Adolfo Martínez, director de Zona hostil, con Raúl Mérida. Foto: Manolo Pavón

El director Adolfo Martínez estrena Zona hostil, una película inspirada en un suceso real sufrido por los soldados españoles destacados en Afganistán con Ariadna Gil, Roberto Álamo, Raúl Mérida y Antonio Garrido.

El cine español de los últimos 25 años ha ido derribando muchas murallas pero hay un género que se le sigue resistiendo, el bélico. Por ello, el director Adolfo Martínez ha corrido no poco riesgo trasladando al espectador directamente al escenario de la batalla. Zona hostil está inspirada en un suceso real sufrido por los soldados españoles destacados en Afganistán en agosto de 2012, cuando un destacamento se quedó atrapado en una planicie con varios heridos, un helicóptero averiado y muchos insurgentes talibanes dispuestos a matarlos. Un episodio bélico que Martínez reproduce tomándose ciertas libertades narrativas con un presupuesto de cinco millones de euros y la colaboración del ejército. Un filme dinámico, bien rodado e interpretado por actores como Ariadna Gil, Roberto Álamo, Raúl Mérida o Antonio Garrido que incluso encuentra momentos de poesía en medio del horror afgano. Talento expatriado a Estados Unidos, Martínez ha tenido una larga y distinguida carrera de dibujante de story boards en Hollywood en películas tan populares como Alien: Resurrección (1997), Los Ángeles de Charlie (2000), Superman Returns (2006) o El libro de la selva (2016).



P.- ¿Hasta qué punto es fiel al suceso real que inspira la película?

R.- Somos fieles al espíritu pero no a la forma porque la realidad no se estructura como una película de aventuras. Hay una misión básica que es entretener al público y para eso tienes que hacer algunos cambios. La refriega fue más internacional y los enemigos no estaban tan cerca. Los helicópteros tampoco entraron al final pero si lo pones en medio te cargas el clímax de la película. Aunque en España no se hacen películas bélicas los espectadores conocen bien el género por las de Estados Unidos, esa es la vara de medir. Al final tienes que ficcionar para que la película funcione.



P.- Aunque hay muchas escenas de acción se recrea en los personajes, ¿quería estar cerca de la experiencia real de esos soldados?

R.- Totalmente, no es una película sobre la guerra sino sobre los soldados. Por eso no nos queríamos pasar con el tono épico y con el músico, Roque Baños, medimos muy bien la fanfarria. Es una película que quiere estar anclada en una realidad en la que los soldados se sientan retratados. No se trata del hecho de convivir con la idea de que pueden matarte, lo cual va directamente contra nuestro instinto de supervivencia, sino del hecho de tener que matar. Hay unas reglas de enfrentamiento pero al final tienes que tomar la decisión.



P.- Precisamente esa dificultad para distinguir a los talibanes de los civiles aporta alguna de las escenas de mayor tensión...

R.- Es lo que los americanos llaman fog of war, la confusión de la guerra. En última instancia es muy complicado porque los insurgentes aparecen y desaparecen. Cuando quieren, se mezclan con la gente y es imposible distinguirlos. Y los soldados no interaccionan con los civiles. El Pentágono hizo un estudio y concluyó que el 9% de los afganos son talibanes pero ellos dicen que los americanos tienen el reloj y ellos el tiempo. Es una guerra de desgaste, para Estados Unidos es carísima y ellos saben que tarde o temprano tendrán que marcharse. Cuando les interesa se diluyen y esperan a que los enemigos se marchen.



P.- Los soldados españoles estaban en misión de paz, no de guerra, como la coalición internacional, pero se enzarzan en la batalla. En la película se reflexiona sobre el hecho de que el ejército hace labor humanitaria pero no es una ONG. ¿Existe una contradicción insalvable entre el que es médico y soldado a la vez?

R.- Hay una labor que es justa que se reconozca. Los soldados españoles te cuentan historias terribles de niñas que se queman a lo bonzo para escapar de una vida de esclavitud después de ser vendidas a señores mayores como esposas. No consiguen matarse y se quedan desfiguradas y los médicos españoles han ayudado a esa gente y a mucha otra. Las historias que te cuentan son realmente terribles. Todos sufren un desgaste porque no puedes hacer todo lo que te gustaría. Pero sí, es evidente que un médico soldado, que cura y mata, tiene algo de contradicción pero como dicen en la película no son una ONG, son militares, aunque en las misiones de paz sobre todo lo que hacen es atender a heridos y ayudar a construir escuelas y hospitales.



P.- ¿Se inspiró en los soldados reales a la hora de crear los personajes?

R.- Hemos intentado que reflejen su modo de ser pero no están inspirados en personas concretas aunque sí hay uno que es un híbrido entre dos soldados que conocimos. Por ejemplo, con el personaje de Roberto Alamo intentamos explicar algo muy frecuente como es el desgarro de muchos entre su vida militar y su vida civil porque no es fácil combinarlos. Cuando vuelven a casa muchos se sienten desorientados, no pueden soportar el tedio de hacer la cola en el supermercado y lo pasan mal. Y con el personaje de Ariadna Gil (médico) vemos esa frustración porque es imposible llegar a todo. Aunque el ejército intenta evitarlo son muy frecuentes las parejas de soldados y es lógico que así sea.



P.- Hay una diferencia clara con el cine americano, aquí no hay épica nacionalista y patriotera. ¿Por qué?

R.- Hay una cosa que me parece curiosa. Conozco muy bien Estados Unidos, donde lanzaron dos bombas atómicas que provocaron miles de muertos, o Alemania, que tuvieron el nazismo y no están tan rayados como los españoles con el franquismo, por no hablar de Rusia con las barbaridades de Stalin. No sé por qué en España sigue costando mucho desligar los símbolos nacionales de la dictadura y todo eso tiene un peso que incluso han heredado los jóvenes. En Estados Unidos el nacionalismo es constante pero es un nacionalismo distinto, inclusivo, que sirve como aglutinador de personas de procedencia muy diversa. En Europa tiene un componente más tribal y una historia del siglo XX terrible que nos obliga a ser mucho más prudentes.



P.- ¿Temía que le dijeran que ha hecho una película "facha" simplemente por ambientarla en el ejército?

R.- Asumo que habrá alguien que lo diga. En la película no hay política porque asumo la madurez de los espectadores para sacar sus propias conclusiones y los soldados no pueden hablar de política, hacen lo que les manda el gobierno. Los actores fueron los primeros sorprendidos al conocer a los soldados porque a veces los prejuicios nos marcan a todos. Se encontraron con una gente muy diversa, con mucha curiosidad por todo que no tienen nada que ver con algunos estereotipos que se han ido creando.



P.- Sin duda, en el filme vemos algunos valores de los militares que echamos de menos en la vida civil como el compañerismo.

R.- Eso es fundamental. El ejército es lo más democrático que hay, allí son todos uno, da igual de donde vengan. Con las mujeres por ejemplo no hay ninguna discriminación, hay unas pruebas físicas y si las pasas bien. Un soldado está entrenado para no pensar en la vida propia sino en la de sus compañeros. Te lo dicen ellos, su primera prioridad es que los 14 que les rodean vuelvan a casa sanos y salvos. En el mundo civil se te valora por tu individualidad y lo que aportas pero en el militar es lo contrario, el grupo siempre está por encima.



P.- ¿Cómo surge ese momento tan emocionante cuando recitan esa letanía antes de atacar?

R.- Esto viene de la era fundacional y está inspirado en el bushido. Me lo contaron ellos, suelen recitar esas palabras después de una marcha muy dura o cuando han tenido una baja o una batalla muy peligrosa. Son unas palabras que tienen que ver con su credo, con la templanza, en la vida real es más recitado, aquí lo dice el soldado en voz muy bajita porque tiene a los enemigos en frente y suena como una oración. Ellos se tienen que reacondicionar de alguna manera para ir contra su propio instinto de supervivencia.



P.- Lleva muchos años en Hollwyood trabajando como dibujante de storyboards, ¿por qué se fue?

R.- En España la mayoría de películas no tienen storyboard porque no hay presupuesto. Mi padre es español pero yo nací en Estados Unidos aunque pasé toda mi infancia en España y no me fui a Los Angeles hasta los 24 años en el año 91. Al final te pasa un poco eso, que no eres de ningún sitio.



P.- ¿Los dibujantes de storyboards también crean o se limitan a dibujar las ideas de otros?

R.- Depende del director, puede ir de cero a 100, cambia mucho de película a película. En El libro de la selva, por ejemplo, solo trabajé tres meses pero el director (Jon Favreau) me dio mucha libertad para trabajar en la serpiente Pitón. Muchas veces las cosas que propones están en pantalla y otras no.



@juansarda