Iñaki Arteta

El director Iñaki Arteta presenta hoy en los Cines de la Prensa de Madrid el documental Contra la impunidad, que aborda los más de 324 crímenes sin resolver de ETA.

Iñaki Arteta (Bilbao, 1959) ha dedicado buena parte de su trayectoria como director de documental a dar voz a las víctimas del terrorismo de ETA. Tras 1980, Trece entre mil y El infierno vasco, presenta hoy en los Cines de la Prensa de Madrid Contra la impunidad. Esta película se desarrolla a partir de un dato: de los más de 800 asesinatos que ha cometido ETA 324 están sin resolver. Arteta sitúa su cámara frente a familiares de asesinados, víctimas, expertos juristas e incluso fuerzas del estado para indagar en las causas de esta "dejadez institucional y social" que ha propiciado que muchas familias todavía hoy no conozcan la verdad, tan esquiva que probablemente no la conozcan nunca.



P.- ¿Qué nos dice el análisis del siguiente dato: de los más de 800 asesinatos que ha cometido ETA 324 están sin resolver y muchos quedarán así porque ya han prescrito?

R.- Llevo 15 años muy cerca de las víctimas, explorando y documentándome en muchos aspectos del terrorismo, y ese dato me parece deprimente, muy triste para las familias que han sufrido algún atentado y, a nivel social, un escándalo. En muchos casos, las victimas del terrorismo no han recibido ninguna noticia de la justicia en 30 e incluso 40 años, algo escandaloso en un gobierno democrático. Si ahora se produjera un atentado de cualquier signo en Madrid, Barcelona o París, ¿no debería cualquier gobierno democrático intentar proporcionar información sobre quiénes han sido los culpables, más allá de homenajes y ayudas económicas o psicológicas? El concepto de irrealidad ha estado muy presente en el País Vasco. En muchos casos se ha desbordado lo admisible en una sociedad civilizada.



P.- ¿Cuándo comprendió que había un documental detrás del dato de asesinatos cometidos por ETA sin resolver?

R.- Enseguida, pese a que cuando comienzas un documental siempre sabes poco sobre el tema que vas a abordar. Después te vas documentando y normalmente encuentras aún más interés en hacer la película. Eso fue lo que nos pasó con Contra la impunidad. Lo interesante es que las preguntas que me hago yo seguramente sean las mismas que se pueda hacer la gente y el desconocimiento seguro que es el mismo. Al final intento responder a mis incógnitas sobre el tema e intento hacerlas legibles para el espectador en hora y media.



P.- Es curioso, pero el dato no procede de las instituciones sino de las víctimas…

R.- Es difícilmente justificable que no hubiera un control por parte de las instituciones acerca de este tema. De igual manera hace tan solo entre 5 y 10 años que se sabe el número exacto de víctimas mortales en atentados de ETA. El número de heridos a día de hoy no se conoce. Han sido las propias víctimas quienes han indagado en cómo estaban los procesos judiciales, que vinculaciones había entre unos y otros… En ese sentido ha habido una dejadez tremenda. Sin embargo todo el mundo sabe cuántos presos hay en la cárcel y que problemas tienen. Se ha desviado la atención de muchas maneras.



P.- Desde su punto de vista, ¿cuál es el motivo para que haya una tasa tan elevada de casos sin resolver?

R.- A lo largo de los años que he dedicado a sacar adelante estos documentales sobre el terrorismo he percibido una parte de dejadez institucional y una parte de dejadez social vinculada al miedo, y también una cierta comprensión hacia las causas que esgrimían los terroristas. Por eso todos los gobiernos han querido negociar con ETA, para que dejaran de matar, y al mismo tiempo han tenido una condescendencia tremenda con el nacionalismo que gobernaba en el País Vasco pese a compartir tesis con los terroristas… También ha habido dejadez judicial, principalmente en los casos de los 80. En estos temas tan complejos nunca hay una solo razón sino muchas cruzadas que en general remiten a una debilidad del estado frente al terrorismo que ha ido en contra de los intereses y problemas de las víctimas.



P.- ¿En qué sentido?

R.- Lo que les ha pasado a las víctimas ha sido absolutamente injusto y el estado no ha sabido ayudarles para que judicialmente se sintieran satisfechos, para que conocieran lo que les pasó a sus seres queridos. La mirada ha estado pervertidamente dirigida al terrorismo, a explicar sus causas y actos desde el sentido común y detectar explicaciones históricas y culpabilidades. Sin embargo, el foco había que haberlo puesto en la población civil que estaba viviendo en el País Vasco una situación extraordinaria, de excepción, con terroristas en las calles que mataban a vecinos por sus inclinaciones políticas. Que se haya vivido así en una parte de España también es culpa de España y solo se explica por la razón de que ha habido una distorsión de la realidad favorable a los terroristas. Incluso hoy en día se les ha premiado por dejar de practicar el terrorismo. No creo que el estado o la justicia hayan sido cómplices pero sí que han procurado buscarle salidas a los terroristas al tiempo que dejaban de lado a las víctimas.







P.- Hace pocos años se abrió una posibilidad para que estos crímenes fueran considerados como crímenes de lesa humanidad. ¿Cuáles son las dificultades para que sean reconocidos así?

R.- Las dificultades son técnicas y judiciales e incluso políticas. En España se admitió el crimen de lesa humanidad en 2004. Desde entonces ha habido pocos asesinatos y esta ley, que no es retroactiva, solo serviría para los crímenes cometidos después de ese año. Pero el enfoque, puesto en marcha por particulares, es bastante novedoso e interesante y encaja bastante bien con la situación que se vivía en el País Vasco. Se trataba de violencia y persecución organizada contra un grupo determinado de la sociedad a las que se trataba de amedrentar. Era un exterminio bien calculado para incluso alterar el censo electoral, que era algo que parecía una exageración pero que puede que no lo sea tanto. Lo curiosos es que esta iniciativa no ha tenido mucha acogida entre los poderes judiciales españoles.



P.- ¿Y por qué llega tan tarde el reconocimiento de los crímenes de lesa humanidad a España?

R.- Es difícil de explicar cuando en el 79 nuestro país firmó varios tratados internacionales que recogían los crímenes de lesa humanidad, pero esto daría para otra película. Era un tema fundamental para un país que estaba sufriendo un acoso terrorista no indiscriminado sino dirigido contra el poder judicial, los militares, la policía y un sector de la población vasca no nacionalista… Todo encajaba para catalogar los crímenes como de lesa humanidad.



P.- Ha dedicado buena parte de su filmografía al terrorismo de ETA. ¿Por qué es mejor tratar de hallar la verdad, que es lo que hacen sus documentales, que la estrategia más en boga de pasar página?

P.- Es una elección personal muy consciente, quizás lo más consciente que he hecho en mi vida por los peligros e incomodidades que podía acarrear. A los amantes del cine nos gusta ver cosas auténticas que traspasen las verdades oficiales, aunque sean incómodas. La verdad en este caso sigue oculta. Yo hago películas que no veo que haya hecho nadie más y sigo indagando en cuestiones que no interesan a mucha gente pero que son reales. Por supuesto no tengo la verdad absoluta, pero intento hacer esto con el máximo rigor y con la máxima honestidad posible. Es un tema muy delicado y mi estilo no busca la provocación sino que trata de hallar una verdad sosegada que ayude a componer el mosaico de los que hemos vivido. La violencia es tan vieja como el ser humano, hay gente que agrede e inocentes que sufren. Pero elegir la verdad frente a la equidistancia o la ambigüedad está al alcance de cualquiera.



P.- ¿Cómo valora los cinco años del cese de la violencia armada? ¿Es, por ejemplo, la agresión a los guardias civiles de Alsasua un mal síntoma?

R.- Es un síntoma de que, más allá del fin del asesinato organizado, esto no ha acabado. Estos días está habiendo rebrotes de la violencia y el odio, como en el caso de esos guardias civiles o en las asociaciones de estudiantes vinculadas al mundo abertzale… Comparado con el asesinato parece una tontería pero el odio forma parte de la cultura de mucha gente, no se ha derrotado la idea de los terroristas. De hecho hay cosas que se han admitido como buenas y ahora a los asesinos y a los que les han apoyado se les quiere admitir como personas honorables en la política y en la sociedad. Pero el odio no se extirpa de la noche a la mañana. Las relaciones viciadas del pasado se quieren mostrar de una manera confusa que, por una parte, adormece a la sociedad y, por la otra parte, da vía libre a los terroristas para seguir explicando sus ideas y condicionar con sus expresiones violentas a determinados grupos sociales. Si estos vuelven a tener miedo a enfrentarse a ellos pues habrán vuelto a ganar.



@JavierYusteTosi