Image: Pasaje al amanecer: Mambrú se fue la guerra

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Cine

Pasaje al amanecer: Mambrú se fue la guerra

5 mayo, 2017 02:00

Una imagen de Pasaje al amanecer

El debut de Andreu Castro detrás de la cámara logra conmover gracias a un drama familiar sobre los corresponsales de guerra.

Vivimos en tiempos que tienden a lo cínico en los que ya casi nadie cree en héroes. Abundan las biografías desmitificadoras y todo relato glorioso encuentra siempre un correlato descorazonador. A falta de héroes, los corresponsales de guerra vendrían a ocupar con cierta dignidad ese lugar. Quiero decir, es casi imposible estar en contra de un corresponsal de guerra (aunque Arturo Pérez-Reverte lo logró) y desde luego, esta película, muy sentidamente dedicada a los reporteros que fallecieron cumpliendo con su labor en la guerra de Irak, la segunda, los presenta bajo la luz más mitificadora posible. Aunque esta Pasaje al amanecer, título pomposo que ya permite adivinar alguna de las carencias del debut en la dirección de Andreu Castro, es una película de guerra sin guerra.

Nicolás Coronado, el muy guapo hijo de José, se mete en la piel de un idealista fotoperiodista que acepta ir a la guerra de Bush (hijo) para desenmascarar la tragedia. Nobles ideales por los que debe pagar un precio difícil. Corta con su novia (lo vemos en la primera escena) y su decisión desencadenará un melodrama familiar que no se mueve de las cuatro paredes de una casa burguesa dominada por la figura carismática de una madre fuerte a la que Elvira Mínguez, siempre fantástica, da vida con lucidez y aplomo. Todo sucede en Nochebuena, una velada en la que Coronado comunicará su decisión ante su atónita y horrorizada familia. O como se dice explícitamente, yéndose a la guerra abre la "caja de pandora".

Recuerda Pasaje al amanecer, por su tono otoñal y protagonistas guapos y burgueses, a cierto cine americano muy aficionado a los dramas familiares. Por supuesto, hay una hermana que tiene problemas en el matrimonio mientras el personaje del padre queda un tanto desdibujado en un matriarcado dominado por esa carismática Mínguez y Lola Herrera como abuela aficionada a la marihuana que aporta el importante toque de sabiduría y experiencia.

Los logros y los aciertos se mezclan en esta sentida ópera prima. Por momentos, el alegato contra la guerra de Irak, muy repetido, suena viejo, como si la película se estrenara con quince años de retraso. Por otra parte, la tendencia del director a insertar una música romántica y dulzona para resaltar la "entrañabilidad" del asunto resulta empalagosa. Pero zstrong>logra Castro con esta película pequeña dotar de cierta vida a sus personajes y que la coreografía de sus relaciones se mueva en el terreno de lo verosímil. Al final Castro no convence pero sí conmueve, lo cual ya es todo un logro. Habrá que seguirle la pista.

@juansarda