Una imagen de Criando ratas
Porros, tirones, navajas, robos de coches, persecuciones trepidantes, palos en estancos o joyerías, prostitución, rumba, chutes de heroína, mono... Hablamos de cine quinqui, por supuesto. Directores como José Antonio de la Loma, Eloy de la Iglesia y Carlos Saura se adentraron en los 80 en el lumpen callejero de la mano de auténticos delincuentes juveniles y dieron a luz a un género que, a pesar de sus evidentes defectos, sigue hoy ganado adeptos. El CCCB le dedicó en 2009 una excelente exposición titulada Quinquis de los 80 y no es raro encontrarse en la TDT con películas como Colegas o El pico. Ahora un nuevo filme, Criando ratas, dirigido por Carlos Salado al margen de la industria (se puede ver en YouTube), con actores sacados de la calle como marca el canon, actualiza el legado de aquellas películas y nos trasporta de nuevo a los suburbios de las grandes ciudades. Aprovechando la coyuntura, trazamos un recorrido que nos lleva de los orígenes del género a la asunción del neoquinqui.Cine quinqui: la delgada línea entre realidad y ficción
Perros callejeros II: busca y captura (1979) de José Antonio de la Loma arranca in media res con la escena final de Perros callejeros (1977), como si la película fuera a continuar la historia justo donde terminaba la anterior. En ella vemos como 'El Torete' se despeña por una ladera en su coche al tratar de escapar de la policía. El vehículo, mientras rebota contra la roca, se va convirtiendo en un amasijo de hierros que solo puede servir de ataúd a nuestro bandolero favorito. Sin embargo, en un momento dado, percibimos con alivio que ese funesto final se está proyectando, dentro de la propia película, en una pantalla de cine. Desde las butacas la contemplan tres personajes: el productor y el director, muy satisfechos con la espectacularidad de la escena, y 'El Cornetilla', el hermano de 'El Torete', que nos informa de que este último no ha podido acudir al visionado porque se encuentra en busca y captura. De esta manera el personaje de 'El Torete' abandona la categoría de mártir de la sociedad con la que se despedía en la primera entrega, directo a una muerte segura, para pasar a ser en su segunda película lo que de hecho ya era en el mundo real: una quinqui-star.Una imagen de Perros Callejeros
El trágico final
Eloy de la Iglesia llevó en 1980 a la pantalla en Navajeros la historia de 'El Jaro', el "español en quien más genuinamente se habían combinado la juventud y la delincuencia en el drama de ahora", publicaba un diario español por su prematura muerte a los 16 años tiroteado por un vecino. El director después abordaría la criminalidad del aborto en Colegas (1982), la drogodependencia en El pico (1983), el salvaje sistema penitenciario en El pico 2 (1984) y el paro en La estanquera de Vallecas. Por su parte, José Antonio de la Loma cerraría en 1980 la trilogía de 'El Torete'. En 1985 rodaría una especie de docudrama en el que el célebre 'El Vaquilla' (que iba ser el protagonista de Perros callejeros) narraba su vida desde el penal de Ocaña 1 y después haría una versión femenina de la película fundacional del género, Perras callejeras (1985). Pero sería Carlos Saura el que lograría el filme más redondo del cine quinqui con Deprisa, deprisa (1981), ganadora del Oso de Oro en Berlín, un retrato más certero y contenido y con un lenguaje cinematográfico más sutil.José Luis Manzano y Antonio Flores en Colegas
Con la llegada de los años 90 el fenómeno del cine quinqui estaba visto para sentencia. La marginalidad y el paro comenzaban a reducirse y la policía empezaba a estar mejor preparada para lidiar con estos delincuentes juveniles. Además la heroína y el sida habían hecho auténticos estragos tanto en las calles como entre las quinqui-stars. José Luis Manzano, actor fetiche de Eloy de la Iglesia, protagonista de Navajeros, Colegas, las dos entregas de El pico y La estanquera de Vallecas, moría en la casa del director en 1992 por culpa de un chute de heroína adulterada. 'El Torete' fallecía un año antes a causa del sida. 'El Pirri', el mayor robaescenas del cine quinqui, otro de los habituales de Eloy de la Iglesia, moría de sobredosis en la carretera que va de Vicálvaro a San Blas. José Antonio Valdelomar y Jesús Arias Aranzuerque, protagonistas de Deprisa, deprisa, fallecían el mismo año de 1992 con apenas 30 años. Incluso Antonio Flores, que había interpretado uno de los papeles principales de Colegas, moriría de sobredosis en 1995. Trágico final para un género que varios directores trataron de revivir en años posteriores aunque con un acercamiento diametralmente opuesto, más preocupados por el discurso fílmico que por restregarle al sistema sus miserias. Por ejemplo, Alberto Rodríguez lograría una gran película con 7 vírgenes (2005), un retrato más poético de la marginalidad que se sostiene principalmente por el gran trabajo del actor Jesús Carroza. Por su parte, Miguel Albaladejo llevaría el género a una de sus cotas más bajas con la risible Volando voy (2005), biopic sobre 'El Pera', uno de los quinquis más famosos de la historia por su espectacular manejo del volante cuando no era más que un niño. Desde entonces, la producción de cine quinqui es un desierto en el que, quizás, se podría mencionar la webserie Malviviendo, que en clave paródica recuperaba algo de aquella esencia.