Ben Wheatley
El británico Ben Wheatley se ha convertido en un verdadero autor de culto con películas como Down Terrace, Kill List o Turistas. Estrena ahora High-Rise, su obra más ambiciosa, adaptación de la novela homónima de J. G. Ballard, un infernal viaje al exceso y la destrucción de la civilización moderna.
Escrita por la que ha sido guionista de todas sus películas, Amy Jump, la adaptación de la novela del maestro británico de la ciencia ficción lleva siendo una obsesión para el director desde que la leyó en la adolescencia. "Me impactó mucho la primera vez que la leí aunque no estoy muy seguro de que entendiera exactamente lo que cuenta. Después la he vuelto a leer un par de veces más y siempre me sorprende su capacidad visionaria. Ballard supo ver que nos dirigíamos a un mundo en el que el valor del dinero sería un absoluto y donde la tecnología tomaría el mando de nuestra vida diaria".
Pregunta.- High-Rise avanza implacable hacia el caos. ¿Cómo es dirigir un filme en el que decenas de actores acabarán en una orgía de sexo y sangre?
Respuesta.- Hay un caos planeado. Siempre dibujo mis películas enteras antes de rodarlas aunque después haya espacio para la improvisación. Pero necesito ver la película antes da hacerla y en este caso era especialmente importante. Para mí sería muy difícil rodar un filme como este sin un story board muy claro.
P.- ¿Qué es lo que más le atrae de la novela de Ballard?
R.- Es un escritor que me fascina. En los años 70 se hizo una ciencia ficción que trascendía los límites del propio género para plantear visiones de la sociedad a la que no podía llegar el realismo, porque la ciencia ficción es un instrumento perfecto para revelar las pulsiones ocultas. La civilización crea burbujas que no permiten ver la realidad de las cosas y Ballard tiene la capacidad de romper esa burbuja y sobreponerse a la histeria del momento para descubrir cuáles son los fenómenos de fondo. Lo más sorprendente hoy mismo es hasta qué punto anticipó que los ricos vivirían cada vez más separados del resto de la gente. Hoy quizá es muy fácil percibir eso, pero Ballard supo ver que la revolución de Thatcher nos llevaría hasta el lugar en el que estamos hoy.
P.- Sorprende en ese edificio que plantee la metáfora de una manera tan poco sutil: los ricos arriba y los pobres abajo.Ballard supo ver que el valor del dinero se convertiría en un absoluto y la tecnología tomaría el mando de nuestras vidas"
R.- Es tan obvio que deja de ser una metáfora y por eso lo mejor es no esconder la sencillez del planteamiento del propio Ballard. Más que un edificio es una torre en la que los seres humanos están luchando entre sí para coronarla. Mi cine siempre ha buscado la forma de utilizar el género para añadirle una sensibilidad de cine independiente y eso es exactamente lo que hace este filme. Bajo toda la fanfarria está la odisea interior de un personaje complejo.
En Turistas (2012), Wheatley nos presentaba a una pareja de decadentes cuarentones que emprenden una cadena de asesinatos para llenar sus vacaciones. Bajo la verbena sangrienta asomaba un demoledor retrato sobre la banalidad y la decadencia de una clase media occidental emprobrecida económica y espiritualmente por la telebasura y el consumismo. En High-Rise, el cineasta nos muestra un verdadero circo de las pasiones humanas en el que pululan un arquitecto cruel (Jeremy Irons), una vecina calenturienta (Sienna Miller) o un burgués sobrasobrado de testosterona (Luke Evans). Todo ello da lugar a un filme barroco y excesivo, en el que los seres humanos se convierten literalmente en animales depredadores cuando los vecinos de los pisos inferiores se rebelan contra los adinerados habitantes de las últimas plantas. La orgía de alcohol, sexo y violencia se ofrece como la escenificación de las luchas sociales.
P.- Nunca se ha hablado tanto de desigualdad como ahora. Economistas como Thomas Piketty o Joseph Stiglitz alertan de que es el principal reto al que nos enfrentamos. ¿Quería hacer un filme político?
R.- Esta película no es Metropolis de Fritz Lang, no es una revuelta de los pobres contra los ricos, sino que observa la manera en que la clase media se ha destruido a sí misma y habita en la desesperación por salir del lugar que la sociedad le otorga. Cuando ves las noticias te das cuenta, con casos como los papeles de Panamá, de que los ricos hace mucho tiempo que encontraron la manera de separarse de los demás y no pagar impuestos como hacen todos los asalariados. Y la clase media quiere estar allí. ¡El propio padre de David Cameron estaba metido en eso!
Ben Wheatley y Jeremy Irons en el rodaje de High-Rise
P.- Lujuria y desenfreno son elementos muy comunes en el cine de los 60 y 70, pero han ido desapareciendo del cine actual. ¿Quería rescatarlos?R.- Cuando veo el cine de los años 70 solo puede sentir envidia por el grado de libertad con el que trabajaban los directores entonces. Muchas de esas películas hoy serían completamente impensables. No concibo una película sin lujuria porque en la vida hay lujuria y veo la vida como una combinación de algo trágico que al mismo tiempo puede ser divertido. Lo más fantástico de Ballard es que sabe reírse de las cosas y a la vez hacer un comentario sobre el mundo de gran profundidad. Me gustaría que los espectadores se rieran y se emocionaran, así que he buscado el equilibrio entre las dos cosas.
P.- Owen Jones escribe en El Establishment sobre la forma en que la clase alta británica ha logrado hacerse con el poder en democracia para subvertirla. ¿Es una especificidad británica?
R.- No lo creo. Me hablan con frecuencia del sistema social inglés y me sorprende la forma en que en cada país la gente entiende la película de manera distinta. Creo que High-Rise plantea una metáfora universal en el que el principal valor es el dinero. No creo que importe si la gente es rica desde hace siglos como en el caso de Gran Bretaña o si son nuevos ricos, porque el dinero se ha convertido en el principal y único valor, da igual de dónde salga. Cuanto más ganas más capacidad tienes para separarte de la otra gente y vivir en un mundo aislado.
P.- El edificio más que un personaje es el centro de toda la película. ¿Cómo lo diseñó?
R.- La dificultad era que el espectador entendiera que todo sucede siempre dentro del mismo edificio, aunque cambiemos por completo la escena. Al director de arte se le ocurrió ese pilar que lo atraviesa y nos sitúa de inmediato en el mismo espacio. El edificio acaba siendo un ser animado que presiona a todo el mundo, como una carga para sus habitantes. Pero no es una película sobre arquitectura. No quiero hablar de la forma en que los arquitectos han modelado el mundo contemporáneo, porque es muy distinta la experiencia de vivir en Manhattan o en Barcelona. Lo que no cambia es esa división social.
R.- Por primera vez en toda mi vida he tenido todas las cartas de la baraja. Mis películas eran baratas porque no tenía más remedio que hacerlas baratas, así que ha sido una bendición poder contar con todos los medios que precisaba. La sensación que he tenido es que por fin he podido hacerlo bien, como a mí me gusta, y que además he tenido tiempo para hacerlo. Ese es el verdadero lujo.
P.- Es una película hiperbólica y ruidosa, ¿temía agotar en algún momento al público?
R.- Me gustan películas como El lobo de Wall Street de Scorsese porque tienen esa intensidad. Ahora mismo lo más frecuente es hacer filmes predecibles que no violentan al espectador. Lo que yo quiero es precisamente violentarlo. Será difícil que vuelva a contar con tanto presupuesto porque lo más probable es que una película como ésta solo tenga un sentido para la ventana de internet o en los festivales de cine, pero si algo busco en mi cine es intensidad, quiero que sea una experiencia.
P.- Turistas le cambió la vida. ¿Por qué cree que tuvo tanto éxito? R.- Es muy divertida. El mundo está lleno de gente que tiene la sensación de que está atrapada en una vida que no le gusta. El sistema atrapa y se convierte en una trampa de la que es muy difícil salir, y la película tiene algo de liberador. Hay mucha gente a la que no le gusta ese filme. Lo que más me gusta de mis películas es que crean pasiones. Hay gente que las adora y gente que simplemente las detesta.
@juansarda