Nacho Vigalondo durante el rodaje de Colossal

Un monstruo como metáfora de la sociedad de internet y de las redes sociales. Nacho Vigalondo vuelve al largo con Colossal, una producción protagonizada por Anne Hathaway que reflexiona sobre el bien y el mal, la crisis de valores y las emociones subterráneas.

Entre el fantástico y el cine de autor, Nacho Vigalondo (Cabezón de la Sal, 1977) ha construido una filmografía muy personal que arranca con sus famosos cortos para debutar en el largo con Los cronocrímenes (2007). Desde entonces busca algo si no imposible sí como mínimo complejo: inundar sus filmes de elementos pop provenientes del mundo de la ciencia ficción y contar historias basadas en sentimientos y emociones.



Si Los cronocrímenes era una vuelta de tuerca al eterno tema de la permanencia de la pasión y el deseo en la pareja, su última película, Colossal, rodada en Estados Unidos con Anne Hathaway como protagonista, trata sobre la dificultad de ser adulto y de mantener el control sobre nuestra propia vida. Un control aún más difícil en el mundo de internet y de las redes sociales, donde las consecuencias de nuestras acciones son cada vez más inflamables.



Hathaway interpreta a una periodista en paro con problemas con el alcohol que acaba de separarse de su pareja y abandona su loft neoyorquino para volver a su pueblo. Allí renovará su amistad con un amigo del colegio (Jason Sudeikis) y hará un descubrimiento espectacular: si se coloca en una zona concreta de un parque de la localidad se produce una conexión entre ella y un monstruo estilo Godzilla que aparece en Seúl...



Internet como fondo

Pregunta.- ¿Es Colossal una metáfora sobre el cada vez más escaso control que tenemos sobre nuestras acciones?

Respuesta.- La película habla mucho de las acciones a distancia y, en otras palabras, de internet. En las redes sociales un gesto que para nosotros puede ser intrascendente puede acabar teniendo consecuencias enormes.



P.- ¿Nos llevan la redes sociales hacia una sociedad totalmente controlada?

R.- Hay una cosa que nunca hay que olvidar y es que nadie nos obliga a estar en las redes sociales. Si fuera un deber constitucional quizá sería otra cosa. Cuando surge un tema que se comenta mucho, como la muerte de Carrie Fisher, y nos lanzamos a tuitear. Quizá hay que recordar que no tenemos la obligación de opinar...



P.- ¿Pensamos de alguna manera que el mundo trata "sobre nosotros"?

R.- Para poder contar las cosas necesitamos una narrativa y tenemos que inventarnos un relato con sus tres actos. El 11-S, por ejemplo, tiene un lugar metafórico muy grande respecto al lugar en el que lo vivimos. Son metáforas de baratillo que todos aplicamos a nuestras vidas.



P.- ¿Podemos ver "el mundo en un grano de arena" como decía William Blake?

R.- Puedes explicar el mundo con la calle en la que pasaste los cinco primeros años de tu vida. Ese dilema lo vemos todo el rato. Cuando Oscar (Sudeikis) le pega un tortazo a Gloria (Hathaway) es una de esas bofetadas que le das a un amigo que se está pasando. Sin embargo, eso se reproduce a una escala mucho mayor en su conversión en monstruo y robot. Un ataque de mal humor puede acabar provocando un genocidio.



P.- ¿Es esta una historia de destrucción personal y reconstrucción?

R.- Cuando dejamos atrás la juventud suponemos que los años de adolescencia son los de mayor incertidumbre e inseguridad. Sin embargo, hay un descubrimiento que hacemos cuando llega la vida adulta: después es mucho peor. Al hacerte mayor, ves que el suelo bajo tus pies es mucho más inestable. Las catástrofes tienen una escala más terrorífica. Es lo contrario de la infancia.



P.- No solo las redes sociales marcan la vida contemporánea. También la crisis. ¿Perder el empleo es de alguna forma perder también la identidad?

R.- El trabajo te proporciona un hueco en la sociedad, un lugar que parece que está diseñado para ti. En la generación de nuestros padres eso estaba mejor resuelto con contratos que podían durar toda la vida. Ahora vivimos la era de la precariedad. Cuando ella pierde su empleo pierde su hueco.



P.- ¿De qué manera conecta con el elemento fantástico con ese monstruo a lo Godzilla?

R.- El monstruo que más me impactó en mi infancia fue King Kong. De pequeño, en Cabezón de la Sal, era muy difícil acceder a las películas de Toho (estudio japonés creador de Godzilla) y lo que conocía era la película original de 1933. Después fui viendo los remakes. Descubrí esos monstruos asiáticos ya de adolescente. La idea inicial era hacer una película sobre un monstruo que imita los movimientos de alguien en la otra punta del mundo como si fuera un gigantesco avatar. Quería hacer una película de monstruos pero a una escala mucho más pequeña, con un presupuesto más reducido. Para que no pareciera una parodia el monstruo tenía que parecer real.



El interés de anne hathaway

Una imagen de la película

P.- ¿Diría que es un filme que trata sobre la posibilidad constante que tenemos de escoger entre el bien y el mal?

R.- El mal surge muchas veces de la depresión o del rencor. El mal no se construye, se desvela. Mucha gente me ha dicho que viendo la película por segunda vez se da cuenta de que todo lo que se despierta en el personaje masculino estaba anunciado desde el principio.



P.- ¿Puede tener el mal algún tipo de justificación, por humano que sea el motivo?

R.- La responsabilidad sobre esa elección es de la persona. El hecho de que el mal tenga un punto de partida humano y sea muy fácil de entender creo que no redime al culpable.



Nacho Vigalondo siempre ha sido un autor curioso al margen de etiquetas. Por una parte, es muy famoso pero sus películas jamás alcanzan grandes audiencias. Ni Los cronocrímenes (2007), ni Extraterrestre (2011) ni Open Windows (2014) han sido grandes éxitos de taquilla. A la vez, es un autor adorado por parte de la crítica y con una legión de fans absolutos en medio mundo (muy particularmente en Estados Unidos) y sin embargo el mainstream del cine español se ha dedicado a despreciarlo. Vigalondo siempre ha salido adelante gracias a su impacto internacional y a la originalidad de sus propuestas. En este caso, como nos cuenta, fue el interés de Anne Hathaway quien hizo posible llevar a buen puerto Colossal.



P.- ¿Estaba pensada la película para rodarla en EEUU?

R.- Cuando empiezo a planificar la película, no sabía muy bien dónde hacerla. No las escribo localistas ni las ambiento con detalle. El guión original sucedía en Santander. Empezaba en Madrid y acababa en Cabezón de la Sal. El principal motivo del cambio es que Anne Hathaway leyó el guión y quiso hacer la película. Y en lo último que piensas cuando una actriz como ella quiere trabajar contigo es en dónde la vas a hacer. Ha sido ella la que ha hecho posible que se haga en buenas condiciones o incluso que se haga. Me ha colocado en el mapa de otra manera.



@juansarda