Álex de la Iglesia rodando El bar

El director presenta hoy en el Festival de Berlín El bar, un cuento de terror en el que el público no para de reírse o una comedia que acaba como una película de terror. Hay ecos de Stephen King y como siempre del cine de Berlanga.

Cuenta Álex de la Iglesia que hace un poco un fan fatal le declaró su rendida admiración y después le dijo que no hacía nada que valiera la pena desde Mirindas asesinas, el primer corto que dirigió en un ya lejano 1991. Y cuenta también que debe gestionar varios proyectos a la vez para tener la certeza de que alguno sale adelante. Álex de la Iglesia (Bilbao, 1965) sin embargo no para y después de Mi gran noche (2015) nos sorprende con El bar, en cuyo guion vuelve a colaborar con Jorge Guerricoechevarría para montar un cuento de terror en el que el público no para de reírse o una comedia que acaba como una película de terror. Hay ecos de Stephen King (La niebla) y como siempre del cine de Berlanga o Ferreri en este filme en el que unos desprevenidos madrileños acaban encerrados en un bar roñoso del centro de la ciudad que está siendo sometido a un misterioso y letal ataque. Brutal e hilarante como es habitual en el cine del cineasta, Mario Casas como hipster, Blanca Suárez como enigmática pija, Secun de la Rosa como pusilánime camarero y Jaime Ordóñez (inmenso) como desquiciado homeless son los elementos de este filme que se presenta hoy en el Festival de Berlín en el que Alex de la Iglesia sigue refinando su propio e inconfundible estilo.



Pregunta.- Cuando le entrevisté por Mi gran noche me dijo eso de que "el que odia lo que le rodea se odia a sí mismo". ¿Hay que querer mucho a los seres humanos para hablar de lo peor que tienen como hace con frecuencia en su cine?

Respuesta.- Si todo es malo, no puedes solo odiar. Si lo ves todo mal no hay nada malo, si todo es un marrón, solo hay marrón. Esto pasa muy a menudo, es un nihilismo constante. En el caso de El Bar es una película bastante pesimista. Hay chispazos de alegría pero sobre todo abismos de angustia. Es como ese camarero que sueña con la felicidad pero lleva quince años haciendo sandwiches. De vez en cuando aparece una chica como Blanca Suárez y te sonríe, hay ramalazos de colores brillantes pero luego vuelves a la cruda realidad.



P.- ¿Cuánto de españoles tienen esos personajes tirando a mezquinos?

R.- Quizá no tanto de los españoles como de los seres humanos y a mí lo que me gusta de los españoles es que somos muy humanos. Sobretodo amo lo humano que hay en nosotros. El español cuanto más tropieza más alto llega y después es capaz de caer a lo más bajo. Somos un país de todo o nada. Primero conquistamos América y después lo perdemos todo. Es una mezcla entre ausencia de sensatez e incapacidad de aceptar el cambio como algo positivo. Vemos lo estable como una virtud y de allí surge una especie de mezquindad o de rencor.



P.- En ese grupo improvisado que surge cuando el bar es atacado surgen las pequeñas miserias de cada uno de ellos. ¿Nos parecemos todos cuando nos quitan la máscara?

R.- Todos ocultamos un infierno. Israel (Jaime Ordóñez) es un tío que va con el infierno en la cara. La diferencia es que no tiene censura y le va contando a todo el mundo su locura. Él se mete en el bar y lo primero que les dice a los clientes es "sois unos hijos de puta" que es lo mismo que haríamos todos. Por suerte no vamos contando la verdad, eso es precisamente lo que hacen los locos y es el motivo por el que están tan perseguidos. El loco es el que dice la verdad. Pero eso no quita que todos estemos muertos de miedo. Es como esas noches en las que crees que el mundo se derrumba a tu alrededor y al día siguiente te das cuenta de que no es tan grave. Oyes el ruido de los coches, el mundo cotidiano seguir su curso y eso te salva y tiras adelante. A veces consigues que se apaguen los monstruos pero siguen estando allí.



Fotograma de El bar

P.- ¿La miseria surge cuando nos vemos acorralados?

R.- A mí esa miseria también me da mucha ternura. El otro día estaba en un restaurante caro y vi como una señora birlaba los tenedores cuando pensaba que nadie la veía. Eso es muy español. Es esa cosa de que la dueña del bar (Terele Pávez) tiene un bar que es una mierda pero si se lo dicen se pone hecha una furia.



P.- ¿Quería encontrar el reverso de arquetipos como el del hipster o la pija?

R.- Luego siempre es todo al revés. Eso es lo interesante, los arquetipos nunca son lo que uno cree. El caso del hipster (Mario Casas) al final resulta que es un cobarde. Cuando tiene que dar la cara lo primero que hace es que se levanta y se va. Se pasa el rato escaquéandose de todo y ni siquiera es capaz de matar a Carmen Machi. Y me gusta esa Blanca Suárez porque sigo sin pillarla del todo. Queríamos que no fuera plana y nos ha salido un personaje con muchas aristas, a veces parece la más vulnerable pero después es la más lista.



P.- ¿El instinto de supervivencia saca lo peor de cada uno de nosotros?

R.- El otro día tuve un momento religioso en Twitter, que en buena parte resume lo idiotas que somos los seres humanos. En una playa de no sé dónde unos turistas se estaban haciendo un selfie con un delfín que estaba varado en la arena. Le dieron tantas vueltas a la foto que el animal acabó muriendo asfixiado. Así somos de tontos porque no nos damos cuenta de que lo pensamos todo en colaboración o la palmamos. Hay estudios que dicen que el nivel de tolerancia de las madres al llanto de sus propios bebés pueden llevar a matarlos si les resulta insoportable.



P.- ¿Hemos generado una sociedad en la que todos desconfiamos de todos?

R.- Es un terror moral. Pero yo me siento orgulloso de mis pecados y me gusta este desastre y este puzzle. Tenemos muchos problemas pero también la capacidad para reírnos de ello. Los británicos quizá tienen un humor más brillante y más limpio pero a mí me gusta nuestro humor negro que parece un chiste hecho desde el ataúd.



P.- ¿Es la civilización mucho más frágil de lo que pensamos?

R.- Esa es la idea. Todo es normal y de repente todo se va a la mierda. Pasas del centro comercial tan tranquilo a que de repente se caiga todo en diez segundos. Parece que no gusta decir que has ido a un funeral, que está como mal visto, pero la muerte está allí, como un destino.



P.- Hay una idea muy típica de su cine, empiezan como un pincel y acaban hechos unos zorros.

R.- Ya lo dicen al principio, vas a acabar como un churro en el café. Nosotros lo veíamos como la caída al purgatorio y al infierno. El almacén es el purgatorio y las cloacas son el infierno. Al final es El cabo del miedo. Da muy mal rollo. Hay un momento en el que dejas de ser tú, te descerebras, y luego vuelves al mundo normal.



P.- ¿Sobrevive el mejor o el más duro?

R.- Me temo que no hay justicia poética. Gana el más fuerte. En la gente, muchas veces es difícil distinguir si te quiere o le interesas.



@juansarda