Image: La pareja según Wang y Coppola

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Cine

La pareja según Wang y Coppola

16 junio, 2017 02:00

Takeshi Kitano y Shioli Kutsuna en Mientras ellas duermen.

El voyeurismo, el observador observado, es el motor de la acción psicológica de Mientras ellas duermen, la nueva película de Wayne Wang que está basada en un relato de Javier Marías y protagonizada por el solvente Takeshi Kitano. La indagación de Wang en torno a los sumideros de la creatividad artística contrasta con otro estreno, el de Eleanor Coppola, que, sin abandonar el proceloso mundo de la pareja, aborda las infidelidades interiores en París puede esperar.

La semilla es un relato de Javier Marías, Mientras ellas duermen (1980), pero bien podría ser aquella cinta de Andy Warhol, Sleep (1965), en la que el artista pop filmó durante horas a John Giorno durmiendo. El señor Sahara (Takeshi Kitano), cual Humbert Humbert, pasa unos dias en un resort de lujo junto a Miki (Shioli Kutsuna), una jovencita que no es su hija. En un momento dado, le muestra a un novelista en sequía creativa, Kenju (Hidetoshi Nishijima), los vídeos que ha ido grabando noche a noche, durante años, de esa jovencita durmiendo. Kenju se aloja en el hotel con su mujer Aya (Sayuri Oyamada), y ambos se han aficionado a observar secretamente a esos misteriosos huéspedes en la piscina. "El espectáculo de un ser humano adorando a otro", se lee en el cuento de Marías. El voyeurismo, el observador que es observado, es el motor de la acción psicológica de Mientras ellas duermen.

La adaptación que ha realizado Wayne Wang del relato del autor español (cuya traducción al inglés se publicó en The New Yorker en 1995) expande una misteriosa conversación nocturna en una piscina (que ocupa prácticamente todo el cuento) en un desganado thriller que podríamos considerar una inicua exploración en los sumideros de la creatividad artística. El cuento como catalizador, entonces, de un guión a tres manos -Michael Ray, Shinho Lee y Mami Sunada- que migra la situación de dos parejas españolas de vacaciones en la costa a la cultura del turismo japonés de alto standing, al tiempo que Wang traslada los códigos literarios del inspirador relato al lenguaje cinematográfico.

Un impulso renovador

Fue con una historia de Paul Auster, Smoke (1995), con la que el hongkonés se dio a conocer, y que junto al éxito del filme mellizo Blue in the Face (1995) le ha permitido seguir haciendo cine en los últimos veinte años sin que ninguno de sus diez largometrajes posteriores haya generado una mínima parte del interés que convocaron aquellos dos títulos, símbolos hoy de una década en la que el cine independiente neoyorquino experimentó un impulso renovador. En Smoke había un tipo que se fotografiaba todos los días desde hace 14 años con una polaroid para retratar su crecimiento, y lo que entonces ya era una metáfora sobada adquiría en el filme cierta consistencia poética. Mientras ellas duermen hibrida los dispositivos warholianos y austerianos en la afición del señor Sahara, pero solo para anclarse en su superficie y complacerse en la sensualidad del sueño.

Wayne Wang es ese tipo de cineasta a quien parece bastarle con desestabilizar la horizontalidad del plano para expresar una supuesta situación de estrés o desconcierto. Piensa que con amplificar el reverb y abusar de los filtros amarillentos ya está creando una "atmósfera", transmitiendo una angustia y excavando abismos freudianos. Pero no hay perturbación en todo ello. No la hay tampoco en el personaje de corte excéntrico, de evidente peso lynchiano (no estaba en el cuento), que irrumpe en el tramo final del metraje para añadir extrañeza a un thriller de raigambre hitchcockiana que no admite más que la batalla del espectador por vencer el tedio, la agonía de un filme que empieza a morir antes de mostrar todas su cartas.

"¿Por qué la filmas todos los días?", preguntaba el escritor madrileño en el relato. "La filmo porque se va a morir", respondía el catalán Vianda, y ahora el señor Sahara, plantando así la semilla del enigma con el que el texto literario se despedía y que el thriller quiere de algún modo resolver. La película se las ingenia para que los brotes de erotismo en los descriptivos párrafos del autor de Mañane en la batalla piensa en mí (1995) brillen por su ausencia en los procesos de seducción de la película, concentrados en la piel inmaculada de la jovencita y en la insatisfacción sexual de la mujer del escritor, personaje casi fantasmagórico en el texto original. El incongruente periplo onírico de Kenju, incorporado con hermetismo por Nishijima -quien protagonizó Dolls (2002), dirigida por Kitano-, se extravía en los lugares comunes de una pareja que vive un mal momento a remolque de la crisis creativa de un escritor, a las que suma un amago de investigación detectivesca sin mayor objeto que el de sumar más confusión al sentido del drama… o a expandir el relato hasta convertirlo en un olvidable largometraje.

Alec Baldwin y Diane Lane en Paris puede esperar

Coincide el estreno en nuestras salas de Mientras ellas duermen con el de la película de Eleanor Coppola París puede esperar. También esta pieza de la misma mujer que filmó los infiernos de Apocalypse Now en el memorable documental Corazón en tinieblas (1991) retrata las infidelidades interiores de una pareja de mediana edad en Cannes. Alec Baldwin es un pez gordo en el revuelto mar de Hollywood, los jetlags y la vida vivida para trabajar. Su mujer, interpretada por Diane Lane, viaja en coche destino París acompañada del coproductor francés de su marido, para vivir una aventura de despertar sexual y goces culinarios que se convierte en una road movie estilada con clase, simpatía, sensualidad y joie de vivre. La química seductora que transpira la pareja formada por Anne (Lane) y Jacques (Arnaud Viard), en orgánica tensión latente, entra en combinación con los placeres gastronómicos, filmados con delectación y delicia por la esposa de Coppola, en lo que acabamos entendiendo como un viaje más personal y posiblemente autobiográfico de lo que la apariencia pueda indicarnos.

@carlosreviriego