Fotograma de Vientos de La Habana, de Félix Viscarret

Mario Conde, ese detective atormentado y solitario que recorre las calles de una destartalada Habana buscando a los malhechores, salta a la gran pantalla. La criatura más emblemática del escritor cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955), premio Princesa de Asturias 2015, se hace carne en la piel de Jorge Perugorría bajo la dirección de Félix Viscarret (Pamplona, 1975) en Vientos de La Habana, primera parte de una tetralogía cuyos tres capítulos restantes podrán verse en Movistar Plus. Arranca una nueva serie cinematográfica con guiones del propio Padura y su esposa Lucía López Coll en la que Viscarret retrata a un país contradictorio en el que al mismo tiempo que "uno tiene la sensación de que el tiempo se ha detenido, sucede algo insospechado en cada esquina. La Habana siempre te sorprende", como nos explica Viscarret.



  Suspendida en el tiempo, uno adivina que la trama criminal que reproduce la película sucede en el presente aunque los coches destartalados sean de los años 60. Una sociedad marcada por el desencanto generacional en la que Conde se enamora como un chiquillo de una misteriosa mujer (Juan Acosta) al tiempo que lidia con la resolución del asesinato de una aparentemente casta y modélica profesora de un centro destinado a los mejores hijos de la revolución. "Cuando los productores (Gerardo Herrero y Mariela Besuievsky) me ofrecieron este proyecto hubo un concepto que en seguida me pareció muy atractivo que es un noir en La Habana. Es una ciudad tan perfecta para el género que te preguntas por qué no se ha hecho mucho más".



  Ese Conde protagonista ("preferíamos llamarlo teniente Conde porque lo de Mario Conde para los españoles suena raro") es el perfecto antihéroe: "Me gustan más los perdedores", dice Viscarret, "y es un hombre maravilloso. Es un policía que capta en seguida el alma de cada uno y tiene ese sentido del humor que le da la vuelta a todas las situaciones. Ese humor es un bonito contrapunto a su lado policial, es lo contrario a un macho alfa de una película americana". Un "perdedor" en una sociedad marcada por el desencanto con el "paraíso" que prometía la revolución: "Este es un aspecto esencial de la literatura de Padura que es ese mirar atrás y preguntarse dónde han quedado los ideales. Hay un retrato de toda una generación de cubanos que es muy extrapolable a lo que sucede en las sociedades occidentales porque esa crisis generacional ha sido global". Quien quiera ver ese cisma también puede en Regreso a Ítaca (2014), adaptación de Padura a cargo del francés Laurent Cantet.



  Vientos de La Habana es una película de atmósferas, una especialidad del director, en la que La Habana adquiere una dimensión protagónica. "Tiene esa belleza de que parece que está a punto de derrumbarse pero mantiene su elegancia. En la capital de Cuba siempre estás alerta porque nunca nada es lo que podías prever. Tiene esa parte moderna y cosmopolita y después está como detenida en el tiempo. Cuando teníamos alguna dificultad en el rodaje siempre le decía al equipo que La Habana nos regalará algo inesperado porque hablaba de ella como si fuera una persona. Es un organismo vivo".



  Una Habana decadente como la conocemos pero también variada y enigmática: "Creo que la película más bien invita a visitarla, no creo que sea una Habana cutre ni mucho menos. La veo como una fruta prohibida, esa ciudad que nunca se acaba y que por muy bien que creas conocerla hay algo que sabes que se te escapa, cercana pero no accesible". El filme obvia entrar en la cuestión política: "No es una película sobre el régimen de los Castro pero el género policiaco es un excelente vehículo para reflejar una sociedad", dice Viscarret.



  Y aun quedan tres películas más, cada una ambientada en una estación del año siguiendo el orden marcado por Padura. "Me he preparado como quien se prepara para una maratón", dice el director. "Ha sido una paliza pero valía la pena porque es importante mantener la coherencia estilística de toda la serie". 



@juansarda