Image: Las citas ineludibles con el Cine Francés

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Cine

Las citas ineludibles con el Cine Francés

8 abril, 2016 02:00

Mi amor, de Maiween

Recreaciones históricas, comedia juvenil, thrillers y biopics, documentales especulativos, dramas familiares... No hay género o formato que no quepa en el cine francés contemporáneo. Proponemos un recorrido por las películas que conforman el programa de Tu Cita con el Cine Francés, en los Cines Yelmo Ideal de Madrid y con la colaboración de Air France y Renault, a lo largo del fin de semana.

La maquinaria de la industria francesa es imparable y heterodoxa. Caben todos los géneros, formatos y, en su necesaria labor como coproductor del cine periférico, también todas las geografías y culturas. Un año más, el cine francés desembarca en las salas madrileñas para presentar en primicia varios de sus títulos, que irán llegando a las cartelaras en los próximos meses. Lo cierto es que el cine galo, que nunca pierde de vista su carácter internacional, recuada más dinero fuera que en su país. En 2015 volvió a vender más de cien millones de entradas (unos 600 millones de euros) fuera de sus fronteras, que contrasta con las 72 millones vendidas en su territorio. Destacan desde Unifrance, el organismo que gestiona la promoción del cine francés, que el crecimiento se produce sobre todo en los mercados emergentes, como en Asia, primera zona de exportación del cine galo (28 millones de espectadores), y América Latina, que el año pasado batió el récord de espectadores al superar los 22 millones.

Películas como Taken 3, El principito, Samba o La sal de la tierra ocupan los primeros puestos de recaudación, si bien se ofrecen como los motores de una industria que a la sombra de sus grandes éxitos es capaz de producir más de 250 títulos de toda estirpe y condición, manteniendo la cantera activa y el abanico de ofertas siempre en expansión, con cabida para las comedias más taquilleras -el año pasado, en España la película francesa más vista fue Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?, de Philippe de Chauveron- pero también para las propuestas de autor más radicales y vanguardistas. En estos próximos días, durante la 3ª edición de Tu Cita con el Cine Francés de Madrid, podrán verse hasta ocho títulos que juegan en la franja central de la producción, es decir, que se ofrecen como paradigmas de un cine muy variado, en el que las ambiciones autorales y las pretensiones industriales no están necesariamente enfrentadas.

Con El juez (L'Hermine), dirigida por el veterano Christian Vincent -La discreta (1990), La séparation (1994), Les enfants (2005), La cocinera del presidente (2012), etc-, el cine de procedimientos jurídicos se hermana con la comedia romántica y la profundidad social. El gran Fabrice Luchini da vida al juez Michel Racine, presidente de un tribunal de lo penal, recientemente divorciado, a quien le precede la fama de su dureza y amargura. Su vida se verá fuertemente convulsionada cuando se topa con Ditte (Sidse Babett Knudsen, la primera ministra de la serie Borgen), miembro de un jurado popular, pues se trata de la mujer de la que se enamoró secretamente seis años atrás, cuando estuvo hospitalizado. Vincent, autor también del guion, apuesta por un romanticismo asciado a la melancolía, a los recuerdos ensoñadores del juez mientras preside un juicio en torno al presunto asesinato de un bebé de siete meses.

Capítulos históricos

Como señala la publicación The Hollywood Reporter, Vincent y su director de Fotografía Lauren Dailland filman los juzgados de tal modo que el sórdido caso se contagia a su atmósfera, sugiriendo que "la sala de juicios es como un teatro con público y un escenario con actores", mientras que los encuentros de Racine con Ditte están filmados en la semioscuridad, con primeros planos, remarcando el contraste entre ambos mundos. Lo realmente interesante del filme es el modo en que, paralelamente, la investigación del caso de asesinato resuena en las confesiones entre el juez y Ditte, como si ellos también fueran juzgados por el espectador. El amor, el pasado y un niño también ocupan el centro del filme Mayo de 1940, cuarto largometraje de Christian Carion, recordado por La chica de París (2001), Feliz Navidad (2005) y El caso Farewell(2009).

Fotogramas de El hombre perfecto y Mayo de 1940

La cinta histórica de Carion nos traslada al terrible capítulo de la historia francesa en la que millones de sus habitantes huyeron hacia el sur ante el avance del ejército nazi. Entre esos "refugiados" se encuentra el alemán Hans (August Diehl), quien escapó del nazismo y busca a la maestra de un pueblo, interpretada por Mathilde Seigner, a quien le confió su hijo. Los grandes dramas humanos surgidos en las guerras del siglo XX han sido utilizados por el cine francés de peor o mejor manera, si bien el éxodo de 1940 ha sido escasamente tratado. Carion se suma a la tradición de aquellos cineastas que buscan relatos humanistas en tiempos de guerra, y respaldado por una gran producción, destinada a todos los públicos, combina el drama y el espectáculo con la convicción de que los sentimienos de solidaridad y compasión deben prevelacer incluso en las circunstancias más terribles.

Monsieur Chocolat también aborda un capítulo histórico, pero de muy distinta raigambre. Dirigida por el actor y director Roschdy Zem -Omar m'a tuer (2011), Bodybuilder (2014)-, narra la vida de Rafael Padilla, más conocido como Chocolat, el primer artista negro en aparecer en un escenario francés, que llegó a inspirar hasta al propio Toulouse-Lautrec y participó en varias películas de los Lumière. Protagonizada por Omar Sy, el mismo actor de la exitosa comedia Intocable, el filme aborda los perversos efectos de la fama, el dinero fácil, el juego, la amistad y la discriminación, mostrando el modo en que un esclavo procedente de Cuba se convierte en un artista libre y reconocido en Europa, donde formó pareja con el payaso Footit para conquistar las audiencias del barrio bohemio de Montmartre. Con este biopic, que aglutina todos los ingredientes de una gran historia, Sy entrega una interpretación de gran intensidad emocional bajo la piel de un artista de circo que buscó el respeto del público a un arte despreciado.

Estos títulos ejemplifican un cine donde ambiciones actorales y pretensiones industriales no se pelean

El respeto y la fama es también lo que busca el joven Mathieu (Pierre Niney) en El hombre perfecto, de Yann Gozlan, que debutó hace cinco años con Captifs. Pero lo hará desde la impostura y el delito. Aspirante a escritor, el sueño de convertirse en una figura de las letras francesas se le escapa de las manos mientras se gana la vida trabajando en una empresa de mudanzas y las editoriales rechazan sus mediocres escritos. Cuando se topa con el manuscrito de un viejo soldado que acaba de morir -un diario de guerra escrito con sorprendente calidad y originalidad-, decide apoderarse del texto y firmarlo con su nombre. Así se pone en marcha un thriller de consecuencias irreversibles, que Gozlan dirige con magnetismo, buscando la complicidad del espectador en la espiral de engaños al que se ve abocado el protagonista.

Junto a El juez, también aterriza hoy en las salas españolas el filme de Maiwenn que inauguró el pasado Festival de Cannes, Mi amor (Mon roi). Es una historia truculenta de amores imposibles. Emmanuelle Bercot interpreta a la abogada Tony, quien rememora en un hospital los años vividos juinto a Georgio (Vincent Cassel), un vividor adinerado, un diletante, marcados por la presencia de un hijo llamado Simbad, centro de disputas por su custodia legal. El filme muestra a través de un desenfrenado carrusel de estallidos emocionales y torrentes de pasión los altibajos en la relación de la pareja, sus rupturas y reconciliaciones, que salvando las distancias podría ofrecerse como un remake del clásico del gran Maurice Pialat Nosotros no envejeceremos juntos (1972).

Fotogramas de Belles Familles (arriba), Monsieur Chocolat (izquierda) y El Juez (derecha)

Y frente a tanto drama, la comedia también estará presente en la nueva cita con el cine francés. El novato (Le Nouveau), uno de los grandes éxitos del último cine galo, se centra en las aventuras escolares de un niño de catorce años, Benoit (Réphaël Ghrenassia), que abandona su vida en el campo para mudarse a París. En la gran ciudad pronto se siente aislado y es víctima del acoso por compañeros de clase. En contraste, Benoit contempla como una niña sueca, también nueva en la ciudad, se integra sin problemas, por lo que decide organizar una gran fiesta. El director Rudi Rosenberg encuentra el modo de equilibrar el tono ligero y el humor inteligente con el retrato generacional, y entrega un filme original, sin pretensiones, muy divertido pero lejos de ser vulgar. Sobre todo, se atreve a tratar con respeto y sin efectismos dramáticos un tema especialmente delicado, como es la dificultad de integración de niños "diferentes" en los códigos y las inercias sociales.

El ayer y el mañana

Si El novato cuenta con un reparto de debutantes y rostros nuevos, donde el único actor conocido es Max Boublil, Belles familles está protagonizada por uno de los rostros más emblemáticos de la cinefilia francesa, el gran Mathieu Amalric, que con películas como Tournée (2010) o La habitación azul (2014) ha demostrado que lo suyo no es solo actuar sino también dirigir. En el filme de Jean-Paul Rappaneau, director de Cyrano de Bergerac (1990), da vida a un empresario que vive en Shanghai y que regresa a su pueblo natal cuando se entera por su madre y su hermano que la casa familiar se va a vender. Rappaneu pone en marcha una sinfonía de interpretaciones -aparte de Amalric, Nicole Garcia, Karin Viard, Gilles Lellouche y André Dussollier-, una estupenda farsa familiar en clave de drama gaélico, en la que el amor y el legado caminan juntos, como en la magnífica Las horas del verano (2008) de Olivier Assayas.

El Novato equilibra el
tono ligero y el humor inteligente con el retrato generacional
En la selección de las producciones más destacadas del año también hay lugar para el documental. En este caso, el documento especulativo, pues Mañana (Demain), codirigida por Cyril Dion y Mélanie Laurent, propone un futuro más brillante para la humanidad que el que parecen profetizar tantos cataclismos desde que inauguramos el milenio. A partir de un estudio que anunciaba la desaparición del hombre en este siglo XXI, los cineastas galos emprendieron una investigación a lo largo de diez países para recoger evidencias de que el futuro no está escrito, y que la inercia apocalíptica puede invertir su sentido. Para ello muestran revolucionarios inventos aplicables a la agricultura, la energía, la economía, la democracia y la educación, cuya puesta en práctica reinventaría un mundo más habitable. Ante tal diversidad de propuestas y creadores, el cine francés tiene al menos su futuro garantizado.

@carlosreviriego