Image: La ley del deseo según Verhoeven

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Cine

La ley del deseo según Verhoeven

30 septiembre, 2016 02:00

Isabelle Huppert en Elle, de Paul Verhoeven

Dos talentos como el holandés Paul Verhoeven y la francesa Isabelle Huppert ofreciendo la cima y la síntesis de sus carreras. Elle es la intriga sexual más subversiva de los últimos años. Sofisticada y ambigua, se revela como la definitiva obra maestra de un cineasta fuera de norma.

Algunos detalles alrededor de Paul Verhoeven son desconcertantes. Físico y matemático, pertenece a un muy selecto grupo de eruditos de los Evangelios (¡!). Además, es el único cineasta con la modestia y la ironía suficientes como para recoger personalmente el premio Razzie a Peor Director, que le concedieron por Showgirls (1995), obra cumbre del arte trash que no hace si no ganar más culto y más adeptos con el tiempo.Hasta Mia Hansen-Love, en Eden (2014), le dedica un apasionado tributo. Todo ello no parece maridar con las imágenes icónicas que ha fabricado, como la fugaz exhibición genital de Sharon Stone en Instinto básico (1992), por no hablar de sus extrañas nociones sobre el buen y el mal gusto en emblemas de la ciencia-ficción como Robocop (1987), Desafío total (1990) y Starship Troppers (1997), tres de sus filmes hollywoodenses, o yéndonos más lejos, su desprendida visión del nudismo y del sexo en grupo en Delicias turcas (1973).

Historia de la transgresión

En verdad, todo adquiere un sentido palmario si aceptamos que a Verhoeven solo cabe digerirle desde una vertiente necesariamente lúdica (como todo buen posmoderno), para quien la historia del arte es la historia de las transgresiones, de aquello que en teoría no debería verse y mucho menos filmarse. Sus películas en Hollywood son artefactos explosivos que un socarrón artificiero coloca en el corazón de la industria precisamente para subvertir sus valores, sin que podamos trazar una clara línea divisoria entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, lo moral y lo inmoral. Ya en Vivir a tope (1980), el holandés errante mostraba cómo un joven descubría su homosexualidad tras haber sido violado por un grupo de indeseables. Del mismo modo, podemos entender Elle como la intriga desacomplejada de una mujer que descubre su fantasía sexual perfecta (y la vive sin prejuicios) después de haber sido violada brutalmente en su propia casa por un hombre encapuchado.

El tono de la película no es tanto el de un thriller sexual como el de una comedia perversa

La premisa pertenece a la novela Oh… de Philipe Dijan, y el autor de El libro negro (2006) la lleva a su propio territorio. Quiso rodarla en Hollywood, pero no encontró a ninguna actriz dispuesta a "participar en una película tan amoral" (Verhoeven dixit) y decidió finalmente respetar el origen parisino del texto para hallar la horma de su zapato: Isabelle Huppert. La propia actriz impugna ya de por sí todas las apariencias convirtiéndose en el objeto de deseo de un sex-thriller con 63 años de edad. Elle emerge entonces como un elegante y sofisticado juego de apariencias en el que nada es lo que parece y siempre se puede tocar más fondo. "La vergüenza no es una emoción tan fuerte como para impedirnos hacer las cosas que queremos", dice Michèle Leblanc (Huppert) como si fuera el propio Verhoeven quien diera las claves de Elle.

El tono de la película no es tanto el de un thriller sexual como el de una comedia perversa, un melodrama familiar que destila la quinta esencia verhoeviana, aquella sin la cual nuestra vida sería más aburrida. Los contratos sociales existen para ser transgredidos, y las relaciones de Michèle con su familia se disputan allí donde el cinismo y la malicia campan a sus anchas. Entre Buñuel, Hitchcock y Polanski, el holandés fabrica la ambigüedad de una farsa que perturba y alimenta nuestro humor, como una cena de Navidad donde el velo de la hipocresía desaparece para revelar todos nuestros patetismos y deseos. Y así, Verhoeven filma su definitiva obra maestra.

@carlosreviriego