Fabrice Luchini en El juez

En Besos robados (1968), una de las películas que Truffaut dedicó al atribulado Antoine Doinel, el personaje comienza a trabajar en una agencia de detectives privados. Uno de sus primeros encargos se lo hace un zapatero que quiere descubrir por qué cae mal a la gente a pesar de su éxito en los negocios. Algo parecido le pasa al juez que interpreta de manera magistral Fabrice Luchini en esta notable película francesa titulada, precisamente, El juez, y dirigida por Christian Vincent, conocido por estos pagos por La cocinera del presidente (2012). Porque el magistrado de Luchini ha logrado ser presidente del Tribunal de lo Penal pero no logra ser apreciado por sus compañeros, al mismo tiempo que lidia con su próxima jubilación, un matrimonio roto, una gripe y aun peor, un enamoramiento.



Hay muchas películas en El juez y todas están bien. En primer lugar, el venerable Luchini se luce con una minuciosa construcción de un personaje vanidoso y relamido pero indiscutiblemente eficaz y buen profesional al que logra insuflar vida y corazón a pesar del inevitable rechazo inicial. Un personaje de esos que conocemos, consciente de su importancia, lo cual siempre nos resulta antipático, pero también riguroso y en el caso que nos ocupa, justo. Además, es un filme judicial en el que asistimos al proceso contra un joven de 27 años acusado de haber matado a su bebé de siete meses a patadas. Proceso que vemos a través de los ojos del experimentado Luchini y de los inexpertos jurados, donde Vincent parece querer realizar un canto a la bondad y al sentido común del francés corriente porque, por una vez en esta película, se hace justicia. En El juez, la democracia, funciona.



Y es, en último término, una película de amor entre un hombre que comienza a avistar la vejez y cae rendido como un colegial ante una de las jurados, a la que ya había amado cuando la conoció siendo paciente y ella doctora. La actriz Sidse Babett Knudsen (conocida por la serie Borgen) da magnetismo y belleza a su personaje y al mismo tiempo funciona a la perfección la química entre ambos, de manera harto misteriosa. Con su rica galería de personajes y situaciones dramáticas, un fino sentido del humor y la ironía que matiza cada una de las posturas, El juez logra desprender humanidad y ternura transmitiéndonos la cálida sensación de haber visto algo real y verdadero, reflejando a la vez una realidad gris y monótona bajo la que late el corazón de unos ciudadanos con vidas difíciles que, como ese juez de Luchini, también hacen lo que pueden por ser justos. Una bella película.



@juansarda