Imagen de Despido procedente

Los ejecutivos son verdugos pero también pueden ser víctimas, incluso de sí mismos. Despido procedente, dirigida por el argentino Lucas Figueroa (Buenos Aires, 1978); el hombre que según el libro Guinness ha ganado más premios con un solo corto, Porque hay cosas que nunca se olvidan, se plantea como una comedia de enredo. Ambientada en el mundo de la alta empresa su tono recuerda a las comedias de Hollywood de los 80 como aquella Entre pillos anda el juego (John Landis, 1983) en la que un mendigo y un financiero millonario intercambiaban los papeles.



En este caso, el protagonista es un maduro español protagonizado por Imanol Arias (Riaño, 1956), que trabaja en la sede de Buenos Aires para una compañía que adivinamos como un trasunto de Teléfonica dirigiendo el centro de llamadas de atención al cliente y aspira a obtener un puesto como consejero. Compite con Hugo Silva (Madrid, 1977), otro español expatriado en Sudamérica, con muchos menos escrúpulos a la hora de implantar un plan de despidos masivos. Empeñado en salvar los puestos de trabajo de sus empleados, Arias se encuentra con un obstáculo imprevisto, un hombre de aspecto algo andrajoso que se empeña en amargarle la vida interpretado por Darío Grandinetti (Rosario, Argentina, 1959).



Conocemos por películas que van de la La fiera de mi niña (Howard Hwaks, 1940) a aquella también hilarante ¿Qué pasa con Bob? (Frank Oz, 1991) cómo la figura del stalker o acosador puede trastornar hasta límites indecibles la vida de un inocente y honrado ciudadano y hasta qué punto el destrozo puede acabar siendo muy divertido. Como al Cary Grant de la película de Hawks o el Richard Dreyfuss del filme de Oz, Arias representa a la víctima inocente de un desvariado, el orden frente al caos o la odisea del ser humano enfrentado a la incertidumbre del mundo elevado a la máxima potencia. El enemigo, sin embargo, como sabemos también puede ser sumamente instructivo y en estas películas suele acabar ejerciendo un papel redentor. Al final, el caos le acaba enseñando al orden que éste debe romperse alguna vez para poder transformarse.



Contada con cierta gracia y ritmo, Despido procedente narra la caída a los infiernos y la redención final de un ejecutivo de buen corazón que ha vendido su alma al diablo. Grandinetti, siempre grande, le da mucha gracia a su personaje y uno sigue con cierto interés las andanzas del desdichado Arias. Con una puesta en escena en excesivo austera y por momentos directamente fea, la película va desgastando poco a poco todo su potencial cómico para lanzarse de lleno al terreno del drama sentimental en una parte final tan forzada y ñoña como insostenible.



@juansarda