Jake Gyllenhaal en un momento de Demolición
La falta de horizontes, la búsqueda de afectos y la destrucción dominan Demolición, la nueva película de Jean-Marc Vallée, la historia de un ejecutivo en busca de valores con Jake Gyllenhaal y Naomi Watts en el reparto.
Después llegó La reina Victoria (2009), producida por Martin Scorsese, en la que Emily Blunt da vida a la reina Victoria, y tras un pequeño paréntesis en casa (El café Floré) el éxito internacional regresó de la mano de Dallas Buyer's Club, filme que otorga un protagonismo estelar a un Mathew McCounaghey transformado en el "gran actor de nuestro tiempo" con Oscar incluido donde lo veíamos en la piel de un cowboy de maneras agrestes y chabacanas que vive una revolución personal cuando se le diagnostica el SIDA y se convierte en un benefactor de la comunidad homosexual, la más duramente castigada por el virus. La caída y la redención, un asunto en el que el maestro japonés Mizoguchi brilló con intensidad no superada aún en la historia del cine en películas como Los cuentos de la luna pálida (1953) o El intendente Sancho (1954) es la gran especialidad de Vallée. Tras el vaquero de McCounaghey, le tocó el turno a Reese Witherspooen, que en Wild (2014) da vida a una joven que supera sus traumas familiares y sus problemas con las drogas emprendiendo una larga y dura travesía por los Apalaches. Ahora el turno le toca a Jake Gyllenhaal, sin duda uno de los grandes actores del momento, en Demolición, donde interpreta a un ejecutivo de banca rico y exitoso que trata de reponerse de la muerte de su esposa (una bella y generosa dama de la alta sociedad entregada a la causa de los más desfavorecidos) destruyendo todo lo que había sido la base de su vida.
"Me interesaba reflexionar sobre la idea del duelo y la pérdida", explica el director. "Es una película que celebra la vida y la pasión". Porque lo que sucede en Demolición no es que Gyllenhaal se quede destrozado por la muerte de su mujer sino lo contrario, el terror surge porque es incapaz de sentir nada, ni siquiera puede llorar en el funeral. "El personaje sufre una crisis porque se da cuenta de que no la quería. Mira a su alrededor y observa que toda su vida gira en torno al dinero".En
"¡Todo es una metáfora!" dice Gyllenhaal en el filme y efectivamente todo es una metáfora, empezando por la escena central de la película en la que en compañía de un adolescente de quince años se dedica a destruir su hogar. Es precisamente en esa relación con el joven, una especie de punk con maneras de estrellas del rock interpretado por Judah Lewis donde surge una posibilidad de redención, todo un clásico (el maduro desencantado que redescubre la vida con un joven) en el que su madre (Naomi Watts) también tiene un papel central. "La pregunta es por qué uno debe simpatizar con un millonario al que le importa un bledo su mujer. Lo que me afecta es la manera impredecible en la que sale de esa situación. Me gusta su necesidad de destruirlo todo. En la película no puedes predecir lo que va a pasar". En Demoición hay, efectivamente, mucha demolición, pero tampoco quiere, quizá tampoco puede, escapar a las convenciones sentimentales del cine comercial estadounidense.
@juansarda