Raúl Arévalo
Raúl Arévalo estrena Tarde para la ira en la que retrata la España negra y reflexiona sobre un sentimiento tan universal y poderoso como la ira
Pregunta.- El entusiasmo ha sido tan unánime que casi dan ganas de buscarle los defectos a la película.
Respuesta.- Yo estoy orgulloso del trabajo hecho pero veo muchos defectos de primera película. Agradezco mucho a la prensa que está siendo tan generosa. Creo que ha habido una voluntad para resaltar las cosas buenas. En esencia cumple con mis propias expectativas. El montaje fue más complicado porque comencé a ver todas las cosas que no me gustaban y me puse nervioso. Como actor nunca he sido muy sufridor y como director me ha costado estar contento.
P.- Usted tiene fama de actor simpático. ¿De dónde surge ese interés por la ira?
R.- Quizá es la percepción pero yo tengo un fuego dentro que cuando me enciendo no lo puedo controlar. Siempre lo pago con la gente más cercana. Es un sentimiento muy desagradable. He tenido épocas de romper armarios a puñetazos.
P.- ¿Es la ira un sentimiento que se acrecienta en una época de crisis?
R.- Es curioso porque no lo había pensado así aunque sí quería retratar los personajes y las situaciones que conozco. Y en Italia me sorprendió porque muchos periodistas italianos me dijeron que si quería retratar la violencia que hay en España. Es cierto que lo que nos llega por parte del poder es fomentar el odio y la crispación. El otro día un taxista me trató muy mal y lo hubiera reventado a hostias. Hay algo en el clima que lleva a eso. En Madrid ves mucho esa irritación, es un sitio muy crispado. Durante el rodaje el verano pasado pasamos muchísimo calor, las chicas iban en traje de baño. No es que fuera mal el rodaje pero había algo, entre el rodar en 16, el calor... que transmitía tensión. Eso se nota hasta en la cámara.
P.- ¿Cómo inserta ese espíritu neorrealista de descripción de la vida de los barrios?
R.- Tuve que cortar muchas cosas porque ese costumbrismo me llevaba demasiado a Carmina o revienta. Aunque sigue habiendo muchas cosas de mi vida como mi propia madre y mi tía en la escena del pueblo. Es una pena pero se me iba la película y yo mismo me desinteresaba.
P.- ¿Es Peckinpah una influencia fundamental?
R.- Sí, desde luego. La violencia tenía que ir de más a menos. Tenía que hacer una violencia cruda, seca y nada explícita. Una violencia fea. Escribiendo el guion sí había momentos en los que decía, "esto tiene que ser muy Peckinpah". Pero luego rodando me han dado mucha libertad, para bien o para mal, y he querido rodarla sin ataduras. La secuencia final sí tiene mucho ese punto por el campo.
P.- Vemos ese extrarradio formado por gente de campo emigrada a Madrid y la forma en que confluyen ambos mundos.
R.- Esa es la historia de mi propia familia. Mis padres se fueron del pueblo a vivir a Móstoles cuando tenían veintiochos años y la sensación es que son de Segovia. He vivido mucho eso de cómo se funden el campo y la ciudad. Puerto Hurraco fue un referente y yo quería que pasara en los años 90 pero salía muy caro hacer época.
@juansarda