Louis Garrel como Godard en Mal genio
Michel Hazanavicius aborda la figura de Jean-Luc Godard en Mal genio, un filme que se centra en un período de la vida del director de Al final de la escapada en el que el compromiso político puso en riesgo su vida personal y artística. Louis Garrel, en la piel del cineasta, contiene lo mejor de este cuestionado biopic que tiene como centro gravitatorio la relación con Anne Wiazemsky (Stacy Martin), su segunda esposa.
En la magnífica biografía Godard: retrato del artista a los setenta (2003), Colin MacCabe inscribe en la crónica de los anecdotarios el modo en que el cineasta perdió cuatro veces las gafas en diversos altercados durante el revolucionario año de 1968. El sentido cómico con el que Hazanavicius se aproxima a la figura de Jean-Luc Godard en el periodo más controvertido de su carrera -cuando la libertad de la Nouvelle Vague dio paso a la militancia político-fílmica alienante- convierte esta anécdota en un gag recurrente a lo largo de Mal genio. La autobiografía Un an après de Anne Wiazemsky, protagonista de La Chinoise (1966) y segunda y más breve de las mujeres de Godard, es en todo caso la fuente primordial del filme, que no solo se conforma con sugerir que todos los franceses menos Godard se han recuperado del fracaso sesentayochista, sino que además lo hace con la mirada por encima del hombro. Desde luego es una película hecha con mal genio.
Está estructurada en siete bloques, cuyos títulos replican los juegos de palabra godardianos (ej: "Pierrot le Mépris"), y cada uno de ellos se quiere apropiar de la estética y las formas de los filmes con los que el autor franco-suizo cambió el lenguaje del cine: de Al final de la escapada a Week-end, que terminaba con el rótulo "Final de la historia. Final del cine". La futilidad del ejercicio estilístico se ancla de nuevo en la mímesis anecdótica, en la banalidad del gag visual, incapaz de dotar de un sentido y un discurso a semejantes apropiaciones de brocha gorda. Si la convención del biopic dicta que la película se convierta en un grandes éxitos (o momentos) en la vida del personaje retratado, Mal genio aplica la regla a su look para convertirse en un greatest hits de las conquistas estéticas del primer Godard, aquel que prefiguró la leyenda bajo la cual medio siglo mediante aún se le juzga, tan incomprensible como erróneamente.
Mal genio se centra en un fragmento de la vida godardiana adoctrinada en el fanatismo ideológico maoísta, en la que el compromiso político puso en riesgo y hasta neutralizó su talento y su arte (por no hablar de su vida sentimental), pero la mayor doctrina siempre fue la apasionada necesidad de crear una nueva forma de cine capaz de repercutir en las contradicciones y convulsiones de su tiempo. Un cine para el que probablemnte aún no existía el público que quisiera verlo.
Un período crucial
La película de Hazanavicius está demasiado ocupada en los estallidos de color y humor, en la construcción de un drama, y en que pensemos que Godard es un idiota, que apenas se preocupa de atestiguar lo fundamental. Ese crucial periodo en la vida y obra del cineasta bien pudiera haber actuado de centro gravitatorio desde el que evaluar los misterios del genio, pero Hazanavicius no es Todd Haynes. Godard se merecía un biógrafo fílmico al menos tan dotado de talento y valentía como lo estuvo el autor de I'm Not There para indagar en los laberintos creativos y vitales de Bob Dylan.La interpretación de Louis Garrel en la piel del cineasta contiene lo mejor de la función, especialmente en la autoconciencia casi autocrítica de su encarnación distante del mito. Procedente de su desacomplejada informalidad, hay que reconocerle algunos momentos con brillo y gracia a la propuesta, que en todo caso sonrojó todavía más la alarmante baja calidad del último concurso de Cannes. El triángulo de tensiones formado por el angustiado Godard, la observadora Wiazemsky (Stacy Martin) y el agitador Jean-Pierre Gorin (Félix Kysyl) parece más importante para los destinos creativos de Godard que su ruptura con Truffaut, el affaire Henri Langlois, la gira en Berkeley o el rodaje con los Rolling Stones, que acaso hubieran aportado algo de valor pedagógico al filme. Hazanavicius parece querer sumarse con su levedad a las películas de los hermanos Marx y de Jerry Lewis que Godard salvó de la pira funeraria en aquellos años de radicalizaciones, pero el discurso de odio latente en Mal genio camina en la dirección opuesta a la vitalidad esencial de aquellos maestros.
De modo que entre todos los biopics que a uno le gustaría no haber visto, Mal genio es el más injusto. Haría falta aplicarle una lógica godardiana a este entuerto de percepciones. Es en todo caso un filme tan transparente en sus intenciones que ni tan siquiera el supuesto "tributo formal" que envuelve la película puede redimirla de su profunda estupidez. La idea de que el cine se ha visto invadido por las fuerzas del capital, una invasión a la que el pequeño soldado Godard se resiste (es sin duda el cineasta que mayor control y durante más tiempo ha tenido sobre su obra), es tan vigente hoy como entonces. La brecha que abrió Godard en el 68 impugnando la sociedad de la información audiovisual se ha intensificado y hecho más necesaria.
@carlosreviriego