Salvatore Ficarra y Valentino Picone en una escena de La hora del cambio

Con más de once millones de espectadores en Italia, La hora del cambio, película dirigida y protagonizada  por la pareja de cómicos Salvatore Ficarra y Valentino Picone, se presenta como una ácida comedia  sobre lo que podríamos llamar la idiosincrasia política del sur, ese sur que tanto conocemos en España marcado por la corrupción, la falta de respeto por la ley y la informalidad, por llamarlo de alguna manera.  En este caso, de todos modos, no se trata, como las tediosas películas de Roberto Andó, de un canto del  pueblo oprimido contra los poderosos sino de algo más gracioso, de ver cómo las sociedades mediterráneas funcionan de esta manera, desde el despacho del jefe al callejón más oscuro.







Con un punto a lo Martes y Trece -no es una crítica-, Ficarra y Piccone nos cuentan lo que sucede en un  pueblo de Sicilia cuando el alcalde de toda la vida pierde las elecciones después de ser arrestado por  un montón de casos de corrupción y resulta que gana un hombre honrado (interpretado por Vincenzo Amato), para más inri cuñado de los  protagonistas, ansiosos porque el consistorio les apruebe una terraza cubierta. Gana la "nueva política" y el pueblo estalla en júbilo pero al poco se encuentran con el terror más absoluto: el alcalde quiere que se cumpla la ley. Y después de siglos en los que la gente ha edificado donde la ha dado la gana, las fábricas han contaminado cuanto han querido y nadie jamás ni remotamente ha pagado la licencia de actividad o el impuesto de basuras, el pueblo estalla pidiendo a gritos que vuelva lo de siempre.



Vincenzo Amato interpreta al nuevo y honrado alcalde del pueblo

Los alemanes se ponen histéricos con los pueblos del sur de Europa y en parte, hay que concedérselo,  tienen razón. La hora del cambio no es una obra maestra, tampoco lo pretende, y se hubiera agradecido un trazo menos grueso e infantil en algunos de sus gags, pero es una película muy divertida y por momentos aguda que con ligereza y sin aspavientos tiene la virtud de dar donde más duele. La hora del cambio es que no hay cambio. La hora del cambio es que los benditos sicilianos prefieren seguir viviendo en la alegalidad que afrontar lo que implica la civilización y que en el sur simplemente amamos el caos y la desvergüenza porque es allí donde nos sentimos realizados.



@juansarda