Imagen de El invierno, de Emiliano Torres
No dejan de ser curiosas las similitudes entre esta El invierno, película argentina de Emiliano Torres ambientada en la Patagonia, y la recién estrenada El pastor, de Jonathan Cenzual Burley, localizada en el campo castellano de la región de Salamanca. De la Argentina "vacía" a la España "vacía", dos inmensas estepas semidesérticas en las que sus habitantes tienen vidas duras dedicadas a una actividad poco provechosa económicamente como la ganadería y que se enfrentan pobres y desarmados a los embates del neoliberalismo.Si en el filme de Cenzual el protagonista era un hosco pastor que se negaba a vender sus tierras a unos promotores inmobiliarios para que construyeran una urbanización en un acto de heroica insumisión, en El invierno, premiada en el último Festival de San Sebastián, vemos el mismo drama a través de los ojos de dos ganaderos: Corrientes (Cristian Salguero), un joven con talento para montar a caballo y los animales, y el viejo Evans (Alejandro Sieveking), capataz de la finca en la que entra a trabajar el muchacho. Pero Corrientes sube rápido y los dueños reemplazan al veterano Evans para darle su puesto.
Con una espléndida fotografía, El invierno nos sumerge en esa Patagonia inmensa e infinita con aires de western que ya conocemos por filmes tan recientes como Nieve negra, en la que el director Martín Hodara también convertía la desolación desértica de la región en escenario para el thriller y el drama. En ese lugar de climatología dura y condiciones adversas, lo que vemos es a dos supervivientes natos librar su última batalla en pos de un amo que no los merece. Metáfora universal sobre el aciago destino de los pobres del mundo, y los curritos en general, El invierno sobrecoge por la belleza de sus imágenes y a pesar de su excesiva morosidad nos acaba encogiendo el corazón.
@juansarda