y que formaba parte de la mítica serie Cinéma, de notre temps. En ella, un director retrata a otro director, de manera que la película resultante acaba revelando tanto del retratado como del retratador. Esa dinámica es la que se aprecia también en los testimonios de los cinestas entrevistados por Jones, que acaban extrayendo sus propias obsesiones del cine de Hitchcock. Así, Anderson destaca la sutileza de su estética, Scorsese su carácter religioso, Fincher el modo en que el maestro jugaba con el tiempo, etc.



El filme de Kent Jones y Serge Toubiana presentado con gloria en el pasado Festival de Cannes, y convertido así en un clásico inmediato del análisis cinematográfico, podría formar un estupendo programa doble con el cuarto capítulo de la serie televisiva The Story of Film: An Odyssey, del critico Mark Cousins, en el que analiza el cine hitchcockiano en diez pasos. El propósito de todos estos filmes pasa por ser especializado y divulgativo, ser cerebral y emocional, ser culto y popular. Los mismos propósitos que definieron el cine de Hitchock y Truffaut.