Yared Zeleke.
El director etíope, primer cineasta de su país en concursar en el Festival de Cannes, estrena Efraín, una historia con tintes autobiográficos que retrata una dura realidad marcada por la pobreza y un integrismo religioso machista y brutal.
Pregunta.- Es la primera película etíope de la historia que traspasa fronteras. ¿Además de director se siente un poco representante de su país?
Respuesta.- Es muy intenso y es abrumador. No solo fue la primera película de Etiopía, también era la única película africana en todo el Festival de Cannes. Mi país tiene el tamaño de España, Portugal y Francia juntas, son 83 lenguas y sus respectivos grupos étnicos. Es un lugar muy grande y solo he representado a una parte muy pequeña. Ya no hablemos de África. Por otra parte, me siento afortunado, es fantástico ir por el mundo y que la gente te diga que has contado la historia de su vida.
P.- Su película trata de contar una historia muy universal. ¿Quería huir de la idea de que lo que pasa en África no es exportable a otros lugares?
R.- Hay dos cosas. Nací y crecí allí. Muchas películas sobre el continente me decepcionan porque se ruedan desde la distancia. Muchas veces, porque los africanos no tienen la manera de aprender a hacer cine así que las dirigen cineastas europeos o americanos. No digo que no tengan buenas intenciones, pero siempre notas esa distancia, no me interesa la historia de la "africana víctima". Cuando eres de allí sabes cómo huele y qué sabor tiene. En segundo lugar, cualquier buena historia tiene que ver con el personaje. Y cuando quitas los filtros del color de piel o la nacionalidad somos seres humanos y somos complejos y yo estoy interesado en explorar esa complejidad.
P.- ¿De qué forma le ha influido en su mirada sobre su país sus años en Estados Unidos?
R.- Gran parte de Etiopía es medieval. Es un país clavado en tradiciones muy antiguas. El cristianismo llegó allí antes que a ningún país de Europa y por eso estamos tan cerca del judaísmo y tenemos mucha población judía. Es una sociedad muy tradicional de granjeros muy religiosos. No es fácil en muchos niveles. Es un Estado policíaco en el que hay una gran censura. Trata de estabilizarse pero la realidad es un Estado opresivo. No se puede hacer una película como la de Haneke o Von Trier en Etiopía porque las autoridades no me lo permitirían. Efraín no solo era la película que quería hacer, también era la que podía hacer.
P.- Esa dureza de las condiciones de vida contrasta con la belleza del paisaje. Al contrario que muchas películas africanas, Efraín tiene una factura de lujo. ¿Buscaba reflejar esa belleza?
R.- Etiopía es aún más bonita de lo que parece en mi película. En todas partes piensan que es un desierto cuando es un país muy montañoso y verde. Tiene una gran altitud y muy buen clima, es como el cielo, es muy bonito. Utilizo la belleza estética de forma intencional para equilibrar la dureza de la vida allí. La película trata sobre un niño que lo ha perdido todo y es devastador y es trágico. Pasan cosas terribles pero hay mucha ternura y mucho humor como en todas partes del mundo. El paisaje es una parte esencial aunque solo sea para que el mundo sepa lo bonito que es mi país.
P.- ¿Cree que hay muchos prejuicios respecto a Etiopía y África?
R.- Muchísimos. Por ejemplo, al meter en el mismo saco a todos los países africanos cuando vivimos muy aislados los unos de los otros. Los africanos nos conocemos muy poco entre nosotros, somos demasiado pobres. Incluso en Etiopía hay muchas partes que no conozco. Empezando porque la gente piensa que es un desierto. Es como si vas a Suiza y les dices: ¡Oh, pensaba que aquí había un desierto!".
Fotograma de la película Efraín
P.- La película es muy crítica con la rigidez de las costumbres y el ultraconservadurismo. ¿Quería ser explícitamente crítico?R.- La película trata sobre definir quién eres en un lugar donde se asignan roles muy rígidos según el sexo que tengas. En ese contexto ser libre es un reto enorme. Alguien ha comparado esta película con Mustang pero Etiopía no es Turquía. Las mujeres pueden divorciarse y no tienen por qué aguantar cualquier cosa de sus maridos. En las familias, la persona mayor es la cabeza sea hombre o mujer. Hay una cultura machista pero las mujeres también tienen cierto poder.
P.- ¿Cómo fue la selección de actores y el rodaje?
R.- Muy difícil. Vimos a más de siete mil personas para el casting. Teníamos que encontrar a gente con talento y sacarlo a la superficie. No es como en Nueva York donde tienes a cientos de actores haciendo cola.
P.- Lamb recuerda al clásico El despertar (1946), sobre la relación de un niño con un ciervo. ¿Qué influencias tuvo?
R.- Esa película la vi durante el proceso de preproducción como otras con animales como Lassie o Kes. Es curioso porque ninguna película se ha hecho con una oveja o un cordero. La mayor influencia son las películas de Robert Bresson o el indio Satyajit Ray. De Bresson me gusta mucho su mezcla entre realismo y espiritualidad. Hay un aspecto metafísico en sus películas muy interesante. De hecho utilicé la última escena de Al azar de Baltasar como referencia. Me gustan mucho el neorrealismo italiano o Truffaut.
P.- ¿Cómo llegó a estudiar cine en Nueva York?
R.- Fui lo bastante loco como para pedir una beca y me la dieron. Soy el primer etíope que ha estudiado cine en Estados Unidos. Allí tuve la suerte de tener profesores como Todd Solondz o Spike Lee, que me ayudaron con el guion. Especialmente Solondz me ayudó mucho con las primeras versiones. Efraín era esa película que sueñas que quizá algún día harás y he tenido mucha suerte todo el tiempo.
P.- La madre muere debido a la famosa hambruna de los 80. ¿Qué puede contarnos sobre ello?
R.- La hambruna sucedió en una provincia, no en todo el país. Hubo dos motivos. Problemas generados por el cambio climático y provocados por Occidente. Y segundo, porque había superávit de comida en el norte pero debido al conflicto político como medida de guerra se cortó el suministro. Esto es un hecho. Pero en Occidente la gente piensa que somos un país fracasado y seco en el que no hay nada. Yo no perdí familia directa pero sí conocí a mucha gente que lo sufrió. Cuando llegué a Estados Unidos me enteré que en vuestros países había muchos chistes sobre ello. Sencillamente no lo entiendo. Esos chistes representan la oscuridad. Hay unos que no se reían: los irlandeses.
@juansarda