Tom Hanks y Felicity Jones en una imagen de la película

Me imagino que un filósofo posmoderno tendría mucho que decir sobre cómo La divina comedia de Dante ha terminado siendo pasto de las tramas de un personaje como Dan Brown, el hombre que ha llevado la cultura clásica europea hasta el pulp vendiendo trillones de libros por el camino. Si Brown ha encontrado un filón millonario en la auscultación de las grandes obras de arte del pasado, cargadas de símbolos ocultos que en cualquier caso siempre adelantan la destrucción del mundo, para escribir unas novelas espantosas de enorme éxito, no está muy claro qué han encontrado Ron Howard, director, y Tom Hanks, protagonista, en los libros de Dan Brown porque todas las películas, y ya van tres, dan la impresión de estar realizadas como si fueran la perfecta ocasión para pasárselo pipa juntos sin que la película en sí importe demasiado.



Es cierto que resulta difícil hacer una gran o ni siquiera una semibuena película con una novela de Dan Brown. El capitalismo tiene cosas asombrosas y el éxito de estas novelas es hasta cierto punto fascinante porque todo es inverosímil, nada tiene el menor sentido, incluso las sorpresas las ves venir desde que arranca la trama y el propio personaje de Langdon, ese aburrido profesor de Boston experto en simbología y anagramas pero abocado a salvar el mundo varias veces, es tan insípido y delirante como para que no pase ningún tipo de examen. Todo en Dan Brown es un absoluto disparate que desafía las reglas de la narrativa, la lógica y la propia inteligencia, sin embargo, es el escritor vivo junto a J.K. Rowling, que a su lado es el mismo Dante, que más vende.







La respuesta al dilema quizá tiene que ver con la forma en que Brown, y su sosias cinematográfico, convierte la alta cultura en material de desecho para, convenientemente reciclada, hacer de ella un producto tan apetecible para ciertos públicos como una final de Gran Hermano. Rodada de forma cansina, Inferno es la película perfecta para personas a las que se ha detectado déficit de atención porque cada dos minutos hay un giro de trama o una explosión ruidosa que lo mantiene a uno alerta. Eso sí, Inferno no es tan psicotrónica como las dos películas anteriores, donde el nivel de absurdo y caos alcanzaba cotas imbatibles, e incluso trata de tener una premisa coherente como la superpoblación.



A partir de aquí, la trama se desarrolla en Florencia, convertida definitivamente en un parque temático, para continuar en Venecia y acabar de forma apoteósica en Estambul con una escena tan delirante que uno casi tiene ganas de aplaudir a Dan Brown por su capacidad para forzar los límites de la propia estupidez más allá de lo razonable. Quiero decir, te pones hacer de Dan Brown, y en algún momento te cortas. Él no. Por el camino, todos corren mucho y Langdon incluso se pone tierno con Sidse Babett Knudsen, esa actriz danesa de Borgen que ahora sale en todas las películas. Su escena del avión, con flashback incluido, merece pasar a la historia del cine como uno de los momentos más ridículos jamás vistos. Puede tener hasta su gracia, según cómo, quizá lo que pasa es que a Dan Brown hay que pillarle el chiste porque se está burlando de todo y es un punki disfrazado. No creo.



@juansarda