América como abstracción
Un ambicioso Michael Keaton en El Fundador
La cultura del éxito, sus sombras y perversiones, siempre ha fascinado al cine estadounidense. El director John Lee Hancock intenta unirse a esta tradición con El fundador apoyándose en el carisma de Michael Keaton.
El novato (2002), El Álamo: la leyenda (2004), The Blind Side (Un sueño posible) (2009)… todo el cine de John Lee Hancock se ha dedicado a escenificar historias y personajes históricos de la galería americana del éxito. En El fundador acomete de nuevo una suerte de estudio sobre el triunfo de la tenacidad: un vendedor de batidoras de Illinois escala hasta poseer un imperio globalizado de un billón de dólares. En el umbral de la feliz década de los cincuenta, el emprendedor Kroc se apropiará de la revolucionara producción en cadena implementada por los hermanos Mac y Dick McDonald en una hamburguesería al sur de California. De modo que la historia es también la de un imperio construido sobre la traición y el hurto. El fundador escribe el sueño americano surcando por las fases de la ambición y sus sacrificios con una caligrafía que apenas profundiza en sus ambigüedades, que privilegia la claridad expositiva y confía ciegamente en el poder de seducción de Michael Keaton para dotar al filme de algo parecido al carisma.
La cultura del éxito, sus sombras y perversiones, siempre ha ejercido una enorme fascinación en el cine americano, si bien la escritura cinematográfica de El fundador no resiste comparación alguna, más allá de la temática, con obras esenciales como Ciudadano Kane, Tucker o La red social. Más allá de Keaton, el interés del filme se concentra en la coreografía de la eficiencia laboral, en cómo ritualiza el proceso de producción sin perder de vista al Chaplin de Tiempos modernos o el optimismo del ciudadano común de Frank Capra. El fundador se propone en todo caso revelar la ambivalencia del título: si Kroc fundó realmente algo fue la corporación que acabaría absorbiendo y envileciendo la idea original de los hermanos McDonald.
La anterior película del texano, Al encuentro de Mr. Banks (2013), mostraba cómo una tensa historia de vanidades podía transformarse en un vehículo de entretenimiento de masas, y en cierto modo ésta sigue siendo una forma válida para describir El fundador. El panfleto corporativo del primer acto retrata los valores seminales del negocio familiar, cuando la rápidez del servicio y el precio competitivo no estaban reñidos con la calidad del producto, pero el acto final celebra la perversión de esos valores en pos de un único objetivo: crecer a toda costa. Lo dicho, América como abstracción.
@carlosreviriego