Jean-Pierre Melville

"Un cineasta es como el maestro de un espectáculo de sombras. Trabaja en la oscuridad. Crea a través de efectos. Soy perfectamente consciente de la extraordinaria deshonestidad que supone ser eficaz, pero al espectador nunca se le debe permitir ser consciente de hasta qué punto todo está manipulado. Debe estar hechizado, prisionero de la película". Así definía la labor de un director de cine y su relación con el espectador Jean-Pierre Melville, quien hubiera cumplido este 20 de octubre 100 años si no hubiera muerto de manera prematura a la edad de 55 años mientras preparaba la adaptación de La condición humana ,de André Malraux. Aun así, a Melville le dio tiempo a construir un universo cinematográfico propio, compacto y fascinante, que estos días se está recuperando en varias instituciones españolas para rendirle homenaje por su centenario, que promueven la Fundación Jean-Pierre Melville y el Instituto Francés.



Precisamente en la sede del Instituto Francés tiene lugar hoy el primero de los actos dedicados a la memoria del director francés, que se completarán con sendos ciclos de su filmografía en la Filmoteca Española y en la Academia de Cine. A las 19.00 horas se proyecta el documental Sous le nom de Melville, de Olivier Bohler, que narra el recorrido de Melville durante la Segunda Guera Mundial y el impacto que esta experiencia personal de la guerra y de la resistencia tuvo en el conjunto de su obra. A continuación el público podrá disfrutar de una charla en la que participarán el Embajador de Francia Yves Saint-Geours, el director Enrique Urbizu y Laurent Grousset, presidente de la Fundación Jean-Pierre Melville y sobrino de Jean-Pierre Melville.



Pero ni Grousset ni Melville eran los auténticos apellidos del cineasta francés. Llegó al mundo el 20 de octubre de 1917 en París como Jean-Pierre Grumbach, en el seno de una familia alsaciana de origen judío. Desde pequeño alimentó su voraz pasión por el cine y la literatura y de hecho fue el impacto que le causó un libro de Herman Melville, Pierre o las ambigüedades, lo que le hizo decidirse a cambiar su apellido. En las salas de cine, donde podía pasar todo el día viendo películas norteamericanas, es donde aprendió el oficio pero no sería hasta que acabó la Segunda Guerra Mundial que decidió dedicarse al mismo. Para ello tuvo que montar su propia productora, ya que por razones políticas se le cerraron las puertas del sindicato cinematográfico.



Este detalle fue fundamental para que los directores de la Nouvelle Vague le consideraran no solo como una autor que no se plegaba a las voluntades de nadie sino como su padre espiritual, aunque el propio Melville nunca estuvo muy de acuerdo con esa etiqueta que le concedieron sus colegas. Sin embargo su influencia trasciende países y épocas y ha sido palpable en la obra de directores de la talla de Scorsese, Johnny To, John Woo, Quentin Tarantino y Jim Jarmusch.



El maestro del polar francés





El cine de Jean-Pierre Melville está plagado de hampones, gánsteres, delincuentes menores, soplones, policías, femme fatales… Entre esa fauna nocturna, cuyo hábitat natural es el club o la comisaria, se encuentra el silencioso héroe, siempre con sombrero y gabardina. En este universo, los códigos morales y éticos se subvierten y los buenos pueden ser los malos sin problemas ya que la lealtad funciona como el valor irrenunciable. Con estos elementos, unidos a la maestría para exprimir con genialidad hasta el último franco del presupuesto, Melville se convirtió en el maestro del polar (género híbrido entre el cine policíaco y el cine negro) con películas como Bob el jugador, Dos hombres de Manhattan (película en la que Melville, actor ocasional, interpreta a uno de los personajes principales), El confidente, El silencio de un hombre o El guardaspaldas.



Pero su obra trascendió este género para casi siempre posar su mirada en la resistencia francesa y en la ocupación nazi. Es el caso del cortometraje 24 horas en la vida de un clown, de la magnífica adaptación de la novela de Jean Bruller El silencio del mar, del drama León Morin, sacerdote o de la que quizá es su obra cumbre, El ejercito de las sombras.