Lady Bird de Greta Gerwig

Lady Bird de Greta Gerwig, The Rider de Chloé Zhao, Molly's Game de Aaron Sorkin y Downzising de Alexander Payne en la parrilla de salida por la conquista de los Oscar y los mercados mundiales en el Festival de Toronto

Se caracteriza el TIFF de Toronto por presentar al mundo varias de las producciones norteamericanas en la parrilla de salida por la conquista de los Oscar y los mercados mundiales. Son el caso este año de los filmes de Aaron Sorkin (Molly's Game), Greta Gerwig (Lady Bird) y Chloé Zhao (The Rider). También podríamos añadir a Alexander Payne (Downzising), George Clooney (Suburbicon) y Darren Aronofsky (mother!), si bien los tres presentaron sus películas en Venecia la semana pasada.



La primera película que dirige la actriz Greta Gerwig en solitario, Lady Bird, podría verse como una precuela sentimental de Mistress America de Noah Baumbach, que de hecho escribieron juntos. Se centra en el curso preuniversitario de Christine, una joven resolutiva, inteligente y alocada que se hace llamar Lady Bird, en una escuela católica de Sacramento, California, ciudad natal de Gerwig. El componente autobiográfico es manifiesto, no hay intención de ocultarlo, y la encantadora, cómica interpretación de Saoirse Ronan no hace sino evocar una versión rejuvenecida de la propia Gerwig. Al principio del filme le dice a su madre que quiere "vivir algo importante". La expresión en inglés -"live through something"- tiene significados más amplios. Ese algo importante o esos umbrales que cruzará se concretan en el relato de iniciación -en el amor, el sexo, la amistad y las relaciones familiares- que irá desplegando el filme con aparente espontaneidad y sensibilidad narrativas, trascendiendo el molde de un mero filme sobre el final del instituto, para alzarse hacia algo mayor, un autorretrato emocional si queremos, de la propia cineasta.



The Rider de Chloé Zhao

Si Lady Bird es el lúcido y narcisista gesto de una cineasta que se mira hacia adentro para tratar de comprender el mundo (al menos el suyo), The Rider es la mirada de una directora al entorno y la cultura a la que pertenece, pero no por ello es una película menos personal. Chloé Zhao dio a conocer en Cannes su particular universo fronterizo, de raíces nativas americanas, con Songs My Brother Taught Me (2015), y en su segundo largometraje explora aún con mayor eficacia y personalidad el modo en que la ficción puede alimentarse de verdad, trabajando con actores no profesionales que prácticamente se interpretan a sí mismos y, sobre todo, proyectando el mundo que le rodea. El relato arranca allí donde una estrella del rodeo -interpretado por el jinete en la vida real Bradey Jandreau- trata de recuperarse de una grave lesión para retomar su carrera, pero las secuelas y lesiones -no solo físicas- probablemente le obliguen a abandonar. Los estragos y decepciones en su esfuerzo por asumir la realidad y empezar una nueva vida se suman a una compleja situación económica y familiar. El docudrama, filmado con un naturalismo íntimo y la luz polvorienta del desierto de South Dakota, se ofrece mediante su pureza y lirismo como uno de los retratos contemporáneos más genuinos y sensibles del auténtico oeste americano, donde filmar el paisaje es tan importante como filmar a los hombres.



Molly's Game de Aaron Sorkin

El afamado guionista y príncipe de la revolución televisiva Aaron Sorkin (El ala oesta de la Casa Blanca) ha presentado su primera película como director. La solvente y en ocasiones brillante Molly's Game, a mayor gloria de Jessica Chastain, narra la historia real de la ideóloga del juego de póquer más exclusivo de Hollywood, nido de las élites y el crimen organizado, que gestionó durante una década hasta que el FBI lo cerró por sus conexiones con el crimen. En busca del nervio y la tensión narrativa que propulsan a películas como Casino de Scorsese o La red social de Fincher (escrita de hecho por Sorkin), la película destripa en primera persona (las memorias de Molly Bloon) los mecanismos financieros del juego para ofrecerse como un territorio de análisis de las expresiones más salvaje del capitalismo. Las estrellas de Hollywood, simbolizadas por Michael Cera, comparten mesa con aristócratas, magnates, la mafia rusa, la italiana y la de Nueva Jersey. Pero finalmente lo que más importa del filme es su atención cómplice a Molly, que no utiliza como una herramienta para adentrarse en un microcosmos, sino que se interesa realmente por retratar su complejidad psicológica y darle significado a sus acciones.



El planteamiento es ambicioso pues el filme surca por los elementos del procedimental jurídico (con Idris Elba ejerciendo de abogado) al tiempo que explora con vocación freudiana la mentalidad competitiva de su protagonista mediante flashbacks a su infancia y juventud (fue esquiadora olímpica), bajo la tutela de un padre exigente interpretado por Kevin Costner. Al amparo del verbo barroco (se habla mucho, mucho, mucho), tan característico de la obra de Sorkin, pero sin olvidarse de imprimir energía a las imágenes, aunque sea remitiendo a plantillas y estructuras narrativas superadas, finalmente Molly's Game emerge como un devastador y hasta emotivo retrato en torno a la búsqueda de la integridad personal en el avispero capitalista, que de nuevo consagra a Chastain -fotografiada con tanta voluptuosidad como la que exhibieron Julia Roberts en Erin Brockovich (2000) o Amy Adams en La gran estafa americana (2013)- como una de las actrices más seductoras y portentosas del firmamento hollywoodense.



Downsizing de Alexander Payne

También Alexander Payne se ha enfrentado a su proyecto más ambicioso en Downsizing, que se estrenará en España con el título Una vida a lo grande. De los espacios de la comedia amable a la ciencia-ficción y el periplo moral de un hombre común (salido de una película de Capra o Sturges) enfrentado a la deshumanización del capitalismo, el filme no termina de hibridar con armonía todas sus intenciones. Protagonizada por Matt Damon, la historia aborda muchos frentes en su radiografía de un mundo terminal (la superpoblación, el medioambientalismo, el consumismo y el ardor capitalista), si bien los distintos tonos colisionan y se entorpecen. Los efectos digitales que hacen posible la convivencia en el mismo plano de seres humanos de estatura normal y hombres menguantes del tamaño de un dedo (la premisa del filme es una tecnología de miniaturización humana para acabar con la superpoblación y los residuos) se integran extraordinariamente en las soluciones plásticas de Una vida a lo grande, pero la eficacia visual no compensa los desequilibrios de la propuesta. No es en todo caso una película despreciable, pero a los presupuestos íntimos de Payne quizá le viene demasiado grande.



@carlosreviriego