El actor Toni Servillo protagoniza Las confesiones
El cineasta italiano Roberto Andò estrena Las confesiones, una exploración crítica a este mundo de codicia, maldad y cinismo político en el que vivimos.
No es difícil adivinar por qué las películas de Andò funcionan bien en taquilla, lo suyo viene a ser un discurso blanco y puro como la nieve de tintes más bien populistas y moralizantes con el que más o menos todo el mundo puede estar de acuerdo. O sea, todos sabemos que los banqueros no tienen corazón, que los grandes dirigentes mundiales juegan con nuestros destinos sin tener en cuenta las consecuencias y que la corrupción campa a sus anchas. En este mundo cruel, Andò se sube en una caja como uno de esos speechers de Hyde Park a arreglar el desaguisado a base de sensatez y la vieja sabiduría de la abuela: hay que querer al prójimo como a uno mismo.
Tiene algo esta Las confesiones de aquella La juventud (2015) de Paolo Sorrentino enmarcada en un balneario de lujo en el que se reúne la elite mundial. En este caso, es un encuentro informal organizado por el director del FMI (interpretado por Daniel Auteil) en el que se reúnen altas autoridades económicas del G8 con artistas e intelectuales en un intercambio de ideas entre poder financiero, o sea Poder con mayúsculas, y el poder del talento. Para sorpresa de propios y extraños, también está invitado un monje sabio y silencioso (Toni Servillo, a quien Andò ha convertido en el Paulo Coelho de la alta política) cuya principal misión es confesar (en el sentido católico) al director del FMI (figura, por cierto, que en el imaginario occidental siempre se asociará a Strauss-Khan).
Después de una intensa conversación, el magnate se suicida. Las confesiones está planteada como una intriga criminal en la que se trata de saber si el director del FMI se suicidó o no, o si en cualquier caso no fue realmente un suicidio, según las tesis del sabio monje, sino una especie de inmolación por un bien mayor al estilo yihadista pues su muerte evita la consumación de un plan malévolo para destruir definitivamente a la clase media. Al final, todos una reciben una lección moral: "Das lo que recibes". Servillo le da una dignidad al personaje que probablemente no merece.
Seguro que Roberto Andò es buen chico, pero el mundo no se arregla con buenas palabras.
@juansarda