Andrés Di Tella
El documentalista argentino clausura esta tarde la muestra que le ha dedicado Casa América con una performance.
Pregunta.- En 327 cuadernos Ricardo Piglia dice que la literatura es siempre autobiográfica y, al mismo tiempo, es el lugar en el que siempre es otro el que habla. Esto se adecúa bastante a su estilo a la hora de abordar el documental, ¿no es así?
Responder.- Siempre digo, un poco en broma pero también un poco en serio, que a la hora de hacer cine me ha influido más la literatura que el propio cine. Y Ricardo Piglia me ha marcado muchísimo en este aspecto. Billy Wilder tenía una frase junto a la máquina de escribir que decía: "¿Qué habría hecho Lubitsch?". Y yo pienso en Piglia cuando estoy escribiendo un off o tengo que resolver cuestiones narrativas.
P.- ¿Pero el documental es autobiográfico, como piensa Piglia que es la literatura?
R.- No necesariamente, pero yo siempre me implico en lo que estoy contando. Muchas veces utilizo la primera persona, pero su uso no puede ser gratuito. La masiva utilización de la primera persona ha generado una reacción en contra. Si la usas tiene que ser un personaje con sus contradicciones, con sus luces y sombras, y con tus propias tripas. Te tienes que exponer, aunque ese narrador no tiene por qué ser exactamente igual a ti. Es un vehículo para llegar al espectador.
P.- ¿Cómo se logra una intimidad con el espectador?
R.- En esta película aparecen cuatro o cinco momentos de la vida de Ricardo Piglia gracias al diario y esto no es más que la puntita del iceberg. ¿Cómo haces para mostrar el enorme bloque de hielo que hay sumergido? Lo tiene que imaginar el espectador con sus propias emociones, asociaciones, recuerdos… De alguna manera, tú eres Ricardo Piglia.
P.- En este mundo que ha sucumbido al poder de la imagen, ¿tiene sentido el documental como mero registro de la realidad?
R.- El psicoanálisis dice que el trauma aparece cuando un niño presencia algo que no puede entender ni asimilar emocionalmente. Yo creo que es lo que nos pasa con la cantidad de información que recibimos de internet, de la televisión… Para escapar del trauma necesitamos una comunicación personal, de tú a tú. Este cine, a veces explícitamente y a veces implícitamente en primera persona, propone esa conversación de tú a tú.
P.- ¿Cuál fue el origen de 327 cuadernos?
R.- Ricardo y yo nos conocemos desde hace muchísimos años, pero hace tres o cuatro me encontré con él en la Universidad de Princeton. Yo estaba con la idea de hacer un diario cinematográfico y me acababa de comprar una cámara para ello. Se lo conté a Ricardo y me dijo que él también estaba liado con su diario, que quería hacer algo con sus 327 cuadernos. Hacía 20 años que habíamos hecho juntos una película sobre Macedonio Fernández, el maestro de Borges, y siempre quisimos repetir. Primero pensé que el leería su diario mientras yo hacía el mío propio, pero al final se convirtió en el diario de la lectura de un diario. Pero entonces la realidad nos dio un sopapo.
P.- Con la enfermedad de Ricardo Piglia…
R.- Si, en medio del rodaje le diagnosticaron ELA, una enfermedad degenerativa terrible. Yo pensé en abandonar la película porque no quería abordar la enfermedad. Pero el insistió en continuar porque tenía la necesidad de dejar su voz… Es algo que creo que nos pasa a todos y que yo he percibido haciendo documentales. Puede sonar pomposo pero creo que todos tenemos el instinto de dar nuestro testimonio, algo que la cámara y el micrófono suelen estimular. Hasta con mi padre he tenido conversaciones que jamás se hubieran producido sin la cámara.
P.- A veces lo inesperado o la incertidumbre dominan un proyecto, como es el caso en Fotografias. ¿Cómo debe enfrentar un realizador estos elementos?
R.- Lo inesperado es la esencia del documental, tienes que estar dispuesto a que se te quemen los papeles. Incluso tienes que estar esperándolo, y si no sucede te llegas a frustrar. El documental tiene que ver con la vida, que es estar frente a lo inesperado. Lo importante es saber captarlo, que sea visible y la gente pueda percibirlo.
P.- En este documental la utilización de las imágenes de archivo es bastante original. ¿Cuál era la idea al respecto?
R.- En casi todos los cuadernos de Ricardo hay papeles que recopilaba en aquel momento: fotografías, billetes de avión, un ticket de un guardamuebles, una publicidad, un programa de cine… Me parecían como una cápsula del tiempo y pensé en ilustrar el documental exclusivamente con esos papeles. Al final pensé que no era tan rico visualmente y opté por archivos cinematográficos. Por un lado utilicé películas familiares anónimas de la época que podían parecer auténticas filmaciones de la vida de Ricardo. Y la otra fuente a la que recurrí fueron descartes de telediarios de los 80, que tenían algo de diario también. En el diario de un escritor están los descartes de su literatura, lo que no utiliza en sus novelas o solo mínimamente. Cuando Ricardo vio la película dijo que le parecía que tenía mucha afinidad con su propia poética.
P.- ¿Cuál era el sesgo para descartar una imagen?
R.- Hay que ser consciente de que cada plano tiene un valor metafórico. Una imagen de un árbol meciéndose por el viento no es solamente un árbol, es ese árbol pero también otra cosa. Puede evocar el cambio de estación, el paso del tiempo, la muerte... Estas imágenes permiten que el espectador haga asociaciones sin necesidad de ningún epígrafe. Y las imágenes de archivo también tienen esa capacidad. Las buscamos y fue un proceso largo. Primero me tenían que gustar estéticamente y después tenían que tener una dimensión metafórica.
P.- En 2015 más de la mitad de las películas que se estrenaron en España fueron documentales, un dato sin precedentes en nuestra cinematografía. ¿Cómo valora este dato?
P.- En Argentina debe de ser parecido. Es muy fácil rodar un documental, no necesitas un gran equipo ni mucho dinero. Hoy en día, al igual que alguien escribe un diario, también tiene la posibilidad de filmar una película, o estamos muy cerca de que sea así. Este género atraviesa un momento extraordinario, con grandes películas y con una gran variedad y libertad formal. Después la gente que va a ver un documental en el cine es restringida, pero tenemos la televisión. 327 cuadernos se estrenó simultáneamente en una pequeña sala de un museo de Buenos Aires y en la televisión pública de Argentina, para todo el país. Fue algo novedoso ya que siempre se pensó que emitir una película por televisión se pierde público en las salas. Yo creo que son públicos distintos. Además la emisión de la película coincidió con la publicación del primer tomo de Los diarios de Emilio Renzi de Ricardo Piglia. A veces hay que tener un poco de imaginación y buscar un hecho que trascienda al documental.
P.- El problema es que este cine es prácticamente invisible. Son muchas películas pero prácticamente no se ven...
R.- Mis películas siempre terminan en la televisión y me sorprende la cantidad de feedback que generan. Y después casi todas mis películas están disponibles en Vimeo gratis y también me sorprende la cantidad de gente que las ve, muchas más de los que las vieron en el cine.
P.- ¿Por qué cree que no es una práctica habitual?
R.- Por problemas de derechos o prejuicios. Muchos piensan que si dan una película gratis nadie la va a comprar, pero no creo que el negocio esté ahí. El negocio está antes, en la financiación de la película. Pero no es fácil vivir del cine documental. Sin embargo hay muchos prejuicios e ideas preestablecidas al respecto.
@JavierYusteTosi