Una imagen del docuemntal Kedi

La cineasta Ceyda Torun, amante confesa de los gatos, nos ofrece en el documental Kedi una visión de la ciudad turca a través de las andanzas de estos felinos callejeros.

Cualquiera que haya visitado Estambul, durante muchos años uno de los destinos preferidos de los españoles, conoce algunas de sus peculiaridades como el sorprendente hecho de que la ciudad está llena de gatos merodeando por todas partes. Estambul es esa megaurbe tan fascinante como contradictoria en la que muchas veces parece convivir el espíritu europeo y civilizado con un cierto caos tercermundista, lo cual, también es parte de su encanto.



El documental Kedi, dirigido por Ceyda Torun, amante confesa de los gatos, nos ofrece una visión de la ciudad a través de esos felinos callejeros que sobreviven gracias a la generosidad de los estambulitas que los alimentan y miman. Mientras en España estamos acostumbrados a que la gente tenga a los gatos en casa y no se muevan, los turcos tienen por costumbre adoptar a mininos que deambulan por la ciudad cuando les da la gana pero siempre acaban regresando al "hogar" en busca de comida o de afecto.



De esta manera, los gatos estambulitas viven a su aire en una curiosa mezcla entre salvajismo y domesticación convirtiéndose en parte del paisaje cotidiano. En una ciudad bulliciosa y dura como ésa, la presencia de los felinos, que despiertan las ganas de acariciar y mimar, sirve también como vía de escape para las tensiones cotidianas. Como si los ajetreados y endurecidos urbanitas se convirtieran de forma colectiva y unánime en encantadores cuidadores de animales y eso les ofreciera una vía de escape. Cuenta la directora que, de niña, si no hubiera sido por los gatos callejeros se hubiera sentido mucho más sola.







También dice la cineasta que con este filme ha querido reflexionar sobre el carácter de los gatos y nuestra relación con la naturaleza. Todo el mundo sabe que los gatos no son perros, que nunca se cansan de estar con su dueño, y su independencia es tan valorada por su legión de fans como mirada con cierto recelo por algunos. Torun reivindica la independencia gatuna no como un síntoma de frialdad o de inquina sino como una muestra de su inteligencia. Los gatos quieren mucho, solo que no son muñecos de peluche que como dice uno de los protagonistas "devuelven de forma automática emocionalmente el esfuerzo que hacemos por ellos".



A partir de esos gatos la cineasta nos ofrece una galería de personajes más o menos curiosos que se dedican al cuidado de los gatos. Algunos, con verdadera devoción y entrega, casi como una misión vital y una forma de redención, otros se conforman con adoptar a un gato y cuidarlo cuando no se va de juerga. Todo ello tiene una cierta ligereza en el tono y por momentos es difícil sustraerse a la sensación de que en realidad estamos viendo uno de esos vídeos de gatitos que tanto éxito tienen en Youtube.



Pero la mirada de la directora está más cerca de la de Maya Deren en ese famoso corto La vida privada de un gato (1944), co-dirigido junto a Alexandr Hackenschmied, en el que los autores no presentaban a los gatos como animales "monos", sino que trataban de indagar en ese misterio gatuno que intriga a escritores y filósofos desde hace siglos (pocos animales tienen tanta literatura detrás). La palabra encantadora quizá suena banal pero Kedi tiene eso, encanto, y logra capturar desde un ángulo insólito no solo el misterio de los gatos, también la sobrecogedora belleza de Estambul.



@juansarda