Carles Torras. Foto: Jesús Domínguez

El cineasta estrena Callback, Biznaga de Oro en el pasado Festival de Málaga, una impactante película en la que explora el lado más oscuro de ese "sueño americano" que pregona el hoy presidente Donald Trump, el amargo contrapunto a la América triunfalista del discurso mainstream.

Decía Carles Torras (Barcelona 1974) que había sido una sorpresa ser seleccionado en el último Festival de Málaga porque temía que no le aceptaran con una película rodada en inglés y en Nueva York. No solo fue seleccionado sino que Torras ganó la Biznaga de Oro con Callback, una impactante película en la que explora el lado más oscuro de ese "sueño americano" que pregona el hoy presidente Donald Trump. Un viaje oscuro y por momentos muy divertido, aunque la sonrisa acabe más que congelada, a una sociedad que divide entre "winners" y "losers" de la mano de un emigrante de aspecto ario y capaz de imitar a la perfección el acento americano cada vez más frustrado porque la vida no le sonríe. Después de explorar las raíces del mal en Open 24H (2011), regresa al tema de la frustración en una película que pone el amargo contrapunto a la América triunfalista del discurso mainstream.



Pregunta.- ¿Cómo surge el filme?

Respuesta.- Yo estaba en Nueva York trabajando en otro proyecto con Martín Bacigalupo (actor protagonista y co-guionista) cuando surgió la idea de hacer esta película. Los dos queríamos aportar una visión desde fuera de alguien que va a Nueva York a intentar abrirse camino, ya sea como actor, músico, o tanta gente que va a la ciudad a cumplir su sueño. Queríamos plasmar esa lucha desde el lado más oscuro que ves cuando estás allí acompañada de una violencia social que sufren especialmente los inmigrantes. Ves cómo los afroamericanos están trabajando por siete euros la hora y en cambio el discurso del "sueño americano" es muy incuestionable en ese país. De alguna forma a partir de ahí nació la idea de explorar ese sueño a partir de un personaje bastante desequilibrado.



P.- Hay algo del post-humor de Juan Cavestany en esa sensación de extrañeza que transmite el filme, nos reímos y nos horrorizamos.

R.- Nunca he visto una película de Juan Cavestany, pero me lo han dicho antes. Lo que sí creo es que tiene un punto de comedia negra porque ves a un personaje tratando de encajar en una sociedad completamente ajena. Sus esfuerzos por mimetizarse y copiar lo que hacen los demás, o esa idea del éxito completamente absurda, son cómicos. Pero luego la película sí toma ese camino más oscuro cuando aparece el monstruo que hay dentro de él. En este sentido hemos recortado algunos de los momentos más cómicos porque de alguna manera había que cuajar la mayonesa y podían parecer fuera de tono. Preferimos mantenernos en ese terreno de la ambigüedad.



P.- Confronta la sociedad del éxito y la opulencia con la miseria de un pobre emigrante subyugado por ella. ¿Somos más pobres en un mundo que exalta la riqueza?

R.- Hay un choque entre un personaje delirante y la realidad, pero hemos trabajado ese personaje desde el interior y desde la verdad. No hay una visión cínica sobre él. Intentamos ponernos de su lado sabiendo que eso para el espectador puede ser incómodo en muchos momentos. Pero no queremos juzgarlo ni verlo con escepticismo porque no se trata de reírse de él. Todo eso surge de manera orgánica porque nos situamos en el punto de vista de alguien muy disfuncional. Realmente cree que lo que le pasa es que él quiere aparentar ser algo que no es, está desesperado por integrarse en esa sociedad que divide entre winners y losers y no soporta verse a sí mismo como un perdedor. En su mente, salir por televisión, aunque sea en un anuncio cutre, es triunfar.







P.- ¿Quería hacer un retrato extremo de la sensación de "desconexión" de los emigrantes?

R.- Es un personaje que se queda en la superficie, sin referentes culturales, que además trata de actuar tal y como cree que son los americanos. Por eso va a una iglesia evangélica. En Nueva York ves a muchos inmigrantes que parece que reniegan de sus orígenes y quieren ser más patriotas que los propios americanos, se hacen del Partido Republicano y votan a Donald Trump. Esto no tiene ningún sentido. Partimos de esa idea de que el complejo de inferioridad se mezcla con un delirio narcisista y una visión distorsionada de la realidad. Igual la ve un psiquiatra y no le gusta, porque no se trata tampoco de hacer un cuadro clínico. Al final, lo peor es que el espectador hasta le coge un poco de cariño.



P.- ¿Cuál es el reverso del sueño americano?

R.- El protagonista mismo es un desecho de la sociedad, como un residuo del "sueño americano". Era un reto hacer que el espectador no se identifique con él, eso es casi imposible. Al final, simplemente trata de coger el camino más corto. Cuando concibes tu realidad en esos términos de winners y losers y no entra nada más en el juego, llegas a ese camino más corto, y además en este caso el protagonista tiene una baja tolerancia a la frustración. Exploramos esa frontera entre el triunfo y el fracaso desde el punto de vista de un desequilibrado. Cuando estás en Estados Unidos y ves discursos como el de Marco Rubio alucinas, porque no se puede cuestionar el sueño americano, te castigan. Quizá si eres Sean Penn y eres una gran estrella sí te dejan, pero si estás allí buscándote la vida tienes que creer en ello, y si lo cuestionas te van a marginar. Puede parecer increíble pero ese discurso la gente lo sigue comprando. Pero luego ves que mucha gente vive en la absoluta pobreza y sigue habiendo guetos en los que no se te ocurra entrar. Es una locura la diferencia entre el discurso y la realidad.



P.- Un personaje que es como una sombra...

R.- Lo trágico es el empeño que le pone y la forma obsesiva en que repite una y otra vez lo que oye por la radio. Hay otro asunto y es que no sabemos nada de su pasado porque en Estados Unidos tienes la capacidad de fabricarte una identidad completamente nueva. Nueva York está lleno de gente que vive y trabaja con papeles falsos, puedes pedir incluso una hipoteca con una "green card" de mentira. Hay mucha gente que está atrapada en el país porque como están ilegales ya no pueden salir y es como si vivieran indefinidamente en un limbo. Un limbo tolerado porque muchas veces esa gente trabaja en condiciones de semiesclavitud.



@juansarda